El campo le agrega valor a lo que se produce en las ciudades. Por Héctor Huergo - Clarín




Una aclaración a Gabriel Katopodis, ministro de Obras Públicas, quien justificó el cierre de los registros de exportación del maíz en nombre del bienestar del pueblo o algo parecido.


La noticia del cepo al maíz por un par de meses me agarró en un campo en Pringles, invitado a celebrar la cosecha de los mejores trigales que he visto en mi vida. Allí pasé año nuevo, con mi esposa, compartiendo el brindis de Año Nuevo con los 16 miembros de la empresa de contratistas que habían bajado desde Las Perdices (Córdoba). Y que una vez más, como desde hace 25 años, pasan las fiestas alejados de sus familias.

Entonces, se me dispararon toda clase de reflexiones. Y también sensaciones, sobre todo cuando escuché al ministro de Obras Públicas, el conurbanense Gabriel Katopodis, justificar el cierre de los registros de exportación del maíz en nombre del bienestar del pueblo o algo parecido. "No nos vamos a mover un centímetro", dijo.

Katopodis viene del partido de San Martín, que parece no tener mucho que ver con el agro. Está equivocado. Todo tiene que ver con todo. San Martín es la metáfora de cientos de municipios donde se producen cosas para ciudad y campo. Allí hay pymes y grandes empresas industriales que de manera directa o indirecta están relacionadas con el agro. Desde proveedores de acero hasta componentes hidráulicos, electrónicos, autopartes.

Los contratistas de Las Perdices tienen cinco cosechadoras y cambian una por año. Andaban con tres camionetas cuatro por cuatro impecables. Iban incesantemente del lote a la embolsadora. Y de la embolsadora el pueblo a ver si el domingo 3 de enero conseguía que alguien le arreglara una manguera de gasoil que perdía. Esas camionetas se fabrican en Zárate, otro polo metalmecánico.

En el eje Zárate Campana hay plantas de fertilizantes y agroquímicos. El progreso del campo viene de la tecnología y la tecnología se fabrica en las ciudades. Y las ciudades prosperan cuando el campo puede consumir lo que ellas producen.

Recordé que hace cuarenta años, allí mismo en Pringles, había ido a una reunión de un grupo CREA muy de punta. Me invitaron para discutir un artículo que había publicado en Dinámica Rural sobre el “Club de los 100 quintales” de trigo, una movida promovida por ICI primero en Gran Bretaña y luego en Francia. Lo integraban quienes superaban esa vara. El rinde nacional de Francia era de 60 quintales.

En la Argentina, el rendimiento nacional no llegaba a los 18 quintales. En el CREA Pringles 1 estaban en 30 y algunos cantaban las 40. Menos de la mitad que en Francia. ¿Qué faltaba? Tecnología. “Ellos subsidian, pueden intensificar, acá no”, era la respuesta de los técnicos. Y yo repreguntaba: “OK, ellos subsidian.

Pero supongamos que acá te regalan todos los insumos. ¿Qué rinde sacás?”. No sabíamos. Nuestro modelo era defensivo, porque la relación insumo/producto nos impedía el al frente. Es el efecto de las retenciones y los tipos de cambio múltiples, donde el dólar que recibe el agro es siempre inferior al dólar con el que paga todo lo que necesita para producir.

Cuando en los 90 se unificó el tipo de cambio y se eliminaron los derechos de exportación, explotó la tecnología. Hubo un salto fenomenal, en particular en trigo y maíz. Fueron diez años que cambiaron la historia. En trigo, entró la genética francesa, que dentro de nuestra rotación en siembra directa provocó un salto espectacular de los rindes. Lo vivimos en vivo y en directo en esta cosecha. Las máquinas tenían que parar porque las tolvas no alcanzaban. Los monitores marcaban picos de 9.000 kg en la tirada y promedios de arriba de 7.000.

Pero si le quitás precio, ese paquete es inviable. Entonces no se renueva una cosechadora por año, ni se cambia la Hilux. El metalmecánico de Zarate tiene menos trabajo. “No, Toyota exporta”. Pero el propio presidente de Toyota Argentina dice que su empresa, en el país, pertenece a la cadena agroindustrial. Sólo fabrica chatas. Y prefiere que en lugar de exportar la camioneta, exporte el fruto de su misión. Una Hilux, una S10, una Ranger o una Frontier se consumen en producir trigo, maíz, soja, carne, frutas, maní, lo que sea.

El campo le agrega valor a lo que hacen las ciudades. ¿Se entiende, Katopodis?