El problema no es del cerdo sino de quién no comprende la importancia de las integraciones comerciales estratégicas

Nuevas reglas de juegos en el ámbito internacional
El problema no es del cerdo sino de quién no comprende la importancia de las integraciones comerciales estratégicas
Si uno se la pasa jugando siempre a la defensivacorre el riesgo de que en algún momento le metan goles. Y eso es lo que le sucedió esta semana a la Argentina.
Los negociadores argentinos se vieron obligados a habilitar el ingreso de carne porcina estadounidense porque, sencillamente, el riesgo de no hacerlo era mucho mayor que el de hacerlo.
La clave, para no perder tiempo en discusiones estériles, es comprender que ese fenómeno es parte de un proceso en el cual las principales naciones del orbe no sólo se están tornando crecientemente proteccionistas para defender con uñas y dientes los empleos locales, sino que además emplean cuestiones comerciales para imponer condiciones.
Europa bloqueó el ingreso de biodiesel argentino (y lo sigue haciendo a pesar de un requerimiento de la OMC para que desista). China bloqueó el ingreso de aceite de soja. Y ahora EE.UU. amenaza con bloquear también el biodiesel. No es muy difícil averiguar cuál es el sector por atacar si se le quiere complicar la vida a los argentinos.
Las naciones más pequeñas tienen una alternativa para intentar defenderse en el actual contexto. Y es a través de Tratados de Libre Comercio (TLC), los cuales, una vez implementados, impiden la instrumentación unilateral de medidas arbitrarias que puedan ocasionar daños importantes a sectores productivos.
El problema es que, antes de firmar un TLC, es necesario tener claro que el libre comercio con una nación complementaria potenciará a los sectores más competitivos para perjudicar a los que no lo son tanto. Unos y otros, además, necesitarán tener la menor carga tributaria y burocrática posible para maximizar su competitividad o probabilidad de supervivencia (según el caso). Y un tipo de cambio adecuado para premiar a los exportadores sin que eso implique pauperizar a la población local.
Un red de TLC lograría brindar cierta previsibilidad a los generadores de divisas a cambio de abrir –estratégicamente– la economía. La cuestión es que, para lograr eso, se requiere reducir el gasto público, disminuir la carga impositiva récord que actualmente debe afrontar el sector privado y decidir si queremos comenzar a vivir en una economía abierta.
La otra opción es seguir como estamos: aumentando el gasto público, con un Estado que, además de competir cada vez con mayor ímpetu con el sector privado por los recursos, intervenga fuerte en la economía para “impulsarla”, en el marco de una economía cerrada para proteger a sectores “sensibles”.
Si vamos a seguir con ese modelo, entonces debemos saber que, si alguna nación bloquea el ingreso de algún producto clave para la balanza comercial argentina, entonces nos tendrá en la palma de la mano para exigirnos lo que sea. Lo que sucedió con los cerdos estadounidenses, en tal caso, no debería sorprender a nadie.
Ezequiel Tambornini