El gradualismo pasa la factura

Al momento de asumir el gobierno de Cambiemos, y teniendo a la vista la enorme herencia económica que dejaba la administración kirchnerista, se discutió públicamente acerca de las ventajas y desventajas de avanzar de shock o en forma gradual para resolver tamaña carga. Simplificando, las correcciones de golpe son más creíbles pero más traumáticas al comienzo.

La nueva administración eligió corregir algunos problemas de shock: unificó el tipo de cambio, normalizó rápidamente la deuda en default y cambió de cuajo la política monetaria. En cambio, en materia de reformas estructurales hubo cambios menores (por ejemplo, se mantuvo la economía bastante cerrada a las importaciones y se comenzó a trabajar en una reforma al régimen de accidentes de trabajo, pero no en otras regulaciones laborales que son responsables de la alta rigidez del esquema vigente). En materia fiscal, se anunció una reducción gradual del déficit primario, que luego mutó en una inacción, al proponer una mínima reducción si se comparan las cifras de 2015 con las proyectadas para 2017.

La mezcla de dureza monetaria, blandura fiscal y atraso cambiario no dio los resultados esperados por el gobierno en materia de actividad económica. Pero, a menos de un año de las elecciones de medio término, luce poco probable que se intente probar el camino alternativo de política fiscal más dura, acompañada de política monetaria más blanda (y por lo tanto, de tipo de cambio más débil).

En cualquier caso, el gobierno emitió (y todavía emite) algunas señales que pueden alentar a familias y empresas a postergar sus decisiones de consumo e inversión. Al comienzo de la gestión se sobrevendió el optimismo con metas que no eran alcanzables. Recuérdese la proyección de inflación de 25% para este año o la recuperación prevista para el segundo semestre. Tampoco ayudó que, durante el primer semestre del año, casi todos los meses hubiera malas noticias en materia tarifaria.

Pero más recientemente las dudas parecen ser otras. Si el gobierno acepta, como acaba de hacerlo, que la herencia fue mucho más dura de lo esperado ¿qué correcciones se han adoptado para hacerle frente? Si se comparte que es necesario equilibrar el resultado fiscal primario y que la presión tributaria es altísima ¿porqué se aumentan gastos del Estado nacional en forma permanente (jubilados y transferencias automáticas a provincias)?

En otros ámbitos ¿qué reformas estructurales se han realizado para ayudar a la creación del empleo formal y mejorar la productividad y así tentar a la inversión? El intento de reformar la legislación vigente de accidentes de trabajo salió del Ejecutivo menos ambicioso de lo necesario.

La debilidad política del gobierno en el Congreso, que supuestamente es una de las razones que explica el gradualismo, ¿no requería una transición más larga que permitiera retener por más tiempo el manejo de fondos presupuestarios discrecionales o que limitara la devolución de los fondos retenidos de las obras sociales? La alternativa de responder con fondos presupuestarios a cada demanda de los gobernadores, sindicatos o piqueteros alienta a que en cada ronda de discusión se le pida al gobierno nacional los fondos que no dispone.

En cualquier caso, el año próximo la economía va a repuntar. El problema es cómo se crecerá en 2018 cuando en teoría hay que pasar a una política fiscal más rígida (que compense que este año no se hizo casi nada) al mismo tiempo que continúa una política monetaria dura, comprometida con lograr un nuevo escalón descendente de la tasa de inflación. No quedan nuevas balas de plata en el cargador: ya habrá pasado el blanqueo y no habrá espacio fiscal para aumentar gastos de consumo o transferencias.

La experiencia del populismo en la Argentina y otros países es clara respecto a los problemas serios que hereda quién lo suceda. Enfrentar esa agenda requería que consumidores e inversores se convencieran de que se iba a caminar hacia un cambio de régimen. Ello exigía lograr algunos avances en la reducción del gasto público y en las reformas estructurales de la legislación anti productividad que son las áreas donde la resistencia de los grupos de presión es más alta. No alcanza con las buenas intenciones sino que se requiere mostrar que se puede avanzar en desarmar el Frankestein que se construyó durante más de una década de populismo.

Autor Daniel Artana