“Estamos convencidos que la diferencia se logra prestando
atención a los detalles… no son sólo palabras, así lo entendemos y lo ponemos en práctica”, enfatizó
Martín Ambrogio, como carta de presentación, a Clarín Rural.
Ajustes en el manejo (densidades, fertilización,
control de malezas, rotaciones), ensayos con nuevas tecnologías, maquinaria propia y la gestión en la
compra de insumos y la
venta de granos, son los pilares sobre los que se apoya
Estancia Don Sebastián para mantener a flote un negocio familiar que ya lleva tres generaciones y encuentra en la pasión el condimento para
seducir a una cuarta.
Martín Ambogio representa la
generación que salió del campo para estudiar y capacitarse y volvió al terruño con la visión de empresario, aportando impronta
tecnológica y visión comercial. Se recibió en 1992 y retornó a Don Sebastián, el campo de la familia en San Basilio, en el
sudoeste de Córdoba.
“Cuando en 1986/87 se empezó a hacer siembra directa estos
campos ganaderos
literalmente se volaban con el viento”, recordó Ambrogio, quien en 1997
y por varios años trabajó como coordinador técnico de la
Asociación Argentina de Productores en
Siembra Directa (Aapresid).
Actualmente, tratan de respetar una rotación típica en la
zona con trigo/soja
de segunda-maíz-soja. “Apostamos a usar, dentro del contexto económico
en el que estamos, la mejor tecnología, reponiendo nutrientes, con buena
genética en soja y en maíz y, aunque nos cuesta mucho,
tratando de no aflojar con el trigo, que es un cultivo que nos deja muy
poca rentabilidad pero en campos propios lo sostenemos para poder usar
más eficientemente los lotes, los recursos y las
máquinas que tenemos”, reconoció.
En el sur de Santa Fe, cace pocos días, los daños de las excesivas precipitaciones.
En suelos de
3% a 3,8% de materia orgánica, con un
horizonte A de 20 centímetros, un horizonte B hasta 80 centímetros y una
capacidad de almacenaje de agua “excelente” que llega a los
280 milímetros a capacidad
de campo, han logrado estabilizar los rendimientos de soja en 45
quintales por hectárea, maíz de 110-120 qq/ha y de trigo, “un cultivo
más errático, se estaciona en 45-50 qq/ha, aunque en algunos años ha
tocado los 65 qq/ha”.
Con un legado generacional que
prodigar los Ambrogio
saben que el suelo debe cuidarse y entregar “entero” a los que vienen
atrás. Para ello, el manejo nutricional es una de las columnas
vertebrales.
La región está bien dotada de fósforo con 40-50 partes por millón (ppm) pero hoy hay lotes que tienen 6 a 15 ppm.
“En los mejores casos tratamos de mantenernos por
encima de las 15 ppm,
pero es un tema a estar atentos porque la falta de reposición de
fósforo, impacta mucho en la producción”, reconoció el productor. La
última campaña hicieron un ensayo sobre un lote que no era tan
deficiente con una disponibilidad de
fósforo de 14 ppm.
“Aplicamos 80% fósforo y 20% azufre a la siembra con 110 kilos por
hectárea y la diferencia fue de casi 500 kilos a favor de la
parcela fertilizada (55 qq/ha versus 50 qq/ha) la campaña pasada”.
Ambrogio mostró entusiasmo porque si esta respuesta se dio en un
lote de los “mejorcitos”
que tienen, en otros que están por debajo de las 14 ppm de fósforo se
pueden augurar mayores respuestas. “La estrategia de la reposición anual
de estos nutrientes es fundamental porque sobre el capital invertido
tenemos casi el 100% de retorno y estamos conservando la
fertilidad del suelo para los próximos cultivos”, apuntó el productor.
En maíz reponen fósforo, azufre más
nitrógeno en dos momentos:
la mitad a la siembra con sólidos y el resto cuando el maíz tiene seis
hojas con fertilizante líquido Solmix. En lo que respecta a
micronutrientes, también hicieron ensayos y, si bien aún no detectan
grandes saltos de rendimiento”,
consideró que hay que seguir porque “en algún momento, con los
rendimientos altos la extracción es importante y se va a empezar a
notar la deficiencia”.
Martín Ambrogio controla un maizal, sembrado con alta tecnología.
Al referirse a los problemas de resistencia en
malezas, plagas y enfermedades,
Ambrogio puso el ojo en la falta de rotaciones con gramíneas, y la
escasez de cobertura de una campaña gruesa a la otra. “El productor no
desconoce que la mejor solución no está en usar más productos
fitosanitarios sino rotar cultivos, pero fuimos arrinconándonos hacia
una sojización porque tenemos el mercado de
trigo cerrado y el de maíz muy intervenido”, reflexionó. Y cerró: “Al productor le gusta hacer trigo y sabe que haciendo
maíz la soja que sigue rinde 4-5 quintales más”.
Los Ambrogio cuentan con maquinarias propias para hacer la
mayoría de las labores
y esto les da un plus de tranquilidad. “Si hacemos el número finito
podríamos discutir si nos conviene tener las máquinas o contratar
servicios, pero la filosofía como productores que nos gusta la actividad
es tener todo el
equipo de gente para que trabaje en nuestros campos y también es poder contar con la máquina en el momento indicado, es un
costo de oportunidad”.
Finalizando el otoño, la cosecha de soja de segunda, sobre rastrojo de trigo.
Como corolario, Ambrogio advierte que no pueden
permitirse errores humanos.
“Hay muchas cuestiones climáticas y políticas o de comercialización,
pero no nos podemos permitir fallar en el manejo, como sembrar
oportunamente, que se logre el stand de plantas, el control de malezas,
cosechar con bajas pérdidas y también profesionalizar la compra de
insumos y la
venta de los granos”, resumió Ambrogio.
Al negocio hay que cuidarlo porque “los
márgenes
están cada vez más apretados y en este contexto, la diferencia está en
los detalles, en aprovechar las oportunidades, en buenas prácticas
agrícolas y
también en la gestión”, concluyó.
FUENTE Clarín RURAL