La locomotora funciona con maíz. Hectr Huergo

La soja fue la locomotora agroindustrial desde mediados de los 90. Ahora, es el turno del maíz. No porque se haya agotado el momentum de ese maná que llovió sobre las pampas a partir del shock tecnológico de la directa y la RR.

Un entorno de “precio lleno”, sin retenciones y con el mismo dólar para comprar que para vender, dispararon una expansión que sólo la impericia y la ambición del “vamos por todo” pudieron –finalmente—frenar.

Si algo hacía falta para ratificar que llegó la era del maíz, llegó esta semana con el congreso de Maizar. Una oportunidad para repasar el cuadro de situación de todas las cadenas vinculadas con el cereal que muchos siguen llamando “forrajero”, a pesar de que ya casi un 40% del que se produce en todo el mundo tiene un destino industrial. Es el nodo de una imponente cascada de valor que recién está haciendo sus pininos.

Vamos bien. Salvo en el rubro lechero, donde la crisis global se potencia en la Argentina por el impacto del clima, y en menor medida los cerdos (afectados por el ingreso de cortes brasileños y de otros orígenes) prácticamente todos los sectores de transformación del maíz exhibieron perspectivas atractivas.

Y en algunos casos, formidables. Sobre todo, cuando las políticas públicas del Estado se alinean en el sentido de la naturaleza de las cosas. Veamos.

Desde que se eliminaron las retenciones, se liberaron las exportaciones y se unificó el tipo de cambio, ganó rápido espacio la idea de que se venía una lluvia de maíz. Y que esto iba a impactar en los mercados, toda vez que la Argentina, es un gran exportador del cereal.

En estas páginas, insistimos en la necesidad de buscar nuevos usos (internos) por donde sea. El impacto mayor, sin duda, es activar el destino energético. Por eso el panel del congreso sobre bioenergía (que me tocó moderar) contó con sala llena. Nadie salió defraudado.

El secretario de Valor Agregado del Ministerio de Agroindustria, Néstor Roulet, ratificó que el Gobierno está acelerando la mezcla de etanol en las naftas, persiguiendo el objetivo de alcanzar algo parecido al modelo brasileño.

Allá, toda la nafta tiene un mínimo de 25% de alcohol anhidro. Pero también está el etanol puro, que pueden usar los autos con tecnología Flex.

Roulet dijo que se está trabajando con Adefa (fabricantes de autos), el Ministerio de Energía y el de Medio Ambiente para llegar al objetivo de surtidores de dos bocas: una para nafta y otra para etanol.

Pero anunció algo más, recogiendo el guante de un planteo que formulamos en las últimas semanas en esta columna. Se trata de la sustitución del aditivo MTBE (Metil Ter Butil Eter) por ETBE (Etil Ter Butil Eter).

El primero se incorporó cuando se prohibió el plomo en las naftas. Pero es un derivado del gas, que escasea y proviene de una fuente fósil. El ETBE sustituye el gas por etanol.

Roulet dijo que ya se está reacondicionando una de las tres plantas de MTBE que hay en la Argentina y se espera que pronto lo hagan las otras dos, de YPF. Son unos cuantos metros cúbicos adicionales de etanol en una ecuación donde todos ganan.

Todo esto sucedió un día después que en la legislatura de la provincia de Córdoba, la plana mayor del Ejecutivo provincial firmaba una declaración en la que pedía al gobierno nacional que privilegiase el desarrollo de la bioenergía.

En Córdoba están las tres principales plantas de etanol de la Argentina y ya han percibido la transformación que generan.

En Alejandro Roca, una ciudad de apenas 7.000 habitantes, había 40 camiones hace tres años. Ahora hay 400.

Pleno empleo, enorme demanda habitacional competitiva (porque es para alojar familias que gozan de empleos de calidad).

Los cordobeses están fascinados con la experiencia alemana, donde 8.000 plantas de biogás a partir del silo de maíz han terminado con la dependencia energética.

Se puede.