Agroquímicos: una calculadora, para aplicar con el menor impacto ambiental

El Ministerio de Agricultura presentó la herramienta en la Jornada Fitosanitaria del Colegio de Ingenieros Agrónomos. Para un técnico de la UBA, es mucho lo que no se sabe sobre plaguicidas.

William Thomson es un físico y matemático británico que, durante el siglo XIX, realizó numerosas investigaciones y dejó como legado una frase que atraviesa a todas las disciplinas científicas: “Lo que no se mide, no se puede mejorar”. Para Guillermo March, consultor de la Secretaría de Agricultura de la Provincia, la problemática de las aplicaciones de plaguicidas en las zonas periurbanas es una de las cuestiones que puede mejorarse con mediciones.

Junto a Diego Farías, uno de los miembros del equipo de la dirección de Fiscalización y Control del Ministerio de Agricultura y Ganadería, March dio a conocer una herramienta que próximamente la cartera agropecuaria pondrá a disposición de los productores en su página web: una calculadora ambiental. Esta presentación se llevó a cabo en la 2° Jornada Fitosanitaria Provincial, organizada por el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Córdoba, en la Universidad Nacional de Villa María.

Según March, el factor crítico no es la toxicidad intrínseca de una sustancia, sino su modo de uso. “Depende de nosotros el riesgo que tenga un plaguicida. Por ejemplo, el hecho de que sea banda roja o verde, no significa que sea necesariamente más seguro, porque depende de cuánto apliquemos. Los productos se ven en la cancha. Por eso, apuntamos a contar con un indicador de riesgo, un número que permita poder trabajar y disminuir el impacto de los plaguicidas”, puntualizó.

“La idea es que el productor o asesor, a la hora de elegir un producto, no sólo tome la decisión en función de su conveniencia económica o productiva, sino también teniendo en cuenta el factor ambiental y social”, completó Farías.

Cómo funciona. Esta herramienta se basa en el EIQ (Coeficiente de Impacto Ambiental, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos: una fórmula que establece el impacto de la aplicación de un fitosanitario en trabajadores rurales, consumidores y en el ambiente (agua y suelos). Según March, es el mejor de todos los EIQ que funcionan a nivel mundial debido a que, entre otras ventajas, permite estimar el impacto por plaguicida; se cuantifica el impacto promedio o por separado de cada componente; tiene una base de datos permanentemente actualizada; e identifica rápidamente plaguicidas de alto riesgo o valoriza los de menor impacto.

Así, tomando como parámetro el EIQ estadounidense, el Ministerio de Agricultura elaboró una fórmula adaptada a la realidad local y que permite establecer un coeficiente de impacto ambiental a campo. Concretamente, cuando ya esté en funcionamiento, los productores sólo deberán ingresar y agregar el porcentaje de ingrediente activo a aplicar, la dosis y la cantidad de pulverizaciones previstas: eso arrojará como resultado un índice que luego se podrá comparar con otras sustancias al repetir el mismo mecanismo. En un principio, los resultados servirán sólo para hacer estimaciones a nivel de lote pero, a futuro, el objetivo es que la herramienta sirva para hacer proyecciones de alcance regional.

Domina la incertidumbre. Un aspecto positivo de esta calculadora on line es que permitirá arrojar algo de precisión a una cuestión que, según el biólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Marcelo Wolanky, está dominada por la incertidumbre. “Es demasiado lo que no se sabe sobre plaguicidas. Las autoridades autorizan aplicaciones en base a lo que se sabe, pero el punto principal del proceso es cuánto no se sabe”, indicó Wolanky.

De acuerdo con este experto, todavía falta mucho por avanzar en las investigaciones sobre plaguicidas para tener resultados concluyentes sobre su probable impacto en humanos. “Al hombre, aun cuando lo pusiéramos en condiciones controladas de laboratorio, no sabríamos cuál es su exposición segura a sustancias tóxicas. Es muy difícil estimarlo, porque no se estudia absolutamente todo lo que podría ocurrir en un episodio de exposición. El animal de laboratorio, por ejemplo, no está enfermo; no hay animales diabéticos u obesos. Estamos modelando un hombre totalmente sano, que no existe”, explicó.
Fuente: Agrovoz.