DJVE-90 acelera flujo comercial de trigo Guillermo Rossi

El mercado internacional del cereal sigue operando sin grandes cambios en sus fundamentos, bajo el contexto de una amplísima oferta exportable en el hemisferio norte y poca participación de los principales compradores. La demanda muestra una gran debilidad y prefiere eludir compras en Estados Unidos, pese a que –al menos transitoriamente- parece haberse frenado el fortalecimiento del dólar frente al resto de las monedas. Desde el ingreso de la última cosecha hasta finales del año pasado la colocación de saldos exportables fue liderada por Rusia y Canadá, seguidos de la Unión Europea y Ucrania.
Argentina se encamina a expandir su participación en el mercado internacional en 2016, con un potencial de ventas al exterior que supera las 6 M tn. De concretarse, sería el volumen de exportaciones más elevado desde el año 2012. Los primeros meses del ciclo ya dan cuenta de ello, con embarques destinados a diversos orígenes, aunque en buena parte de los casos bajo parámetros de calidad alejados del estándar tradicional argentino. Según datos del relevamiento Trigo Argentino – Informe Institucional sobre su Calidad que coordina SENASA, en las diez campañas del período 2003-2012 el contenido de proteína sobre base seca promedió 11,3% y el peso hectolítrico 80,2 kg/hl. En el ciclo 2014/15 dichos parámetros fueron 10,5% y 79,3 kg/hl, respectivamente. Algunos analistas creen que este año la calidad es incluso peor que la del año pasado, fundamentalmente por el menor contenido proteico y de gluten tanto en el norte del país como en la provincia de Buenos Aires.
Si los precios no difieren mucho de los actuales, las exportaciones de trigo de Argentina apuntan a superar nuevamente los u$s 1.000 millones a lo largo de los doce meses del año, ligeramente por encima del valor alcanzado en 2015. En términos de volumen el crecimiento se espera superior al 40%, pero limita los resultados la caída de las cotizaciones y los castigos por menor calidad. Las proyecciones más optimistas se plantean llegar este año a la mitad de los ingresos en dólares de 2011 y 2012. En aquel momento el trigo aportó por ventas externas entre u$s 2.500 y 3.000 millones por año, con precios FOB que por momentos superaron cómodamente los u$s 300/ton.
Las modificaciones introducidas durante la semana pasada en el sistema de DJVE sirvieron para descomprimir la operatoria del mercado, propiciando un gran salto en la actividad de los exportadores. El volumen de compras en internas creció y se generó un buen caudal de compromisos con el exterior a partir de la posibilidad de contar con 90 días para el embarque. El miércoles fue un día intenso, con emisiones de DJVE por 795.400 tn de trigo pan y baja proteína, la segunda marca diaria más alta de la historia. A lo largo de la semana los registros del cereal acumularon 1,1 M tn, volumen que representa entre 15 y 20% del saldo exportable proyectado para la campaña 2015/16.
La participación más activa de la demanda en el mercado genera entusiasmo en la oferta, que de a poco va perfilando un crecimiento de la intención de siembra para la campaña 2016/17. Si bien todavía es temprano para indagar en el sentimiento de los productores, es claro que el trigo ha recuperado rentabilidad y será una excelente opción en aquellas zonas donde es necesario introducir rotaciones. Preliminarmente, el Consejo Internacional de Cereales (IGC) proyectó hace algunas semanas una recuperación de la superficie argentina hasta 5,2 M ha, es decir, un crecimiento del 37% respecto de las coberturas de este año. La limitante será, además de las condiciones climáticas durante la ventana de siembra, las dudas sobre disponibilidad de semillas de buena calidad en todo el centro y norte del país.
De concretarse estas previsiones se generará durante el próximo año un saldo exportable superior a 10 M tn, que podría tener un importante efecto depresivo sobre los valores FOB en puertos argentinos. Esto se debe a que semejante volumen cubrirá en exceso las necesidades de compra de los países de la región, por lo que se necesitará salir a buscar mercados africanos y asiáticos en donde la competencia de otros orígenes –en particular, del trigo del Mar Negro- es mucho mayor. A mediano plazo, puede incluso ser necesario mejorar los mecanismos de promoción y financiamiento para asegurar continuidad en la colocación de los stocks sobrantes. Este fue un tema que desveló por décadas al trigo de Estados Unidos.
En Brasil los primeros relevamientos apuntan a una disminución de la superficie triguera para este año, aunque por ahora es difícil conocer su magnitud. En el estado de Paraná el margen del cultivo ha quedado muy rezagado respecto del maíz safrinha, cuya siembra está por finalizar con un crecimiento del área superior a 100.000 hectáreas. Los precios del cereal forrajero han trepado con fuerza durante las últimas semanas, ante el acelerado programa de embarques y la firmeza del consumo interno. En este contexto, la relación de precios del maíz frente al trigo mejoró notablemente en favor del primero. A esta situación se le suma la decepción que genera en Rio Grande do Sul la obtención de dos pésimas cosechas en años consecutivos.
Una alternativa que se abre para productores brasileños es sembrar trigo con baja inversión por hectárea y pocas perspectivas a cosecha, generando producción que tenga destino exportable como gran forrajero –usualmente, trigos blandos- y no para la industria molinera local. Esto ampliará los requerimientos de importación pero permitirá introducir rotaciones en aquellas zonas más necesitadas por el avance de la soja, sobre todo en Río Grande do Sul. De todos modos, se cree que la caída interanual en la superficie igualmente rondará el 10% a nivel nacional, nuevamente concentrada principalmente en los distritos del sur.
Para la industria molinera de Brasil es un gran alivio contar con mayor previsibilidad de oferta desde el mercado argentino, lo que permite proyectar que la participación de nuestro país en las importaciones se mantendrá o seguirá en aumento. Esta última tocó un piso de 27% en el año 2014 y rebotó hasta 74% el año pasado, pero sigue lejos del nivel que mostraba a finales de la década de 1990.