La era de las prohibiciones: ¿es posible que se elimine el uso de glifosato en Argentina?

Alicia Cavallo es profesora en Protección Vegetal de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba y considera que una eventual prohibición del uso de glifosato en Argentina, que llega mayormente de China, no crecería mayor resistencia, pero dijo estar preocupada porque el sector productivo quede ante la opinión pública como el que envenena los alimentos por solo buscar beneficios y que se desprestigie aún más “nuestra amada profesión de Ingenieros Agrónomos”.
En un artículo difundido por la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), la prestigiosa investigadora realiza además un sintético análisis de quienes se beneficiarían con esta prohibición:
“Han pasado 40 años desde que comenzó en Argentina una nueva historia en el control de malezas. En 1976, un nuevo herbicida, prometedor para el control del Sorgo de Alepo y el cebollín entre otras comenzó a utilizarse. La peor, en esa época era el Sorgo de Alepo, que había sido traído como una pastura y luego se convirtió en una maleza por su fuerte sistema radicular y facilidad de adaptación a diferentes ambientes lo que dio origen a varios biotipos.
Antes del glifosato el sorgo se controlaba con labores culturales para agotar sus reservas y con la aplicación de 4 a 6 kilos de polvo mojable de un herbicida (MSMA, DSMA, TCA y Dalapón) en ese año, no se podía cultivar, solo controlar el sorgo.
Cuando apareció, el glifosato no se podía usar en soja, por lo que se recurrió a diferentes artilugios como cuñas de soga, o algún adminículo que pudiera pasar suavemente por las hojas del sorgo, que sobresalían de la altura del cultivo, para lograr el control. A mediados de la década del 90 con la incorporación de la soja RR, que por tener un gen de una Petunia resistente, permitía a la soja degradarlo antes que este pudiera ejercer su acción, comenzó el uso masivo.
El glifosato controló al principio a todas las malezas para las que estaba pensado, sin embargo, al ser tan eficiente, tan fácil de usar, tan económico, ocasionó que se excediera en su uso profesional y se abusara de sus virtudes. Dicho con más claridad: cualquiera aplicaba glifosato en cualquier estado fenológico de las malezas y a cualquier dosis, de modo que fueron surgiendo nuevas malezas que ocupaban el nicho ecológico dejado libre y que, evidentemente no eran controladas por el glifosato por ser naturalmente tolerantes.
Es evidente que, a raíz del mal uso que se realizó, para su control se debe acudir a otros herbicidas dentro del amplio margen que ofrece el mercado, para realizar un manejo eficiente de las malezas que afectan los cultivos. Aunque el bajo costo del glifosato ha determinado que se busquen las mil y una maneras de utilizarlo, por ejemplo en los barbechos químicos, es evidente que su vida en el mercado, técnicamente hablando, es corta. Los profesionales Ingenieros Agrónomos, Asesores Fitosanitarios, están utilizando otros productos para reemplazarlo, existe una amplia gama de herbicidas, pero, por supuesto, son mucho más caros y delicados en la técnica de aplicación.
Hace un tiempo, se conoció que la IARC, organismo asesor de la OMS, lo había cambiado de categoría, claro que la noticia se difundió de modo que alarmó más aún a la población acerca de la peligrosidad del glifosato como “Probablemente cancerígeno para seres humanos”.
La vorágine informativa y otros intereses hace posible que podamos preguntarnos: ¿Es posible que se prohíba el glifosato en Argentina?
La respuesta puede ser: Es probable que se prohíba aduciendo que es calificado, con frágiles argumentos y fuertemente cuestionado por la comunidad científica internacional, como 2A por la IARC, en donde hace compañía a otros productos como el café y el mate caliente, los combustibles quemados, las lámparas de las camas solares y a la profesión de peluquero. Es necesario recordar que en la clase 1 de la IARC, se encuentra el alcohol en todas sus formas y el tabaco y no se observa a ningún indicio de movilizaciones ni divulgación de estudios científicos destinados a solicitar su prohibición.
Si nos preguntamos: ¿A quién beneficiaría esta prohibición?, la respuesta incluiría a los hiper-ambientalistas, que seguramente se adjudicarán el éxito de las movilizaciones realizadas y seguirán insultando a los Ingenieros Agrónomos y a los productores de agroalimentos, obviando, por ejemplo, que por año mueren más de 22.000 personas, unas 60 por día, por mala medicación y automedicación.
A otros que beneficiaría es a las empresas que comercializan todos los demás herbicidas, que deben usarse ante la pérdida de eficiencia del glifosato, a los organismos de gobierno que quizás encuentren una excusa atinada para terminar con esta movida y a los propios fabricantes de glifosato cuya patente ha caído hace más de 30 años y ya desean reemplazarlo por otros productos más rentables. Más aun teniendo en cuenta que en la actualidad, mucho del glifosato que se aplica en Argentina, no proviene de EEUU ni de Europa sino de China.
En definitiva, a mí no me parece que la prohibición del uso de glifosato en Argentina, aunque sea el único país del mundo donde ocurra, vaya a ser tan resistida, a los únicos que quizás no beneficiaría la prohibición es a los productores agropecuarios de sistemas extensivos que deberían recurrir a técnicas más costosas para el manejo de las malezas. Lo único que me preocupa es que el sector productivo quede ante la opinión pública como el que envenena los alimentos por solo buscar beneficios y que se desprestigie aún más nuestra amada profesión de Ingenieros Agrónomos”.
Fuente: Diario El Semiárido.