Hipókritas. Osvaldo Pepe

“El aguante” de dispersos grupos K se parece más a la Armada Brancaleone que a una oposición orgánica.

Han pasado 40 días del gobierno de Macri y un año de la muerte de Nisman. El país es un vértigo de acontecimientos. Políticas que asoman, enigmas que no se resuelven. Lo nuevo no nace del todo, lo viejo no se resigna a morir. Quizá el mayor cambio sea el de la palabra, que ahora desde el poder suena más serena. A veces equívoca y con errores, pero al menos carece de la áspera grandilocuencia anterior. Después de todo, sólo se trata de gobernar. Habrá que ver si lo hacen bien y con equidad. Tienen cuatro años para demostrarlo, no un mes. 
Cuando sólo Cristina Kirchner tenía las llaves de la caja del Estado, manejaba la palabra pública a voluntad. Cadenas nacionales, cataratas de tuits potenciados por el aparato oficial de propaganda y el respaldo de comunicadores con sueldos siderales, surgidos en la mayoría de los casos de los aportes impositivos de los ciudadanos.

Ahora la caja cambió de manos y la ex Presidenta debe conformarse con fanáticos que le hacen “el aguante” desde grupos más parecidos a la Armada Brancaleone que a la organicidad de una oposición peronista responsable. Ni gobernadores ni intendentes del PJ, menos el Frente Renovador, quieren atar su sobrevivencia a los caprichos personales de una diva política que le cuesta adaptarse a ser “ex”. Vale recordar que la Armada Brancaleone es una recordada sátira del cine italiano de los 60, en la que el director Mario Monicelli muestra a un grupo de torpes bandidos bajo el liderazgo aturdido de un fantasioso aristócrata, expertos en tropelías fallidas y maniobras ramplonas. Casi una radiografía del ostracismo kirchnerista: Moreno haciéndose otra vez el malo a través de los medios, el ahora farandulesco José Ottavis llamando a “resistir los trapos”. Muestras gratis de barrabravas en decadencia. Hay más, Milagro Sala está presa y en huelga de hambre. ¿Habrá medido el gobernador Morales el riesgo y el costo político de convertirla en heroína del relato?

Eso sí, el macrismo debería ser más cauto en el uso de la palabra. Saber que es portadora de sentido y valores: transmite ideología. Por eso no es lo mismo decir, como dijo Massa en campaña, “vamos a echar del Estado a todos los ñoquis de La Cámpora”, que decir, como dijo Prat-Gay la semana pasada, que recortará de la plantilla estatal “la grasa de la militancia” para reemplazarla por cuadros profesionales idóneos. Sonó mal. Si quiso decir una cosa, transmitió otra. Podría haber diferenciado la militancia genuina de los barrios, en ésta y otras épocas, de los miles y miles de contratos de última hora en el Estado que el kirchnerismo disfraza de despidos. Son hipócritas, mejor dicho: hipókritas. Han pasado del relato al comic, toda una semblanza de la cultura mediática K. Ya no les queda ni la palabra.