Roulet: “Los diputados que no nos entendían eran fundamentalistas de Cristina”

Néstor Roulet era vicepresidente de CRA cuando estalló el conflicto por las retenciones móviles. Dice que “fue una gesta que aportó a la mayor institucionalidad del país y que frenó el ‘ir por todo’”.

Productor agropecuario surgido de la Rural de Canals y que condujo Cartez durante dos períodos, Néstor Roulet desembarcó como vicepresidente de CRA en 2007, lo que le permitió vivir en primera fila el conflicto agropecuario por la Resolución 125 de retenciones móviles que se desataría al año siguiente.

Miles de kilómetros en las rutas para sostener una protesta que se propagó con la velocidad del viento una vez que Martín Lousteau diera a conocer el nuevo esquema de derechos de exportación para los cereales en el país. La disposición sumaba un eslabón más a una serie de medidas que había aplicado el Gobierno a las ventas al mundo del campo. Antes había sido el turno de la carne y también puntualmente del trigo. El argumento siempre era “defender la mesa de los argentinos”.

“En 2006, cuando se cerraron las exportaciones de carne pensamos con toda la dirigencia rural que era un Gobierno que iba por todo. Era la primera señal de que podía ser un gobierno con toma de decisiones drásticas para el sector. En nuestra provincia, Huinca Renancó y Jesús María fueron lugares en los que pegó fuerte porque producen novillos pesados para exportación”, recuerda Roulet sobre aquel año en el que todavía presidía Cartez, una de las organizaciones más fuertes que integran CRA a nivel nacional.

Poco después comenzarían a incrementarse las retenciones a los granos. “Comenzó a subir las retenciones a la soja. Teníamos el 20%, después el 24%, el 30% y llegamos al 35%. Indiscutiblemente, su percepción era muy particular hacia la renta agropecuaria, pensaban que los gringos se llenaban de plata, que el campo no tiene amortizaciones. En 2007 y 2008 nos empezaron a preocupar cada vez más algunas medidas”, remarca el dirigente cordobés en diálogo con PUNTAL.

Recuerda Roulet que las retenciones móviles dejaban un precio fijo de la soja para los productores: de alrededor de 280 dólares la tonelada. Por la movilidad de los derechos de exportación, aunque subiera la cotización el precio para el productor no cambiaba. El Gobierno se llevaba todo lo demás.

“Ahí nos reunimos como entidades agropecuarias, que hasta ese momento sólo manteníamos relaciones formales, nada más. Cada uno tenía su espectro de productores. Pero esa medida nos hizo pelota a todos”, asegura quien por entonces sucedía a Mario Llambías al frente de CRA. El cargo de vicepresidente segundo lo ocupaba Ricardo Buryaile, quien hasta el año pasado fue ministro de Agroindustria nacional.

“El día del anuncio tuvimos el encuentro y al día siguiente comenzaron las manifestaciones de productores autoconvocados. El 12 de marzo fue la inauguración de la Mesa de Enlace”, destacó.

¿Hubo encuentros con el Gobierno?

Esperábamos un gobierno más dialoguista y conciliador. Fue muy duro en las primeras reuniones. Nos reunimos con todos en ese momento: Alberto Fernández, Martín Lousteau, Guillermo Moreno. Incluso llegamos a reunirnos con la Presidenta, pero tenían un mensaje claro de no cambiar nada. Mientras, veíamos que la protesta crecía en todo el país. La teoría nuestra es que no podés iniciar una siembra cambiando las reglas de juego antes de la cosecha.

¿Y cómo fue esa relación?

Nos trabajaron con muchas chicanas y recordemos los discursos de Cristina, que encendían más los reclamos. Alberto Fernández, que nos convocaba pero para hablar de todo menos de las retenciones.

¿Cómo administraron el conflicto?

Tuvimos que aprender a actuar en estos casos y hasta le pedimos consejos a un gremialista muy conocido a nivel nacional, con mayor experiencia en estos reclamos. Incluso llegamos a buscar lugares neutrales de reuniones o en el último piso de la Sociedad Rural Argentina, donde hay un quincho, o en el garage. Fueron momentos duros.

¿Creían que los escuchaban?

Lo hacíamos porque hasta se nos filtraban las conversaciones y eso generó hasta dudas entre nosotros. Dejábamos los celulares afuera por las dudas. Teníamos llamados extraños, ruidos extraños, y muchas veces esos ruidos no eran nada. Pero no tengo dudas de que tuvimos los teléfonos pinchados. A mí me pasó con un apriete que solamente lo sabía una persona y fueron hasta el campo con la excusa de ir a buscar hacienda. Y llegaron a la Sociedad Rural de Canals. Pasamos meses terribles.

Mientras había una ebullición en las rutas difícil de controlar...

Claro, en paralelo había más de 80 piquetes en las rutas con el temor de que pasara algo en alguno de ellos. Por eso hasta hicimos un protocolo de actuación, con reglas claras. Teníamos definido quiénes hablaban de política y quiénes de los aspectos técnicos. Tratamos de tener todo bajo control.

¿Y la etapa del Congreso?

Nos pusimos contentos cuando se mandó la discusión al Congreso. Y ahí muchísimos, más allá de no ser agrodiputados, vivían en el interior y en localidades con fuerte influencia del campo. Un diputado de Río Cuarto no puede decir que no conoce las cuestiones del agro. Por eso decíamos que esos diputados claramente debían estar respaldando a los productores. Los que no nos entendían eran fundamentalistas totales que respondían ciegos a lo que les decía Cristina. Y pudimos explicar a muchos legisladores y hacerles cambiar de posición. El caso de Cobos, por ejemplo, que nos decía que cuando recorría las rutas veía la realidad. Trabajamos mucho y fuimos varias veces a la Comisión de Agricultura; estuvimos un mes viviendo en el Congreso.

Había proyectos como el de Cantero, que proponía modificar la 125 y segmentar...

Sí, es cierto. Pero la posición de la Mesa de Enlace era clara: que se derogara la 125 y después discutir el resto pero en base al porcentual que había, del 35%, que ya era altísimo. Esos proyectos que había eran muy tomados de los pelos y buscaban que dejáramos las rutas.

¿Cómo superaron las diferencias entre las entidades?

La Mesa de Enlace trabajó muy bien y de manera compacta con dos entidades como CRA y Federación Agraria, de historias más combativas. Incluso hubo hasta un balanceo entre todas.

¿Cómo observa aquellos episodios a la distancia?

Hoy debería valorarse aquella pelea por el saldo institucional favorable que quedó para el país. No se conocía el Congreso hasta ese momento, nadie conocía a los legisladores ni se sabía qué hacían. Fue un cambio muy fuerte en ese sentido y mucha gente aprendió el rol de los tres poderes. En lo coyuntural, para el campo fue bueno porque los productores pudieron seguir produciendo. Los chacareros lo único que querían era seguir trabajando y tener reglas claras. Y quedó claro que el campo no iba a permitir que se lo llevaran por delante. Se creó y fortaleció la Mesa de Enlace, cuyas entidades también fueron conocidas por todos, cosa que hasta ese momento no ocurría. Marcó un antes y un después para el gobierno de los Kirchner, que creían en el poder total, y sin dudas esto fue un límite y advirtieron que las instituciones eran importantes. El ensayo de agrodiputados fue bueno en un comienzo pero no tanto después. Creo que no se necesitan agrodiputados, se necesitan diputados con sentido común, que defiendan al ciudadano de todo el país. Y los senadores en defensa de sus provincias, cosa que ahora se advierte más comúnmente. Fue una gesta importante en la que algo que comenzó con un tema impositivo después se convirtió en un tema que incluyó a toda la ciudadanía.
Gonzalo Dal Bianco