Todas las medidas, 
prohibiciones, controles y discursos a lo largo de la historia argentina
 anhelando ponerle fin al ahorro argentino en dólares han fracasado. El 
análisis del Balance Cambiario del BCRA permite echar luz sobre los 
efectos que la sumatoria de las micro-decisiones de la población han 
tenido sobre la macro argentina.
 
 
Un
 sinfín de medidas, prohibiciones, controles y discursos a lo largo de 
la historia argentina han tratado, en diversos momentos del tiempo, de 
ponerle fin al anhelo del ahorrista argentino por la moneda 
estadounidense. Todas ellas han fracasado.
Sea 
por decisiones eficientes de individuos perfectamente racionales, 
memoria emotiva, cuestiones culturales o mero acostumbramiento, el 
argentino promedio, cuando puede, ahorra en dólares.
Los
 tiempos modernos no son la excepción. Gran parte de quienes aún pueden 
reservar parte de su ingreso para utilizarlo en algún momento futuro, 
aun siendo legos en materia económica, intuyen que a los niveles 
actuales de inflación tenerlo en pesos es perder plata. Alguna 
reticencia a los plazos fijos cuyas tasas siguen sin convencer, mezcla 
de desconocimiento y desinterés por el mercado de capitales minorista 
terminan casi sin excepción derivando en que la canalización del ahorro 
se da hacia afuera (compra de activos externos, o moneda extranjera). 
Esto se verifica todavía con mayor recurrencia en los “pequeños 
ahorristas”. 
¿Qué viene sucediendo en 
Argentina con la “salida de capitales”? Para dar una respuesta debemos 
acudir a la fuente de información primaria: el Balance de Cambios del 
Banco Central. Tal como se ha explicado en otras ocasiones, éste 
registra toda compra y venta de billetes y divisas a través del mercado 
de cambios (huelga decir, “en blanco”), así como también las 
transferencias en moneda extranjera de la autoridad monetaria. Además, 
se diferencia del Balance de Pagos en que utiliza el criterio de “caja” 
(es decir, lo efectivamente cobrado/pagado y no lo devengado) sin 
importar el lugar físico de residencia de las partes. 
El 
Balance Cambiario, a su vez, se divide en dos grandes rubros: la Cuenta 
Corriente cambiaria y la Cuenta Capital y Financiera cambiaria. La 
compensación de ambas cuentas dará lugar a un aumento o disminución de 
las Reservas Internacionales en poder del Banco Central. Es decir, si la
 suma del saldo de ambas cuentas da un total negativo, se deduce que la 
economía como un todo está comprando más divisas de las que vende y la 
diferencia, necesariamente, la pondrá el Banco Central que perderá 
reservas. Si por el contrario entre ambas cuentas se arriba a un 
resultado positivo (por ejemplo, gracias a una muy buena performance 
exportadora en la Cuenta Corriente) el BCRA acumulará más reservas 
internacionales. 
En particular, la salida de 
capitales o fuga de divisas del sector privado se dimensiona en el rubro
 “Formación  de activos externos del sector privado no financiero 
(SPNF)” dentro de la Cuenta capital y financiera cambiaria. Luego que 
esta partida registrase un abultado saldo negativo por US$ 21.504 
millones en el año 2011 y recrudecimiento del control de cambios 
mediante, para el año 2013 el saldo pasó a ser positivo en US$ 397 
millones (es decir, el sector privado en términos netos, vendía más 
moneda extranjera de la que compraba) aunque el volumen de operaciones 
fue sensiblemente menor.
Para el año 2014 sin 
embargo, la partida volvió a mostrar un déficit de US$ 3.248 millones, 
que se más que duplicó en el 2015 hasta alcanzar los US$ 8.520 millones.
 En el ínterin, si bien el ingreso de divisas del sector privado no 
financiero aumentó de US$ 1.887 millones a US$ 2.457 millones, la salida
 o compra de moneda extranjera se duplicó pasando de US$ 5.134 millones a
 US$ 10.977 millones.
Sin embargo, el 
comportamiento intra-anual fue muy disímil. Mientras que entre el primer
 y el tercer trimestre la salida neta de capitales nunca llegó a pasar 
la barrera de los US$ 2.000 millones, en el último trimestre del año y 
de la mano de la devaluación más anunciada de la historia, la fuga de 
divisas alcanzó los US$ 3.551 millones en sólo tres meses.
Recordemos
 que pese a que la expectativa que lo mismo ocurriese fue in crescendo 
desde el mes de agosto, en octubre la segunda vuelta confirma que al 
menos por los siguientes cuatro años el sillón de Rivadavia quedaba en 
manos del partido político hasta entonces opositor. Una de las promesas 
de campaña más fuertemente esgrimida por el nuevo gobierno era el pronto
 “levantamiento del cepo cambiario” que visiblemente se traduciría en 
una suba del valor del dólar.
En este contexto,
 la compra de dólares a valor oficial (que incluso con el recargo del 
20% para ahorro no alcanzaba los $ 12 previo a la asunción del nuevo 
gobierno) y previendo que su convergencia al nivel que cotizaba el 
“blue” permitía descontar una ganancia de al menos un 20%, 25% en pocos 
días (en ese entonces, brecha entre ambos valores rondaba los $ 3/dólar,
 aproximadamente).
Pese a la salida neta de 
capitales descripta, el ingreso de Préstamos de otros Organismos 
Internacionales y otros bilaterales entre otros movimientos permitieron 
que la Cuenta Capital y Financiera cambiaria cerrase el 2015 con un 
superávit total de US$ 6.722 millones. Como contraparte, sin embargo, la
 Cuenta Corriente cambiaria arrojó un déficit de US$ 11.593 millones.
En
 este último resultado, uno de los principales problemas que golpearon a
 nuestro país en los últimos años ha sido la caída del precio de 
nuestros principales productos de exportación en el mercado 
internacional, fundamentalmente commodities agrícolas. Puede observarse 
que hasta el año 2012 inclusive el Balance transferencias por mercancías
 (ingreso de dólares por la exportación de bienes menos salida de 
divisas para pagar importaciones) mostraba un resultado neto positivo de
 alrededor de 15.000 millones de dólares. En el año 2015, y pese al 
menor monto de importaciones que ingresaron año a año al país, dicho 
guarismo resultó de apenas US$ 3.547 millones, una caída de 
prácticamente el 75%.
Compensando la brecha de 
ambas partidas del Balance, la variación de reservas internacionales en 
manos del Banco Central ha sido negativa por US$ 4.871 millones el año 
pasado, agravando nuevamente la restricción externa para el crecimiento 
económico de nuestro país. Cerrado el primer trimestre de un año que se 
avizora tumultuoso en términos de modificaciones a las normas que rigen 
el mercado cambiario éste será uno de los principales focos de atención 
macroeconómica.
 
