La foto del campo: es el primer generador de divisas y trae un veloz cambio tecnológico

Representa el 63,7% de las exportaciones del país y el 11% de los impuestos recaudados por la AFIP, entre otras variables; un sector que dejó de ser primario
Ante la inminencia de la medida de fuerza dispuesta por tres entidades rurales cabe preguntarse, ¿cuál es la fotografía del campo hoy? ¿Cuánto representa de la economía del país? La imagen es diversa, porque abarca todo el territorio nacional, desde los ovinos de Tierra del Fuego hasta las papas andinas en Jujuy, pasando por la soja de la zona núcleo o la vid de Cuyo, entre otros, con un impacto económico crucial para la Argentina en más de 30 cadenas de producción.
En exportaciones, de cada 100 dólares que ingresan al país, 63,7 tienen como origen la actividad agroindustrial. En 2019, la Argentina exportó por US$65.115 millones, de los cuales US$41.521 millones fueron por ventas de granos, carnes, aceites y harinas, entre otros, según datos del Indec. Esta cifra incluye tanto los productos primarios como las manufacturas de origen agropecuario, de acuerdo con la terminología del organismo oficial. Una aclaración: para sembrar una hectárea de soja o maíz, hoy se usan semillas mejoradas por ingeniería genética, mapas satelitales para medir el índice verde del suelo y maquinaria agrícola con componentes electrónicos, entre otros avances tecnológicos. Por ese motivo, en la actividad dicen que la de "productos primarios" es una denominación antigua.
Otra forma de medir la importancia de la agroindustria en el comercio exterior es por los complejos exportadores, que abarcan desde el origen en el campo hasta su transformación industrial. Según el Indec, en 2019, de los diez complejos exportadores más importantes del país, seis fueron de la agroindustria. Los cuatro restantes fueron de energía y de la industria.
En valor, el complejo sojero es el número uno en exportaciones, con poco más de 16.943 millones de dólares vendidos en 2019. Eso incluye tanto el poroto de soja, la harina, el aceite o el biodiésel como la licitina de soja, que se usa en las barritas de cereal, y el chocolate y la glicerina, que sirve para los cosméticos y los dentífricos, entre otros productos.
En monto exportado, el complejo sojero y el maicero triplicaron en 2019 al que se ubica en segundo lugar, el automotor, que tuvo ventas por 7126 millones de dólares. Las exportaciones del complejo maicero alcanzaron en 2019 los 6025 millones de dólares, con un incremento de 40% respecto de 2018, año en el que hubo una fuerte sequía.
En el conjunto de los 40 principales complejos exportadores del país, la agroindustria cobra mayor relevancia, ya que 30 tienen como origen la actividad agropecuaria. Entre ellos se destacan las exportaciones del complejo bovino -carne y cueros-, que tuvo ventas por 4032 millones de dólares, o la cebada -que incluye la malta para hacer cerveza- con ventas por 1029 millones de dólares, según datos del Indec.
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Además de la importancia en el comercio exterior, la agroindustria tiene otros números relevantes para la economía. Según datos de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), el 22% de los puestos de trabajo del sector privado nacional proviene de la agroindustria en sus diferentes etapas. Y a su vez, el campo representa el 10% del PBI, mientras que alcanza el 11% de los impuestos recaudados por la AFIP. A esta cifra se suman los impuestos municipales y provinciales.

También los camioneros

El impacto de la agroindustria se extiende a otras actividades. FADA señala que en 2019 hubo 4,8 millones de viajes para transportar granos y carnes, que generaron fletes por más de 2500 millones de dólares. Allí no se cuenta el combustible que carga el camionero, la cubierta que tiene que reponer cuando se le pincha una goma en la ruta o el trabajo del taller mecánico al que tiene que recurrir cuando necesita una reparación.
Hay otros números. En 2019, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires estimó que el PBI agrícola -la suma de todas las actividades vinculadas al agro- generó US$33.500 millones, con un crecimiento de 1,4% respecto de 2018 tras la recuperación de la fuerte sequía que afectó a la cosecha gruesa ese año. Esto contrastó con la del resto de las actividades, estimada en una baja de 4,1 por ciento.
Más allá de los números, el campo tiene un impacto social. De acuerdo con los datos del Censo Nacional Agropecuario (CNA) que el Indec realizó en 2018, tras 16 años de silencio estadístico, en la Argentina hay 221.201 explotaciones agropecuarias (término con el que el organismo identifica a los campos con límites definidos en los que hay producción). Ese número es un 25% más bajo que el de la foto de 2002, el anterior censo agropecuario que completó el Indec, ya que en 2008 el relevamiento que hizo fue incompleto por el conflicto con el campo y el desinterés del gobierno de entonces. Aunque la reducción en el número de explotaciones es una tendencia global por el aumento de la escala, aquí se agravó por las restricciones a las exportaciones que instrumentó el kirchnerismo a partir de 2005.
El tamaño promedio de las explotaciones agropecuarias pasó de 550 hectáreas a 690 hectáreas, según datos del censo.

Mitos desterrados

La soja, con casi 18 millones de hectáreas sembradas, es el principal cultivo. Pero, al contrario de lo que se cree, no es el único. Según el CNA, en el 58% de la superficie se hacen rotaciones con otros cultivos como el maíz, por ejemplo. También se destaca el doble cultivo: trigo y soja de segunda o trigo y maíz de siembra tardía, entre otros.
Hay otra forma de comparar. En 2018, en el país se sembraron 16 cultivos en un área que superó la superficie de Japón o de Alemania, según un trabajo sobre los "mitos del campo" del IAE Business School-Universidad Austral, realizado por el profesor Guillermo D'Andrea y la especialista en comunicación Alejandra Groba. Fueron 39 millones de hectáreas de cultivos (soja, maíz, trigo, girasol, cebada, avena, sorgo, poroto, algodón, maní, centeno, arroz, cártamo, alpiste, colza y lino). Alemania tiene una superficie de 35,7 millones de hectáreas, en tanto que Japón suma 37,8 millones.
Una buena parte de esos granos contribuye a la elaboración de las carnes. Ese mismo trabajo destaca que en 2018 el consumo interno de carne bovina fue de 50 kilos/habitante promedio, el de aviar fue de 43 kilos, el de porcina, 15 kilos, y el de ovina, dos kilos. Las vacas se alimentan a pasto primero, pero necesitan también de los granos. Lo mismo pasa con las que están en los tambos: en 2018 se produjeron 10.527 millones de litros de leche.
Otro aspecto clave del trabajo es que con el avance tecnológico se están borrando las diferencias entre campo e industria por lo cual ya muchos hablan de bioeconomía, ya que no solo se producen alimentos sino también fibras, energía y biomateriales. En 2017, a nivel mundial, con fondos de inversión que manejan compañías como Google o el propio Bill Gates, se invirtieron en start ups del universo agtech (como se denomina a la actividad tecnológica en el sector) unos US$16.000 millones. Hay varios jóvenes emprendedores argentinos que están en esa carrera. "Las viejas dicotomías rural/urbano, campo/industria dejan de tener sentido frente a los recientes cambios del campo", destacaron en su trabajo D'Andrea y Groba.