La economía real, a la salida del default Alcadio Oña

Es evidente que ganar la votación en Diputados por 165 contra 87 ha sido un triunfo rotundo del Gobierno y de la solución consensuada con otras fuerzas. Lo es también que su efecto político se proyectará sobre el Senado, donde además gravita con mayor fuerza la relación directa entre legisladores, gobernadores y necesidades financieras de las provincias.
Aunque conocida, esa relación emergió plena el jueves en el mismo Senado cuando, con poquísimas excepciones, los mandatarios de dieciséis provincias se inclinaron a favor de la ley que pone fin al default. Aún así, el oficialismo debe evitar que un cambio mande de nuevo el proyecto a Diputados y trastoque planes por cierto muy ajustados: el 14 de abril ya debería pagárseles a los fondos buitre que acordaron.
Hay de todos modos pruebas de una urgencia compartida. Además de los US$ 1.250 millones que Buenos Aires colocó de apuro, están en lista de espera, entre otras, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Neuquén. Allí se cruzan cuentas públicas apretadas, obras paralizadas o semiparalizadas y, al fin, objetivos de la política interna.
Por lo que le toca al Gobierno nacional, recuperar el crédito internacional resulta crucial para la salud de su estrategia económica. Aunque salvo la porción que irá a tapar el agujero fiscal, ningún analista espera una lluvia de dólares.
Todos coinciden al menos en un punto: que la inversión realmente productiva aguardará hasta ver un panorama más claro. Esto se llama desde inflación, dólar y tasas de interés, hasta salarios y consumo. De momento, todo en arenas movedizas.
Dice un consultor que ha ocupado cargos importantes en el área económica: “Seguro que salir del default será una gran noticia”. Una gran noticia que en lo inmediato mediatiza: “Tal vez haya compra de activos argentinos, porque están baratos y muy baratos contra otros de la región, pero eso significa poner plata en algo que ya existe y agrega poco valor. Lo que hay son movimientos en el sector agropecuario y miradas sobre la construcción”.
Bien firme luce el terreno para la inversión financiera, cuando el Banco Central paga tasas cercanas al 40% y arrastra al resto del mercado. Algunos operadores dicen que la bicicleta que conecta tasas con venta de dólares a futuro puede rendir hasta 20% anual en dólares.
Es la opción monetaria que finalmente ha elegido el BCRA en la búsqueda de disciplinar los precios y, de hecho, enfrentar la presión cambiaria. De manual: el jubileo deja mucho en el bolsillo de los ciclistas más experimentados y nada en la actividad productiva; o peor, la desalienta.
El interrogante que sigue va derecho a las perspectivas de la economía real a corto plazo.
Los analistas opinan que el trimestre que viene será el peor del año, con actividad muy fría y consumo en caída; con deterioro fuerte del salario real, despidos y una inflación que si bien parece amainar todavía está en registros demasiado altos.
Según algunos, la economía podría tocar fondo durante el tercer trimestre y dar señales de vida hacia el cuarto: “Lo mejor sería que a fin de año ya haya sensación de crecimiento”, sostiene uno de ellos.
¿Y qué ven que pueda mover el amperímetro? Ven aumentos salariales que levanten el consumo, reactivación de algunas obras públicas paralizadas con impacto en la construcción y las apuestas del campo.
Es un cuadro que otros no comparten del todo. Dicen: “Aquí está faltando un programa que marque un sendero claro, donde el Gobierno ponga sobre la mesa cuáles son sus políticas fiscal, monetaria y de ingresos. Por ahora, tenemos lo más parecido al paso a paso de Merlo y una economía sin precios o con ofertas que impiden conocer los precios reales”.
A propósito, uno de ellos suelta el comentario que dice haberle escuchado a un funcionario que no pertenece al equipo económico: “Me habló sobre la posibilidad de que la recesión terminara poniéndole un freno a los precios”.
Nada muy diferente a un pensamiento que flota extramuros de la Casa Rosada. Dice que si ya no está ocurriendo, “pronto los empresarios deberán optar entre volumen y margen”, o sea, entre ganar por cantidad o ganar por precios sin cantidad. Otro clásico de las economías inestables.
Suena a altamente probable que cuestiones semejantes, o directamente el proceso inflacionario, hayan sido tratadas el lunes pasado durante la reunión que el ministro de Producción, Francisco Cabrera, mantuvo con directivos de las grandes cadenas de supermercados.
Lo cierto es que trascartón, el viernes, la Secretaría de Comercio Interior, que depende de Cabrera, puso en marcha el sistema que obliga a identificar los precios de una canasta de bienes de consumo masivo. Cada mañana, en cada punto de venta y con carácter de declaración jurada.
Pareciera que al fin el Gobierno ha resuelto poner el ojo en sectores bien concretos, aunque los precios también se forman en otros eslabones de la cadena. Sería igual a reconocer que en una economía cargada de distorsiones, la solución monetarista resulta insuficiente si no simplista.
La salida del default y, sobre todo, el financiamiento externo destinado a tapar parte del agujero fiscal ensanchará el margen de maniobra del Banco Central para operar sobre el mercado. Y será mayor cuando pronto empiecen a brotar en cantidad las divisas de las exportaciones de soja.
En principio, cálculos privados cifran en no menos de US$ 20.000 millones la plata que el Gobierno tomaría en el exterior: unos 12.000 millones se irían en pagos a los holdouts, cosa que en los hechos significa cambiar un acreedor por otro. Con el resto bancaría déficit fiscal.
Faltarían aún alrededor de $ 126.000 millones para cerrar por completo las cuentas públicas. Esta vez, bonos colocados en el mercado interno.
El problema no está aquí sino afuera: US$ 20.000 millones representan una operación enorme y de resolución compleja, por más que el equipo de Alfonso Prat-Gay vaya primero por los 12.000 de los houldouts y ahí ya tenga casi abrochado un acuerdo con bancos del exterior.
Aunque compleja, esta es una parte de la película. Hay otra que le toca al jefe del Central.
Mientras el panorama general no sea tan difuso, Federico Sturzenegger deberá seguir moviéndose igual a un equilibrista, cuidando que cualquier baja de las tasas de interés repercuta sobre el dólar. Y cuidándose, también, de que un dólar a la baja traiga retraso cambiario así haya dicho que su misión es contener los precios. Especulación y expectativas, que le dicen.
Son todos escenarios construidos partiendo del supuesto de que el Senado dará vía libre a la ley. Con default a cuestas el cantar será definitivamente distinto.
“Los economistas y los analistas nos hemos puesto demasiado ansiosos y esperamos acciones oficiales rápidas”, dice uno de esos economistas.
Y dice más, solo que de un color diferente. Como que según encuestas muy recientes, el del 55% de los consultados comparte la opinión de “darle tiempo a Macri “ para que encarrile la situación.
Luego, él mismo piensa cuidar ahora sus comentarios. Se trata de un economista muy escuchado y forma parte de un espacio político que no es el de Cambiemos.