El índice que elabora Fada arrojó para marzo un guarismo del 67,7 por
ciento. “El termómetro del campo muestra un buen estado de salud, pero
con algunas alertas”, advierten.
La Fundación Agropecuaria para el
Desarrollo de Argentina (Fada) difundió el índice que elabora
periódicamente para medir la participación del Estado en la renta
agrícola y que para marzo arrojó un guarismo del 67,7 por ciento.
Esto quiere decir que, de cada 100 pesos
generados por una hectárea destinada a agricultura, los tres niveles
del Estado se quedan con 67,7 pesos. En números más resumidos: dos de
cada tres pesos generados por el agro terminan en arcas públicas.
Menos pero sigue alto. El
guarismo actual es inferior al pico de 94,1 por ciento alcanzado en
septiembre del año pasado, antes de que Mauricio Macri triunfara en las
elecciones nacionales y luego su Gobierno anunciara cambios en
retenciones, la eliminación de los ROE y dispusiera un aumento del tipo
de cambio.
De todos modos, se mantiene en un nivel alto, incluso por encima de diciembre cuando la proporción era del 66,3 por ciento.
Para el economista de Fada, David
Miazzo, “si bien el índice bajó hay que tener en cuenta que sigue siendo
alto, con la salvedad de que las perspectivas son alentadoras y que las
nuevas medidas han mejorado varios aspectos del área productiva”.
Un aspecto clave a tener en cuenta es
que como en la soja las retenciones apenas se redujeron cinco por
ciento, la participación del Estado sigue superando el 70 por ciento y
eso influye en el índice Fada final, ya que dos tercios de la superficie
agrícola del país está destinada actualmente a la oleaginosa. A partir
de la próxima campaña, esa ecuación podría modificarse por el mayor
incentivo a hacer trigo y maíz.
Termómetro rural. “En
términos de un termómetro, podríamos decir que el estado general del
campo estaría en niveles que van de verde a amarillo”, consideró Miazzo.
Desde Fada indican que el pilar de este
optimismo es la rentabilidad de la producción agrícola y, en especial,
la del maíz y por eso se ubican en la “zona verde del termómetro”.
Pero existen algunas señales de alerta:
los costos que están creciendo al 33,7 por ciento interanual y la soja
que está bajando en los mercados internacionales. Estas situaciones se
ubican en “zonas amarillas y rojas del termómetro”.
Se suma a esta tendencia negativa el
precio disponible del trigo, que aún con las modificaciones a los
derechos de exportación preocupa su resultado.
Por cultivo. Maíz. El
rendimiento económico fue mejor que el de la soja, a pesar de que tiene
costos de producción 60 por ciento mayores a los de la soja.
Soja. Todavía está alcanzada por un 30
por ciento de los derechos de exportación y es la que más ha sufrido la
caída de precios. Esto hace que además de ser menos rentable que el
maíz, la participación del Estado en la renta de la soja alcance el 72,8
por ciento. Al ocupar dos tercios de la superficie considerada para su
cálculo, este cultivo explica que el índice Fada todavía sea alto.
Trigo. Si bien se vio beneficiado por la
eliminación de los derechos de exportación y la práctica liberación de
los cupos de exportación, cotiza al 73 por ciento de su precio
internacional de referencia, cuando en un mercado normal debería
encaminarse hacia el 96 por ciento (hay costos relacionados a la
exportación). Por ello, pareciera que el trigo todavía tiene derechos de
exportación, que solían ser del 23 por ciento, justo la diferencia
entre 73 y 96.
Las razones habría que buscarlas en el
stock, las posibilidades de exportación y la capacidad de negociación de
los distintos actores de la cadena. La parte negativa de un precio
menor es que va a determinar una siembra menor de la que realmente se
podría obtener, con resultados negativos sobre la rotación, la
disponibilidad de trigo y las exportaciones. A pesar de que la buena
humedad de los suelos por las lluvias va impulsar su siembra.
Resultado económico. En
promedio, el resultado económico después de impuestos de una hectárea
alquilada es de 75 dólares, lo que se asemeja a niveles alcanzados en
2007-2008. Este número se traduce en buenas noticias para los
productores agropecuarios y para las economías del interior pampeano
que, tras la cosecha, van a ver rápidamente el efecto positivo en
términos de actividad económica, construcción, comercio y, sobre todo,
empleo.
Para Miazzo, “estos datos demuestran que
el estado de salud del campo argentino es bueno, situación que también
se puede percibir en el optimismo de los productores o por ejemplo en el
éxito de muestras como lo fue la última de Expoagro”.
Costos en alza. Sin
embargo, el factor costos sigue complicando: los relacionados a
producción, comercialización y transporte crecieron un 33,7 por ciento
con respecto al año anterior. De cualquier manera, la producción
agropecuaria tiene la particularidad de tener muchos insumos
dolarizados, por lo que la devaluación del 70,7 por ciento podría haber
tenido un impacto mayor.