Comunicados de Prensa de Confederaciones Rurales Argentinas.
En
nuestro país miles de pequeñas cabañas desparramadas a lo largo y lo
ancho de la patria crían, mejoran y adaptan reproductores. Están en los
campos generando trabajo en sus pueblos, soportando adversidades
climáticas y cuando pueden venden sus reproductores bovinos al precio
que estén dispuestos a pagarle quienes necesitan comprar esos toros. Son
un modelo de pyme para copiar y muchas de estas exportan esa genética a
países líderes en razas vacunas.
Estas
cabañas dan trabajo especializado a genetistas, mejoradores,
veterinarios, inseminadores, personal de campo, tractoristas y pagan sus
impuestos. Estas cabañas venden a los mejores postores y hasta
garantizan la calidad y aptitud de sus animales. Toda esta calidad
genética de adaptación local al precio que los productores los quieran o
puedan pagar. Además a la vanguardia de la tecnología con el respaldo
de las asociaciones de razas estudian y manejan la genómica para mejorar
los caracteres de calidad de carne y leche.
No
reclaman derechos de propiedad intelectual por los terneros nacidos, ni
por sus nietos. Se venden los toros y todo se salda en esa compra. Así
funcionan miles de cabañas, libremente, sin protecciones especiales, sin
poder fijar precios y garantizando calidad y desempeño. Estos son
nuestros criadores, así se hace nuestro mejoramiento genético en el
rodeo argentino donde se produce la mejor carne del mundo.
La
cosa es totalmente opuesta en lo que a semillas respecta. Unos pocos
criaderos de semillas, concentrados en grandes empresas, mayormente
multinacionales, hacen lo mismo que las cabañas ganaderas pero con las
semillas.
Estos son formadores de
precios. La semilla de soja que el año pasado costaba unos 20 dólares
por bolsa de 40 kg., hoy cuesta 30 dólares, y vaya uno a saber cuánto
costará el próximo año. Cuentan con protecciones que les otorga la Ley
de Semillas, aunque no les alcanza, quieren más, quieren cercenarnos el
derecho de uso propio y cobrarnos cada vez que usemos como semilla el
producto de nuestras cosechas. Es decir, como si el cabañero nos
quisiera cobrar cuando nacen los terneros.
En
el camino apelan a distintas artimañas, invierten quizás más dinero en
publicidad que en mejoramiento, y no se preocupan demasiado por innovar
porque no tienen competencia.
Próximamente
se debatirá en las cámaras un proyecto de Ley de Semillas que permitirá
el cobro de regalías cada vez que un agricultor vuelva a sembrar las
semillas que una vez compró y pagó al precio que le fijaron estas
empresas. Si este proyecto prospera ¿qué será de nosotros los
agricultores? ¿quién pondrá freno a la estampida de precios que
deberemos pagar todos los años a estas pocas empresas semilleras?
Y
sin embargo siguen reclamando derechos. Siguen tratando de capturar una
mayor porción de la renta de los agricultores que, ante la
imposibilidad de recurrir al uso de su propia semilla, deberemos
someternos a pagar los precios que nos impongan.
Algunas
empresas que dicen ser dueñas de un gen anuncian también ser los
propietarios del genoma completo y cobran a quienes usan sus semillas un
canon acorde a la cantidad de grano producido, como si esa semilla
fuera la única responsable del rendimiento final.
Así
estamos con pequeñas empresas que ni tienen, ni piden protecciones
especiales por su trabajo, no reclaman regalías, ni propiedad
intelectual y no son formadores de precios. Son nuestros cabañeros.
Frente a estas unas pocas grandes empresas semilleras que producen con
distintas protecciones y que vienen por más.
El verdadero debate es que modelo queremos para la Argentina.