Soja: diferencias de rinde, alambrado de por medio. Juan Pablo Ioele

Como en todas las campañas agrícolas, es muy difícil encontrar una sola respuesta para justificar los resultados obtenidos. Para eso es necesario poner toda la película del año agrícola y no quedarse sólo con la foto. Primero, retomar los problemas que existieron al momento de la siembra. En la zona núcleo las lluvias no aparecían, con lo cual existió un retraso en la fecha de siembra. El maíz llevó su fecha a octubre y la soja, a noviembre. Así se restringieron las las mejores performances de los materiales más usados.


Los problemas originados por la escasez o por la variabilidad de lluvias en la etapa de la implantación tuvieron como consecuencia también malas incorporaciones de los herbicidas residuales para el control de las malezas resistentes a glifosato. La situación desencadenó que en muchos tratamientos de rescate posteriores algunos sufrieran fitotoxicidades en los cultivos con erráticos controles. Las lluvias necesarias para empezar a definir la suerte de la campaña se demoraron hasta fines de diciembre, donde en algunas zonas se presentaron con gran intensidad, retomando en varios sectores los excesos hídricos a los que ya estábamos acostumbrados en las dos últimas campañas.

Esta situación no sólo provocó anegamientos temporarios y ascenso de las napas que redujeron el espacio de exploración radicular de los cultivos sino que también produjo el lavado de nitrógeno en muchos maíces, situación que se refleja en la gran variabilidad de rindes que estamos obteniendo en maíz entre lomas y bajos en los mismos lotes. A su vez, la gran mayoría de los cultivos de segunda se tuvieron que sembrar en fechas muy tardías esperando que se oreen los lotes. Con siembras de hasta mediados de enero se redujeron los potenciales de rendimiento.


Fines de enero y febrero encontraron la zona intercalando fuertes episodios de estrés térmico en los cultivos, ocasionados por las altas temperaturas, que se complementaron con la aparición de enfermedades, como macrophomina, muerte súbita y sclerotinia en soja y tizón en los maíces.

Como siempre ocurre en años donde el cultivo viene acompañado de estrés, se incrementó la acción y la proliferación de algunos insectos, situación no siempre tomada con la seriedad del caso por gran cantidad de productores, como es el caso de trips. El daño de esta plaga puede ser por alimentación directa o por ser vectores de enfermedades virales, pero el dato más importante de este insecto es que en abundancia poblacional, sumado a períodos de baja humedad relativa y a altas temperaturas, llegan a achicar el rinde entre 10 y 25%. Nos encontramos con regiones con buena humedad en el suelo temprano en octubre donde se pudieron implantar variedades de soja de grupos cortos y donde se superó los 5000 kilos por hectárea debido a que escaparon en gran parte de su llenado a las temperaturas extremas.


También este año tiene la particularidad, dentro de lo ya cosechado, de encontrarnos con diferenciales de rinde muy importantes en función del material genético elegido como hace mucho tiempo no se veía. Encontramos variedades cosechadas de grupo de madurez IV corto con promedios de 3800 kilos por hectárea (como 4214) y, alambrado por medio, otro material de similar grupo de madurez (por ejemplo, 40R16) con 1000 kilos por hectárea más de promedio, sembrados con dos días de diferencia, mostrándonos comportamientos muy disimiles frente al mismo ambiente.

Pero, más allá de algunos rindes excelentes en la zona, la media viene arrojando valores de entre 38 y 46 qq/ha en los buenos ambientes para soja y de entre 90 y 115 qq/ha para maíz. Resultados que no son para nada malos desde lo productivo, pero que escapan un poco a la expectativa de los productores, especialmente en lotes alquilados, donde dentro de la nueva estructura de costos y frente al bajo valor actual de la soja permiten salir apenas airoso con 4000 kg/ha en muchos casos, situación impensada hace algunos años donde 40 qq/ha era el objetivo a alcanzar.
Lluvias esquivas

Los problemas originados por lluvias esquivas en la siembra implicaron una mala incorporación de herbicidas residuales para el control de malezas
Estrés térmico

Fines de enero y febrero encontraron los cultivos de la zona núcleo intercalando episodios de estrés térmico y la aparición de enfermedades

El autor es jefe de la Agencia INTA Corral de Bustos