El
mercado internacional del cereal sigue operando sin grandes cambios en
sus fundamentos, bajo el contexto de una amplísima oferta exportable en
el hemisferio norte y poca participación de los principales compradores.
La demanda muestra una gran debilidad y prefiere eludir compras en
Estados Unidos, pese a que –al menos transitoriamente- parece haberse
frenado el fortalecimiento del dólar frente al resto de las monedas.
Desde el ingreso de la última cosecha hasta finales del año pasado la
colocación de saldos exportables fue liderada por Rusia y Canadá,
seguidos de la Unión Europea y Ucrania.
Argentina
se encamina a expandir su participación en el mercado internacional en
2016, con un potencial de ventas al exterior que supera las 6 M tn. De
concretarse, sería el volumen de exportaciones más elevado desde el año
2012. Los primeros meses del ciclo ya dan cuenta de ello, con embarques
destinados a diversos orígenes, aunque en buena parte de los casos bajo
parámetros de calidad alejados del estándar tradicional argentino. Según
datos del relevamiento Trigo Argentino – Informe Institucional sobre su
Calidad que coordina SENASA, en las diez campañas del período 2003-2012
el contenido de proteína sobre base seca promedió 11,3% y el peso
hectolítrico 80,2 kg/hl. En el ciclo 2014/15 dichos parámetros fueron
10,5% y 79,3 kg/hl, respectivamente. Algunos analistas creen que este
año la calidad es incluso peor que la del año pasado, fundamentalmente
por el menor contenido proteico y de gluten tanto en el norte del país
como en la provincia de Buenos Aires.
Si
los precios no difieren mucho de los actuales, las exportaciones de
trigo de Argentina apuntan a superar nuevamente los u$s 1.000 millones a
lo largo de los doce meses del año, ligeramente por encima del valor
alcanzado en 2015. En términos de volumen el crecimiento se espera
superior al 40%, pero limita los resultados la caída de las cotizaciones
y los castigos por menor calidad. Las proyecciones más optimistas se
plantean llegar este año a la mitad de los ingresos en dólares de 2011 y
2012. En aquel momento el trigo aportó por ventas externas entre u$s
2.500 y 3.000 millones por año, con precios FOB que por momentos
superaron cómodamente los u$s 300/ton.
Las
modificaciones introducidas durante la semana pasada en el sistema de
DJVE sirvieron para descomprimir la operatoria del mercado, propiciando
un gran salto en la actividad de los exportadores. El volumen de compras
en internas creció y se generó un buen caudal de compromisos con el
exterior a partir de la posibilidad de contar con 90 días para el
embarque. El miércoles fue un día intenso, con emisiones de DJVE por
795.400 tn de trigo pan y baja proteína, la segunda marca diaria más
alta de la historia. A lo largo de la semana los registros del cereal
acumularon 1,1 M tn, volumen que representa entre 15 y 20% del saldo
exportable proyectado para la campaña 2015/16.
La
participación más activa de la demanda en el mercado genera entusiasmo
en la oferta, que de a poco va perfilando un crecimiento de la intención
de siembra para la campaña 2016/17. Si bien todavía es temprano para
indagar en el sentimiento de los productores, es claro que el trigo ha
recuperado rentabilidad y será una excelente opción en aquellas zonas
donde es necesario introducir rotaciones. Preliminarmente, el Consejo
Internacional de Cereales (IGC) proyectó hace algunas semanas una
recuperación de la superficie argentina hasta 5,2 M ha, es decir, un
crecimiento del 37% respecto de las coberturas de este año. La limitante
será, además de las condiciones climáticas durante la ventana de
siembra, las dudas sobre disponibilidad de semillas de buena calidad en
todo el centro y norte del país.
De
concretarse estas previsiones se generará durante el próximo año un
saldo exportable superior a 10 M tn, que podría tener un importante
efecto depresivo sobre los valores FOB en puertos argentinos. Esto se
debe a que semejante volumen cubrirá en exceso las necesidades de compra
de los países de la región, por lo que se necesitará salir a buscar
mercados africanos y asiáticos en donde la competencia de otros orígenes
–en particular, del trigo del Mar Negro- es mucho mayor. A mediano
plazo, puede incluso ser necesario mejorar los mecanismos de promoción y
financiamiento para asegurar continuidad en la colocación de los stocks
sobrantes. Este fue un tema que desveló por décadas al trigo de Estados
Unidos.
En
Brasil los primeros relevamientos apuntan a una disminución de la
superficie triguera para este año, aunque por ahora es difícil conocer
su magnitud. En el estado de Paraná el margen del cultivo ha quedado muy
rezagado respecto del maíz safrinha, cuya siembra está por finalizar
con un crecimiento del área superior a 100.000 hectáreas. Los precios
del cereal forrajero han trepado con fuerza durante las últimas semanas,
ante el acelerado programa de embarques y la firmeza del consumo
interno. En este contexto, la relación de precios del maíz frente al
trigo mejoró notablemente en favor del primero. A esta situación se le
suma la decepción que genera en Rio Grande do Sul la obtención de dos
pésimas cosechas en años consecutivos.
Una
alternativa que se abre para productores brasileños es sembrar trigo
con baja inversión por hectárea y pocas perspectivas a cosecha,
generando producción que tenga destino exportable como gran forrajero
–usualmente, trigos blandos- y no para la industria molinera local. Esto
ampliará los requerimientos de importación pero permitirá introducir
rotaciones en aquellas zonas más necesitadas por el avance de la soja,
sobre todo en Río Grande do Sul. De todos modos, se cree que la caída
interanual en la superficie igualmente rondará el 10% a nivel nacional,
nuevamente concentrada principalmente en los distritos del sur.
Para
la industria molinera de Brasil es un gran alivio contar con mayor
previsibilidad de oferta desde el mercado argentino, lo que permite
proyectar que la participación de nuestro país en las importaciones se
mantendrá o seguirá en aumento. Esta última tocó un piso de 27% en el
año 2014 y rebotó hasta 74% el año pasado, pero sigue lejos del nivel
que mostraba a finales de la década de 1990.