Malezas resistentes: el precio de no hacer nada



Sin control podrían perderse US$ 8.000 millones en el área sojera. El costo en herbicidas –incluida su aplicación– sería de US$ 1.300 millones.
Fuente: Revista Chacra

El crecimiento del número de especies de las malezas resistentes a distintos herbicidas – particularmente el glifosato – en Argentina empieza a tener un impacto significativo en la sustentabilidad económica del negocio en el corto plazo y es claramente el desafío más nuevo que enfrenta la agricultura moderna: la meta es controlar las malezas de manera amigable con el medioambiente sin que el ingreso del nodo de producción se pulverice ya sea por la inversión en agroquímicos o por la caída de rendimiento que implica la expansión de la maleza.

La situación de Argentina es claramente más favorable que la de Australia y Estados Unidos con 41 y 76 especies respectivamente, que además resisten a una mayor diversidad de agroquímicos. Sin embargo, la pérdida potencial en rendimiento si la totalidad del área agrícola destinada a soja estuviera infestada y no se realizase ningún control es de 8 mil millones de dólares – solo para el cultivo de soja a precios de diciembre de 2015 – lo que representa no solo menos ingresos para el núcleo de los agronegocios, sino una caída de las divisas disponibles en el Banco Central y una reducción de la recaudación – solo en concepto de derechos de exportación – de 2,5 mil millones de dólares. Por otro lado, el costo en herbicidas – incluida su aplicación – para el conjunto del área agrícola dedicada solamente a la soja eleva la inversión por campaña del nodo de producción en 1,3 mil millones.

Para peor, los derechos de exportación elevan el umbral sobre el cual existe un incentivo económico para controlar las malezas. Como se observa en el gráfico, si las retenciones no existieran, a un productor le alcanzaría con un infestación inferior al 10% de su área para controlarla aplicando agroquímicos, mientras que con retenciones del 30% el productor está casi indiferente entre aplicar el herbicida o no hacerlo y perder rendimiento con un grado de infestación del 20%.

El problema de las malezas resistentes es especialmente interesante ya que las mismas se diseminan en el territorio cuando el agua o el viento las desplazan de una zona a otra; además el uso de maquinaria arrendada que circula por muchos campos en una sola campaña – lo que incluye pulverizadoras, cosechadoras y camiones – eleva la velocidad de expansión de las malezas y hace que éstas no queden como focos aislados. El modelo por contratos de la agricultura argentina es particularmente propenso a diseminar las semillas de malezas.

Dicha naturaleza de expansión demanda una lógica de acción colectiva, de la misma manera que 20 años atrás lo hizo la erradicación de la fiebre aftosa. Es importante explotar las tecnologías de la información para de manera colaborativa reducir los costos de recolección de información: con un celular con cámara de fotos y un centro de cómputos puede mapearse fácilmente la presencia de malezas, pero es clave centralizar la información. En la misma sintonía, de poco sirve que un productor haga un manejo correcto de su lote si su vecino no invierte los mismos recursos. Finalmente, el rol de los dueños de la tierra involucrándose en la calidad del manejo de su propio activo es fundamental.