Distintos escenarios para soja y maíz en 2016. Enrique Erize



Un septiembre en Chicago menos dramático para la soja que los meses previos. Pareciera que la plaza internacional ya ha incorporado todos los factores bajistas posibles y comienza a dudar de las cifras del USDA. Razones no le faltan, toda vez que el Organismo estadounidense finalmente ha reconocido que los stocks de cierre de la oleaginosa en EE.UU. del ciclo 2014/15 se ubicaron en la mitad de lo proyectado durante varios meses, en línea con nuestra “denuncia” de que sistemáticamente se viene subestimando la demanda. De todas maneras, se va confirmando la hipótesis de que la plaza local -en el caso de la soja- no va a seguir matemáticamente la evolución de Chicago. Ello es lógico. El año pasado entre julio y noviembre la soja en Chicago cayó u$s/Ton.170 y en la plaza local la caída sólo fue de 40 dólares. Este año desde principios de julio Chicago muestra recortes de u$s/Ton.50 y en la plaza doméstica los valores se mantienen (incluso han subido algo). Ello tiene una explicación. Las estadísticas muestran que la industria aceitera nacional trabaja con márgenes de molienda positivos durante aproximadamente dos tercios del ciclo comercial (aprovechando la estacionalidad de la oferta por presión de cosecha) y luego trabajan con márgenes negativos durante los cuatro meses finales del mismo. Como la molienda en términos absolutos del período “positivo” supera a los guarismos del período “negativo”, el saldo final es ganancioso. Este año presenta varias similitudes con las estadísticas recientes. En los primeros cinco meses del presente ciclo (abril/agosto) la industria ya ha comprado el 50% del volumen de molienda estimado con un margen del orden de los u$s/ton.25. Hoy ya se opera con márgenes muy ajustados pero todavía positivos y así se va generando un “colchón” para soportar eventuales contramargenes. En otras palabras, es altamente probable que las cotizaciones locales no “copien” la evolución de Chicago y que el productor argentino no se vea afectado por nuevas y eventuales bajas en Chicago ante la generalización de la cosecha en EE.UU..

Más allá de la coyuntura, todo pareciera indicar que el ciclo 2015/16 plantea un escenario complejo para la soja. La cosecha estadounidense es muy buena y Brasil va camino a un aumento de área en respuesta a la excelente evolución de los márgenes de rentabilidad que se derivan de la tremenda devaluación de la moneda brasileña. En nuestras pampas, aunque el área total de soja podría caer (nuestra opinión hoy), la oleaginosa ganaría superficie a expensas del maíz en la zona núcleo. Con un año Niño por delante, es razonable presagiar una cosecha abundante. Con semejantes supuestos, la oferta sojera global no tendría problema alguno en abastecer la activa demanda liderada por China.

En el caso del maíz, la historia es muy distinta. Al ser EE.UU. un productor casi excluyente del forrajero y aún asumiendo que la cosecha del País del Norte es muy buena, es muy probable que los otros exportadores del ranking mundial (Brasil, Ucrania y Argentina) vean recortada su oferta no solamente en volumen (no hay “señal”) sino en tiempo y forma por la creciente importancia relativa de las siembras tardías o de segunda. Además, el cambio de gobierno alienta expectativas en materia de reducción de derechos de exportación y derogación de la tristemente célebre Resolución 543 (ROE’s verdes). En semejante contexto, la flexibilidad es la consigna. Más allá de que los costos de inversión por hectárea entre soja y maíz deriven en una clara opción a favor de la oleaginosa, la posibilidad de sembrar maíces tardíos amerita la alternativa de demorar la decisión final al máximo posible y en función de eventuales anuncios políticos por parte de los candidatos.