Valor agregado ambiental, del productor al consumidor. Carlos Petroli

El Congreso Crea Tech, que movilizó esta semana a cerca de cuatro mil personas en Córdoba, mostró entre sus protagonistas a muchos jóvenes con proyectos innovadores. Entre las tecnologías que emergen de un “laboratorio” cada vez más colaborativo están las que ayudarán a una mejor gestión desde el flanco ambiental, a mitigar efectos del cambio climático en el agro y la producción de alimentos, algo que preocupa a consumidores y a la población en todo el mundo.
Federico Bert, líder en I+D del movimiento Crea, destacó ante Agrovoz que buena parte del centenar de proyectos presentados al Crea Lab –espacio en el que se muestran emprendimientos innovadores– fueron creados por jóvenes del interior del país, de entre 25 y 35 años. De estos nacen sociedades cuando, por ejemplo, un agrónomo detecta un problema, se le ocurre una solución y recurre a un colega informático para llevarla adelante. Los protagonistas del ejemplo viven en pueblos diferentes, pero se contactan y trabajan vía web, hasta que ponen la primera semilla del proyecto. Aprecian en el agro una oportunidad de desarrollo, de generar empresas, riqueza, empleo, en diferentes localidades.
El tema del cambio climático y ambiental, que está en la agenda global, ofreció en el congreso Crea soluciones desde diferentes flancos y países. Los expertos buscaron responder a diferentes asuntos: ¿Hasta qué punto las arcas públicas y los consumidores están dispuestos a pagar por un valor agregado ambiental? ¿Cómo se arbitran los conflictos y las políticas regulatorias? El empresario Luis Picat, titular de la Sociedad Rural de Jesús María, visitó Australia, Alemania, para evaluar tecnologías que le permitieron instalar la planta generadora de biogás a partir de efluentes porcinos, en su granja en el norte cordobés.
Tomó debida nota del peso creciente de los “verdes” en Alemania: obtuvieron el nueve por ciento de los votos en la última elección parlamentaria y en ellos busca apoyo la canciller Angela Merkel para un nuevo mandato. Ese espejo de representación política y parlamentaria tiene un reflejo heterogéneo en Argentina; demanda un rol muy activo del Estado como regulador y árbitro en las controversias.
Según Picat, los ecologistas alemanes reconocen que obtener un producto “cien por ciento ecológico” (no GMO, sin aplicación de fitosanitarios o medicamentos) demanda mucho tiempo, dinero e inversión. A la vez, tiene que haber una transición tecnológica: por ejemplo, el circuito del “wellfare” (bienestar animal), la cría de un bovino a pasto, sin antibióticos, demanda como mínimo cuatro años. Se requiere mayor bienestar económico de la población para pagar ese valor agregado ambiental.
En Alemania, relata Picat, sólo un cinco por ciento de los consumidores adquiere productos orgánicos, y paga más por ellos. El resto de la población está dispuesta a comprar orgánicos, pero al mismo precio, sin pagar el valor agregado ambiental.