Para alcanzar la estimación del Ministerio de Agricultura, nuestro país deberá incorporar mayor tecnología en toda la cadena a fin de reducir las pérdidas.
Hace exactamente 70 años, el 16 de
octubre de 1945, –mediante la creación de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus
siglas en inglés)– 42 países pusieron en la agenda mundial la lucha
perpetua contra el hambre y la malnutrición. Hoy, la querella continúa y
la Argentina tiene un potencial productivo que le permitirá alimentar a
600 millones de personas para 2020. El aporte tecnológico del INTA para
enfrentar el desafío.
Generar más alimentos que los demandados
por su población, le da a la Argentina una ventaja competitiva que no
puede desaprovechar. En este sentido, Gabriel Delgado –secretario de
Agricultura, Ganadería y Pesca– remarcó que “la Argentina es el país que
más alimentos produce per cápita en el mundo” y aseguró: “Para 2020
estimamos producir para 600 millones de habitantes”.
Para alcanzar estas estimaciones,
nuestro país deberá aumentar la incorporación de tecnología a fin de
reducir las pérdidas en toda la cadena, desde las etapas de
procesamiento, distribución hasta las de consumo. Y, en este contexto,
las innovaciones desarrolladas por el INTA tienen un rol fundamental a
fin de cumplir las metas establecidas.
La cifra es contundente: en la Argentina
se pierden 16 millones de toneladas de alimento al año, lo que
representa el 12,5 % de la producción agroalimentaria nacional.
Así lo aseguró Pablo Morón –director de
Agroalimentos de la Subsecretaría de Valor y Nuevas Tecnologías del
Ministerio de Agricultura de la Nación– quien trabaja con el nuevo
Programa Nacional de Reducción de Pérdida y desperdicio de Alimentos con
el objetivo de implementar políticas públicas, en consenso, entre el
sector público y privado, la sociedad civil y organismos
internacionales, a fin de atender sus causas y efectos.
Para Morón, resulta “inaceptable” vivir
en un mundo donde hay hambre y ver cómo se pierde o desperdicia lo
producido.“Implementamos esta herramienta a fin de disminuir las
pérdidas y mejorar la seguridad alimentaria y nutricional, como así
también lograr la redistribución de aquellos alimentos aún aptos para el
consumo”, aseguró.
De acuerdo con la FAO, el 46 % del
desperdicio de alimentos ocurre de manera significativa en los países
desarrollados en las etapas de procesamiento, distribución y consumo
incluso, cuando todavía son aptos para la alimentación humana. Entre los
productos con una tasa más alta de desperdicios anuales en el mundo
están las frutas y hortalizas, las raíces y los tubérculos, seguidas por
los cereales y el pescado, y en último lugar se ubican los cultivos
oleaginosos, la carne y los productos lácteos.
En línea con Morón, esto sucede porque
los individuos no planifican sus compras, lo hacen en exceso estimulados
por el marketing y la publicidad, o reaccionan de modo exagerado a las
fechas de caducidad y consumo preferente de los productos, mientras que
las normas estéticas y de calidad llevan a los minoristas a rechazar
grandes cantidades de alimentos perfectamente comestibles.
Según las estadísticas, el desperdicio
per cápita de alimentos en Europa y América del Norte es de 95 a 115
kg/año, mientras que en el África subsahariana y en Asia meridional y
sudoriental esta cifra representa sólo de 6 a 11 kg/año. En cambio, en
las sociedades con mayor poder adquisitivo, se estima que la pérdida
anual es de 222 millones de toneladas, cifra que casi alcanza a la
producción alimentaria neta del África subsahariana (230 millones de
toneladas).
Fuente: Infocampo.