Glifosato: necesario, pero con otros modos de acción. Alejandro Rollán



La industria provedora y los productores valoran su eficiencia para el control de malezas en la agricultura moderna.
De ser considerado un insumo casi indispensable para la agricultura extensiva, en los últimos años el glifosato ha visto cuestionados sus efectos. La primera cuestión -dentro del mismo modelo en el cual las malezas resistentes a su modo de acción obligaron a un cambio en la forma de aplicación- es que ya no está solo, sino en combinación con otros herbicidas.
Los otros cuestionamientos vienen sobre su posible impacto en la salud. Si bien no hay evidencia científica que demuestre su afectación, los reparos a su utilización se vienen extendiendo en distintos ámbitos de la sociedad. 
Farinati. Presentación del titular de Monsanto Argentina durante la reunión de fin de año con la prensa, en Buenos Aires. El ejecutivo ponderó los beneficios ambientales de la tecnología Intacta.
Esta semana, la Unión Europea decidió -luego de un extenso debate- prorrogar por cinco años el uso del herbicida, después de que organizaciones de productores requirieron un plazo de habilitación mayor, de 15 años. A eso se le sumó la decisión del Concejo Deliberante de Rosario de prohibir su utilización en el ámbito de esa ciudad santafesina.
Ante este escenario, cabe la pregunta: ¿tiene lugar el glifosato en la agricultura del futuro?
Utilidad
Desde la industria de protección de cultivos, la respuesta es afirmativa. En Monsanto, creador y principal productor mundial del herbicida, aseguran que la ventana abierta por Europa es una buena noticia para trabajar en una estrategia de generación de conocimiento dentro de la sociedad urbana. 
“Abre una instancia de cinco años para trabajar en comunicación, utilización y controles. De forma mancomunada en toda la cadena, productores, distribuidores, formuladores, aplicadores, deberemos trabajar en esa estrategia”, reconoció ante Agrovoz Juan Farinati, presidente de Monsanto Argentina.
En la cadena hay consenso de que el glifosato, un producto banda verde aprobado en todos los países donde se hace agricultura extensiva, no produce efectos colaterales si se lo utiliza de manera adecuada. Para Farinati, el herbicida va a seguir teniendo muy buenos resultados en el control de malezas, pero aclara que, para que esto ocurra, habrá que pensar en una agricultura con buenas prácticas, con comunicación y con controles. 
“Será necesario que los usuarios del producto estén informados sobre su uso adecuado y que la sociedad entienda cómo se está realizando esa utilización. Para ello habrá que tener normas claras y controles exhaustivos. Esa debe ser la prioridad”, destacó el directivo de Monsanto.
En sintonía con esta posición, para la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), la autorización o restricción de los fitosanitarios en el país no está librada al azar o a la buena voluntad de las empresas, sino que, por el contrario, antes de su autorización a la venta, debe cumplirse una serie de rigurosos protocolos técnicos y controles específicos.
Para algunos eslabones agroexportadores, la discusión no debe pasar por si el glifosato debe seguir siendo parte o no de la agricultura, sino que el foco pasa por su uso adecuado. 
“Existen varios estudios científicos que establecen que un uso adecuado, responsable y alineado a buenas prácticas agrícolas no afecta la salud de las personas ni al medio ambiente”, destacó Alberto Padoán, presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario. 
No obstante, la entidad aclaró que la aplicación inadecuada de este agroinsumo en zonas no destinadas a la producción agrícola, más aún en áreas urbanas, no es recomendable.  
Tecnología dependiente
La agricultura moderna será cada vez más dependiente de la  tecnología. Se estima que para  2050, la demanda de alimentos duplicará a la de 2005 y que la producción agrícola mundial de cultivos necesitará aumentar en ese período entre 60 y 110 por ciento.
En ese escenario futuro,  Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay tienen la red de zona exportadora de productos agropecuarios más grande del mundo. “Dentro de 30 años, el 40 por ciento de los granos deberán salir de la región”, destacó Rodrigo Santos, jefe de nuevos negocios de Monsanto para Latinoamérica.
Dentro de esa paleta de tecnología, el mejoramiento genético, la nutrición, la protección de cultivos y la inteligencia aplicada al agro contribuirán a reducir los impactos climáticos en los rendimientos de los cultivos.
Sucede que, por cada grado que aumenta la temperatura global, disminuye el rendimiento de los cultivos en un promedio de cinco por ciento, y con la tecnología se busca ponerlos a reparo de esa contingencia.
Menos herbicidas
Como parte de una estrategia que viene ocurriendo desde hace dos décadas, en los últimos años se han introducido tecnologías que vienen a reducir el impacto de los agroquímicos. 
La introducción al país de soja con tecnología Intacta (resistente a insectos y glifosato) ha permitido que por cada millón de hectáreas que se usa esta tecnología se reduzca en 500 mil los litros de agroquímicos por año, puntualizó Farinati.
Si bien los agroquímicos son cada vez más amigables con el ambiente, su mal aplicación provoca inconvenientes.
En Estados Unidos, por ejemplo, el uso en algunos estados de otras variantes del herbicida dicamba -donde la nueva formulación de baja volatilidad desarrollada por Monsanto no fue aprobada-, generó problemas de deriva y de contaminación. “Ahí hay una oportunidad para utilizar los productos de la manera que se recomienda, con el volumen de agua correcto, la boquilla específica y las condiciones ambientales adecuadas. Es un excelente ejemplo para hacer buenas prácticas, ya que estos productos tienen un basamento científico por detrás”, sostuvo Farinati.
En el último año, la facturación por la venta de glifosato en el país se redujo en alrededor de 120 millones de dólares ¿Las razones? La necesidad de mezclar modos de acción para combatir malezas resistentes. A partir de ello, la comercialización de otros herbicidas creció casi 100 millones de dólares.
Más allá del negocio que significa para las empresas, Farinati reconoció que el tema de agroquímicos generó un punto de inflexión que requiere de la aplicación de un programa de buenas práctica agrícolas de alcance nacional.