Saldo comercial 2015 con déficit significa mayor dependencia en el agro. Julio Calzada y Emilce Terré
La
desaceleración de las exportaciones del año 2015 aunada a importaciones
relativamente estables dejó un saldo negativo de la Balanza Comercial
argentina de 3.035 millones de dólares, lo cual representa una caída del
8% respecto al resultado neto del año anterior.
De
acuerdo al informe de Intercambio Comercial Argentino difundido por el
INDEC el déficit del año pasado fue consecuencia de una caída del valor
de las exportaciones del 17% respecto al 2014, que surge de la
combinación de una deflación del 16% en los precios de los productos que
vendimos al exterior y una caída de apenas el 1% en las cantidades. Del
lado de las importaciones, en tanto, el valor del conjunto de bienes y
servicios adquiridos en el exterior cayó un 8% respecto al año 2014,
frente a una combinación de mayores cantidades adquiridas (+5%) pero a
un menor precio, los cuales perdieron un 13% en un año.
Si
nos adentramos en el análisis de las exportaciones argentinas durante
el 2015, podemos observar que en todos los grandes rubros del informe
(Productos Primarios, Manufacturas de Origen Agropecuario –MOA,
Manufacturas de Origen Industrial –MOI, y Combustibles y Energía) se
registra un menor valor de los envíos al exterior pero en los dos
primeros, para los vinculados al agro el mayor volumen de exportaciones
compensa parcialmente la caída en los precios de venta, incluso dejando
de lado los envíos de biocombustible que se cuentan dentro del rubro
Combustibles y Energía.
De
este modo, del 59% que representaba la suma de Productos Primarios y
Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) en las exportaciones totales
del año 2014, la gravitación del sector agroindustrial en el comercio
exterior creció al 64% durante el año 2015, incluso pese a que los
precios de los principales bienes que vendemos al extranjero sufrieron
una notable corrección bajista y que las ventas al exterior
biocombustibles se contabilizan dentro del rubro Combustibles y Energía.
La
participación de las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) en las
exportaciones totales, por su parte, pasaron del 33% en el año 2014 al
32% para el 2015, mientras que la participación relativa de las
exportaciones de Combustibles y Energía en el total cayó del 7% al 4%.
Del
lado de las importaciones, dentro de la baja global del 8% mencionado
el rubro Combustibles y Lubricantes fue el que más cayó, con una
variación porcentual del -40% en el 2015 respecto al año anterior y
atado, fundamentalmente, al derrumbe del precio externo del petróleo. La
disminución del resto de las subcuentas no alcanza en ningún caso el
10%, con los casos excepcionales de importación de bienes finales tanto
para consumo como para inversión, que subieron un 3% y un 1%,
respectivamente.
Extendiendo
el análisis hasta el año 2011, momento en que se implementan un
conjunto de medidas de control cambiario con el objeto de preservar las
reservas internacionales en manos del Banco Central sin por ello
embarcarse en una brusca depreciación de la moneda local, puede
observarse que el debilitamiento de nuestras exportaciones es de larga
lata.
Tal
como predice la Teoría Económica, si el tipo de cambio de un país
resulta artificialmente bajo éste pierde competitividad externa,
erosionando sus exportaciones. El cuadro número 2 refleja que el total
de ventas internacionales argentinas cayó nada menos que un 32% entre
los años 2011 y 2015, hasta totalizar los US$ 56.752 millones.
En
tanto las exportaciones del complejo oleaginoso (soja, girasol,
derivados y biodiesel), si bien replican la tendencia bajista han caído
menos que el promedio total. Con US$ 18.639 millones enviados al
exterior durante el último año, la comparación respecto al año 2011
arroja una caída del 21% y se debe más a un menor valor de los productos
que exportamos que a una disminución en los volúmenes.
Por
su parte, las exportaciones de otros granos y derivados cayó de US$
8.032 millones en el año 2011 a US$ 4.712 millones para el 2015,
resintiéndose fundamentalmente las ventas al extranjero de cereales.
Esta baja representa una caída del 41% en el valor de nuestros envíos
del rubro.
Sumando
ambas cuentas, obtenemos que durante el año pasado se exportó un total
de US$ 23.351 millones en concepto de granos oleaginosos, trigo, maíz,
cebada sorgo y productos derivados, incluidos el biodiesel. Pese a que
ello evidencia una caída del 26% en relación a los envíos del año 2011,
la participación de los mismos dentro del total de exportaciones
argentinas pasó durante el mismo lapso del 28% al 33%. Nuevamente, los
números confirman la mayor participación de las exportaciones del agro
en la balanza comercial argentina, con fundamental gravitación en torno a
las ventas de los complejos oleaginosos.
Cuando
decimos que la caída en las exportaciones agro obedecen más a un ajuste
a la baja de sus precios internacionales que al volumen de los
excedentes producidos por nuestro país no debe pasarse por alto que esta
tendencia decreciente de los precios no pareciera mostrar señales de
detenerse.
Desde
el 2012 a esta parte los valores internacionales de la generalidad de
los commodities agrícolas han comenzado a transitar una fase descendente
del ciclo, atados a un mayor volumen de inventarios a nivel mundial.
Esta situación de oferta más holgada llevó tranquilidad a los mercados,
notándose además una menor volatilidad relativa de los precios.
En
lo inmediato no hay elementos que señalen una reversión de tales
tendencias: los volúmenes producidos en Brasil, Estados Unidos,
Argentina, entre otros, se encuentran aún dentro de las expectativas de
los operadores. Sumado a ello, los mercados externos apoyan la baja de
precios agrícolas: caída del petróleo, suba de las tasas de interés de
referencia en Estados Unidos y el fin de la era del “dinero barato” se
combinan para limitar la posibilidad de repuntes notables en los precios
internacionales. En este panorama, sólo un cambio abrupto en las
condiciones climáticas que estrese el desarrollo de los cultivos podría
poner un límite más rígido a la caída en las cotizaciones.
Por
otro lado y como corolario, el estrangulamiento externo no deja de ser
un factor de preocupación para la Argentina. Los límites al crecimiento
impuestos desde el sector externo nos resultan de larga data y hoy,
nuevamente, los titulares que cotidianamente contabilizan el monto de
nuestras reservas internacionales siguen llenando las páginas de los
diarios.
Con
los escollos a sortear para conseguir divisas a través del
financiamiento externo o inversiones extranjeras en nuestro país, queda
claro cuáles son los sectores claves en los tiempos que corren para
captar las tan codiciadas reservas vía balanza comercial. Amén de los
pruritos que puedan tenerse en relación a la especialización de las
exportaciones de un país (está claro que una balanza más diversificada
permite sortear mejor los vaivenes de la economía internacional, y en
ese sentido deberían apuntar las políticas de desarrollo), ningún
programa que tenga como objetivo maximizar la captación de divisas podrá
dejar de lado en el corto plazo la potenciación de las exportaciones
del agro. A largo plazo deberá pensarse la mejor manera de insertarnos
al mundo en base a los factores de competitividad relativa de los que
goza nuestro país, entre los cuales, está claro, los recursos naturales
serán uno de los más apreciados, punto que dejaremos para abordar con
mayor precisión en otro momento.