Con el fin de la era de los commodities se acabó el sueño de la trucholandia industrial: Argentina en el peor momento. Ezequiel Tambornini

Los valores e las materias primas se derrumban.
Con el fin de la era de los commodities se acabó el sueño de la trucholandia industrial: Argentina en el peor momento
El Bloomberg Commodity Index –integrado por contratos futuros de 22 materias primas básicas– cerró hoy en el nivel más bajo desde agosto de 1999.
Se acabó la era de los commodities. Se acabó hace rato. Pero con el transcurso del tiempo ese fenómeno se hace cada vez más evidente.
Las naciones que viven de la exportación de commodities están devaluando sus monedas para intentar mantener en funcionamiento la máquina generadora de divisas. Tal es el caso –por ejemplo– de Chile, Uruguay o Brasil. Pueden pagar el costo una mayor inflación porque tienen profesionales a cargo de la política monetaria.
Argentina, en cambio, está en el horno: el derrumbe del precio de lo que tiene para ofrecer al mundo –commodities agrícolas– se produce cuando registra un tipo de cambio indecididamente alto. No puede devaluar sin antes solucionar el problema de la inflación. Pero eso lleva un tiempo (que ya no tiene).
Los empresarios agrícolas, que tienen en sus manos la tarea de generar las divisas que la economía argentina necesita para operar con cierta normalidad, lejos de recibir señales favorables, siguen siendo humillados por las autoridades del gobierno nacional.
Recientemente dispusieron que sólo podrán vender trigo aquellos productores localizados en ciertas zonas específicas que hayan producido hasta 1600 toneladas del cereal en la última campaña. ¿Qué sucedería si a alguien se le ocurre que los residentes de La Matanza sólo puedan buscar trabajo en ese distrito? ¿O anunciar que los empleados públicos sin hijos no cobrarán su salario para que puedan percibirlo los que sí los tengan? Habría un escándalo internacional. Pero nadie defiende a los siervos de la gleba.
El fin de la era de los commodities es mucho más que eso. Es también el final de trucholandia industrial. De las fábricas ensambladoras de piezas importadas con pseudo empresarios que ganan fortunas en un coto de caza cerrado (los dos emblemas, en ese sentido, son el sector automotriz y la farsa de Tierra del Fuego).
En estos días estamos observando un intento desesperado de la Oligarquía Populista por conservar el poder. No es un buen dato: con recursos por demás abundantes se mostraron extremadamente autoritarios. ¿Qué podemos esperar de ellos cuando quede casi nada para repartir?