Los datos positivos no compensan la inflación y la falta de dólares y de inversiones.
La
Conclusión es casi unánime entre los analistas privados: más allá de
algunos datos positivos de coyuntura, conocidos en las últimas semanas,
la herencia que deja la administración Kirchner es una economía de bajo
crecimiento, alta inflación, sin generación de empleo privado, caída en
la industria y en la inversión, alto déficit fiscal, sin dólares y con
una cantidad de pobres que el Gobierno ni se atreve a contar. Para
colmo, el repunte del consumo insinuado en julio no duró más que un mes:
en agosto volvió a estancarse.
Según
cinco economistas consultados por LA NACION, el Gobierno se conformará
con las señales tibiamente positivas de corto plazo que eclipsan las
fallas estructurales de la economía, y será el próximo Presidente quien
deberá aplicar medidas de ajuste.
Curiosamente,
una administración política que se ha jactado de producir presuntas
transformaciones estructurales termina su mandato sin sobresaltos
mayores gracias a la emisión de deuda en el mercado local, los préstamos
de China y una vieja fórmula para que no se dispare aún más la
inflación: el atraso cambiario, utilizado tanto por los ministros de
Economía José Alfredo Martínez de Hoz como Domingo Cavallo.
No
es sólo el atraso cambiario: la inflación, aunque desacelerada, no baja
del 25% anual; la emisión monetaria viaja a la velocidad del aumento
del gasto público (ronda el 40% interanual); en consecuencia, el déficit
fiscal amenaza terminar el año en un nivel de 6/7% del PBI, según
distintos cálculos. En este contexto, la economía terminará el año con
una variación cercana a cero.
Por
estas razones, el economista justicialista Eduardo Curia dijo que "éste
es el Plan Verano, equivalente al Plan Primavera del alfonsinismo, que
está en su tramo final y que no va más allá del final de 2015".
Ese
plan permitió, según Curia, que hubiera "indicadores de mejora, porque
se llegó a un piso en la caída del nivel de actividad a partir de un
fondeo que ha elevado las reservas desde fines de 2014". De inmediato
aclaró que "es un esquema sobre bases endebles, porque debajo tiene una
macroeconomía desquiciada y, suponiendo que se llega al puerto, quedarán
varios y profundos desalineamientos que deberá enfrentar el próximo
presidente".
El
economista del Cedes Roberto Frenkel sostuvo que "no hay crisis porque
están racionando los stocks hasta el 10 de diciembre, dejando al Banco
Central sin reservas. Por eso hay que decir que el modelo está
moribundo, no muerto; pero así como está no puede seguir". Frenkel dijo
que "la macro está atada con piolines, pero como hay elecciones y
expectativas de cambio, existen válvulas de escape y por esa razón al
final del día se espera la unificación cambiaria".
Juan
José Llach, director del Centro de Estudios de Gobierno, Empresa,
Sociedad y Economía del IAE-Universidad Austral, dijo que "hay modestas
señales de recuperación económica; la mitad del incremento se explica
por un insólito aumento del gasto público, mientras las exportaciones
caen y la inversión se mantiene en un bajísimo nivel del 17% del PBI,
pese al rebote de la construcción". El ex viceministro de Economía
aclaró que "son los últimos, débiles impulsos de una economía
insostenible, sin divisas y con el mayor déficit fiscal de los últimos
25 años, financiado con emisión monetaria. El Gobierno actúa como si
buscara dejar al próximo la peor herencia posible".
Para
Daniel Artana, economista jefe de FIEL, el rebote se debe a que "se
están gastando las últimas reservas que quedan", mientras que Bernardo
Kosacoff, profesor de la Universidad Di Tella y de la UBA, relativizó la
situación de bienestar actual: "Tampoco los indicadores de corto plazo
andan bien; el mercado doméstico se duplicó en ocho años, pero hace
cuatro que se estancó". Según el especialista en cuestiones
industriales, "se llega con el último suspiro al final del gobierno:
caen las exportaciones, el PBI, la inversión y la productividad".
¿Qué
botones deberán tocar el próximo ministro y el próximo presidente ante
semejante paradoja? A diferencia de la mayoría de sus colegas, Artana
cree que la cuestión no se arregla con el dinero de los holdouts.
"No es lo más relevante, porque el país tiene un problema cambiario
mayor a partir de una moneda que se viene apreciando desde 2011 y con
perspectivas externas poco favorables por la soja y por Brasil, así que
hay que ir a un esquema más razonable: la devaluación hay que hacerla",
expresó.
Curia también se pronunció por un esquema "de shock, con
flotación cambiaria intervenida, sin gradualismo, con el respaldo del
FMI y una política fiscal severa". Según el analista del PJ, "se trata
de adoptar un plan integral apenas empiece el verano, sabiendo que lo
que viene es un desafío enorme".
Por
su parte, Frenkel advirtió que el tipo de cambio no lo puede fijar el
mercado, porque toda la devaluación se traspasaría a la inflación en
forma integral. "Hay que regular el tipo de cambio, aunque no será
sencillo porque no hay reservas suficientes", reconoció.
En
tanto, Kosacoff dijo que las buenas noticias son que el sector privado
está "bastante desendeudado y que hay medio PBI esperando afuera a que
las condiciones aclaren". Si el nuevo gobierno lograra atraer al menos
al 5% de esos capitales, podría arrancar con el pie derecho, indicó.
Además, señaló, "lo que el próximo presidente debe lograr es recrear el
clima de inversión y evitar a toda costa un típico proceso de ajuste
como los que se aplicaron en el pasado, porque la presión tributaria es
muy alta".
Problemas pendientesAtraso cambiario
Para evitar una espiralización de la inflación, el Gobierno apostó a que el dólar funcione como ancla para el resto de los precios
Reservas en baja
Pese al swap con China, el Banco Central enfrenta una disminución sostenida de las reservas
Economía estancada
Con una fuerte expansión del gasto público, la actividad no termina de repuntar y para este año se proyecta un casi nulo crecimiento