Elevado stock final 2014/15 de soja argentina. Algunas reflexiones sobre la "hoja de balance" Guillermo Rossi
Gran
parte del análisis de mercados agrícolas se apoya en la construcción y
seguimiento periódico de hojas de balance. Se trata de una valiosa
herramienta que resume y compara indicadores relevantes para anticipar
la evolución de los precios, incorporando cifras de producción, consumo
interno, exportaciones y stocks. En nuestro país el Ministerio de
Agricultura (Minagri) difunde su estimación mensual de oferta y demanda
el tercer o cuarto jueves de cada mes, mientras que a nivel mundial el
organismo más reputado en la materia es el Departamento de Agricultura
de Estados Unidos (USDA), cuyo informe se publica mensualmente entre los
días 8 y 12.
La
hoja de balance es útil por varios motivos. Ante todo, sirve para
contrastar la magnitud relativa de cada componente de oferta y demanda y
analizar sus vaivenes a lo largo de los años. Pero más importante aún
es el hecho de que permite validar las estimaciones bajo la forma de un
diagrama de "origen" y "utilización" a lo largo de una campaña agrícola
de 12 meses. Esto implica que el método posibilita corregir las
proyecciones iniciales de cosecha una vez que se cuenta con la evidencia
del flujo comercial, haciendo que toda la oferta disponible se agote
entre los distintos usos. Naturalmente, a los fines de mantener la
igualdad, alguna de las variables se determinará en forma residual.
El
armado de hojas de balance puede extenderse -y de hecho, se hace- a los
mercados de semillas, fertilizantes, maquinaria, etc. Sin embargo, la
disponibilidad de información fehaciente y oportuna sobre la oferta y su
utilización con frecuencia limita las posibilidades de aplicar el
análisis a todos los mercados conexos.
Al ser los granos una commodity
almacenable, una de las variables que más interés genera es el volumen
de oferta que cada año queda sin consumir. Esto puede ocurrir porque la
oferta excede a la voluntad de consumo y exportación a los precios
vigentes, porque hay diferencias espaciales de oferta y demanda en un
mismo país o simplemente porque hay expectativas de precio que
justifican la retención de la mercadería. En general, los mercados
tienden a desarticular esta última posibilidad generando inversos de
precio entre los negocios con entrega disponible y las operaciones
forward que castigan fuertemente el "carry", haciendo perder dinero a quien traslada mercadería de una campaña a la otra.
El
diferencial entre posiciones es justamente "el precio" de ese stock
final, y naturalmente será mayor cuando menor se espera que sea ese
stock. Un comparativo de stocks finales e inversos de precio a finales
de agosto de cada año se presenta en el cuadro N° 1.
Respecto
de la controvertida variable "stocks", cabe introducir una aclaración
que procura brindar luz sobre tres indicadores diferentes entre sí pero
que en ocasiones suelen confundirse o utilizarse indistintamente en
forma errónea:
- La
variable stock final refiere al volumen del grano que sobra al concluir
el ciclo de comercialización. Es el resultado de restarle a la oferta
inicial de la campaña (producción más stocks sobrantes del año anterior)
el total de consumo interno y externo.
- El
inventario comercial el día de cierre de la campaña es el volumen
físico que se dispone el día que formalmente concluye el ciclo de
comercialización. A diferencia del anterior, este dato puede estar
afectado por un comienzo anticipado de la trilla con ingreso a
comercialización cuando todavía transcurre la campaña vieja. Esto
ocurrirá, por ejemplo, si durante el mes de marzo un productor envía a
un acopio un camión de soja de reciente producción. Ese lote estará
almacenado físicamente al 31/03, pero no corresponderá asignarlo como
stock final de la campaña vieja. Este problema ha sido abordado en el paper "Implications of an early corn crop harvest for feed and residual use estimates" de Norton, J. y Wescott, P. (USDA-ERS, 2012).
- Por
último, el stock remanente sin vender al finalizar la campaña surge de
restarle a la producción total el avance en la comercialización. En
general, esta cuenta ignora el stock inicial, es decir, sólo resta de la
producción lo que todavía no ha sido comprado por usuarios finales
(fábricas, exportadores, etc.).
A
modo de ejemplo, el stock final de la campaña 2009/10 fue estimado
oficialmente por el Minagri en 3,13 M tn. Sin embargo, el relevamiento
de existencia física de granos que oportunamente realizó el Ministerio
encontró inventarios almacenados en plantas de acopio, industrias y
depósitos portuarios (sin incluir soja en poder de productores) al 31 de
marzo del 2011 por 3,874 M tn. Cómo se ha explicado, los datos refieren
a cosas distintas, por lo tanto, es preciso interpretarlos
adecuadamente.
Volviendo
a la caracterización de las hojas de balance, en general puede
observarse cierta disparidad en las estimaciones cuando refieren a la
campaña en curso, de la que distintas fuentes pueden tener una visión
diferente respecto del tamaño de la oferta y sus posibilidades de
colocación entre usos alternativos. Veamos una comparación de las
estimaciones que se manejan para la campaña de soja 2014/15 en
Argentina:
A
simple vista, se detecta que las cifras de producción no difieren
significativamente, predominando un consenso que ubica la última cosecha
por encima de las 60 millones de toneladas. Las principales
divergencias se observan en la estimación del stock inicial y en las
proyecciones de exportación. La Bolsa de Rosario espera ventas externas
por un volumen significativamente mayor que el resto de las fuentes
(12,5 M tn en 2014/15 versus 9 M tn promedio) en función de la acelerada
colocación de saldo exportable en los primeros cuatro meses de la
campaña (7,8 M tn exportado según el SENASA entre abril y julio), el
volumen de compras de los exportadores (14,7 M tn según el Minagri al
12/08) y las emisiones de ROE Verde concedidas hasta el momento (11,5 M
tn en lo que va del año). Queda claro que anticipar las variables de la
demanda no solo es ingresar datos de distinto origen en un mismo modelo,
sino que también es crucial el juicio y criterio del analista.
El
dato de uso doméstico es aún más difícil de anticipar, pues requiere de
considerar variables tales como el margen de la industria, las
condiciones de mercado de los subproductos, la gama de usos diferentes a
los industriales, etc. Por el momento la Bolsa trabaja con una
proyección preliminar de consumo interno de 46 M tn, suponiendo 42,5 M
tn de crushing y 3,5 M tn entre semillas, balanceados, extrusados y otros usos. El crushing
de la campaña pasada resultó de 38,5 M tn y el crecimiento de este año
se apoya fundamentalmente en el mayor volumen que ha ingresado a
circuito comercial (al 12/08 las fábricas han logrado adquirir 2,2 M tn
más que a la misma fecha del año pasado).
Finalmente,
se llega en forma residual al dato del stock final, que nuestra
proyección al 31 de marzo del próximo año lo avizora en 9,2 M tn,
resultado de deducirle a una oferta de 67,7 M tn el total de consumos de
58,5 M tn. De concretarse, esta variable alcanzaría un récord
equivalente a casi dos meses de consumo y permitirá estabilizar la
oferta del próximo año. En este indicador tanto el USDA como el Minagri
esperan una disponibilidad mayor, de 17,3 y 19,2 M tn, respectivamente.
Al tratarse de una reserva cercana a la totalidad de la cosecha de la
provincia de Buenos Aires, el número no deja de ser llamativo. Suponer
que ese tonelaje quedará en silos bolsa implicaría pensar en el 45% del
total de las unidades vendidas esta campaña, lo que no parece razonable
por tratarse de un almacenaje transitorio. Por otro lado, dicho stock en
instalaciones fijas del sector comercial sería el equivalente al 35% de
la capacidad instalada que había a diciembre de 2012, excluyendo silos
fijos de productores.