El
precio de la oleaginosa en la Pizarra rosarina sigue escalando
posiciones, cerrando la semana a $ 3.565/ton para la entrega inmediata.
Sin embargo, esta mejora sólo puede impresionar a algunos pocos ya que
la mejora es mayormente nominal atada a la depreciación del peso
argentino. En divisas externas, convirtiendo las cotizaciones de acuerdo
al tipo de cambio comprador del Banco Nación, se tiene que la suba en
pesos del 21% en lo que va del año se transforma en una caída del 1% en
dólares.
Estadísticamente
los precios a esta altura del año tienden a comenzar a transitar la
fase decreciente del ciclo anual, atado al ingreso de los primeros lotes
de la cosecha. En otras palabras, normalmente los valores más altos del
año se consiguen entre los meses de diciembre/enero.
Esta
realidad estructural nos encuentra este año en una situación
preocupante: el volumen comercializado a la fecha de soja nueva es muy
bajo, magnificando los riesgos a una caída en los precios a los que se
ve expuestos una gran parte de la cadena.
Como
puede verse en el cuadro que acompaña al presente artículo, incluso si
suponemos –irrealmente- que todas las operaciones que se han realizado
en los dos mercados a término de nuestro país tienen como fin cubrir una
compraventa efectiva del grano (es decir, no se hace con el objetivo de
especular) a poco más de un mes de iniciarse la nueva campaña apenas se
ha comercializado el 12% de la oferta total disponible, mientras que
sólo un 5% tiene precio en firme.
Como
oferta total disponible estamos proyectando alrededor de 65 millones de
toneladas, compuestas por una producción de soja nueva de 58,5 millones
más un stock al inicio de la campaña de 6,6 millones de toneladas, que
quedarían como remanente por vender al 1ro de abril del 2016.
En
tanto, en los mercados a término del país el interés abierto en
contratos de futuros y opciones de soja que vencen entre abril del 2016 y
marzo del 2017 (es decir, las toneladas compradas o vendidas, según el
caso, que al jueves de esta semana se encontraban en poder de los
operadores del mercado) sumaban 0,7 millones de toneladas en ROFEX y 2,2
millones en MATba, totalizando alrededor de 3 millones de toneladas.
Por
su parte, el ministerio de agricultura ha informado que al 10 de
febrero el sector exportador había comprado 1,7 millones de toneladas,
mientras que la industria ya ha adquirido otras 3 millones. Con lo
anterior se tiene que los compradores de la tercera etapa de
comercialización ya se hicieron con 4,7 millones de toneladas pero de
los cuales apenas el 5% (0.25 millones de toneladas) tiene precio en
firme, el resto se ha realizado bajo la modalidad “a fijar”.
En
base a estos datos es que concluimos que en el mejor de los casos se
registran compras por 7,5 millones de toneladas, de las cuales menos de
la mitad cuenta a la fecha con una cobertura o “seguro de precio”, sea
en forma de precio en firme, o un piso o techo para el mismo en el caso
de los contratos de opciones.
Así
las cosas, la previsión de un debilitamiento en las cotizaciones en el
segundo trimestre del año no encuentra al sector bien parado si se
descuenta que un gran volumen de la cosecha termina siendo vendido en
plena trilla para atender a las obligaciones financieras adquiridas con a
priori por el sector de la producción.
En
tanto y de cara al futuro, en términos relativos la soja continúa
perdiendo atractivo en relación a los cereales, particularmente el maíz.
Los márgenes brutos proyectados para las siembras de este año se
inclinan en favor del forrajero ante lo cual la oleaginosa no resultará
la apuesta segura de gran parte de los productores por primera vez en
mucho tiempo.
Sin
embargo, a las iniciadas proyecciones de una oferta más ajustada que
pueda impulsar los precios le valen dos aclaraciones: una, que en las
últimas tres campañas el stock final del poroto ha resultado
históricamente abultado, sumando a la oferta disponible, y dos, que de
flexibilizarse el régimen de admisión temporaria de soja ello también
contribuirá a sumar a las oportunidades de originación de las fábricas,
limitando al menos parcialmente las mejoras en la disposición de pago.
De
momento, el factor con mayor potencialidad de favorecer que la soja se
negocie un escalón más arriba continúa siendo el imprevisible clima, de
lo cual nuestra zona tuvo un fuerte recordatorio al cierre de esta
semana. Sucede que si bien en los lotes altos las expectativas de rindes
aún son muy buenas, los altos acumulados de lluvia registrados han
diezmado los planteos del sureste de Córdoba y en todo el oeste de la
región núcleo en general, donde los campos venían muy recargados.
El
voluminoso milimetraje registrado se suma a las previsiones de más
lluvias para lo que resta de la semana, y frente a ello se diluyen las
esperanzas en que las plantas puedan sortear el escollo, aunque aún es
demasiado pronto para ponerle a ello números concretos. Esta situación
llevó al Gobierno Nacional a declarar la emergencia agropecuaria por
inundaciones en seis provincias, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Chaco,
La Rioja y Corrientes, y que se traducirá en beneficios para los
productores perjudicados por el efecto del fenómeno climático El Niño en
la región.
Febrero
resulta un mes crítico para definir el rinde definitivo de la soja que
ingresará en breve al circuito comercial, y por ello lo que ocurra con
el clima en lo inmediato resultará un dato crucial para definir la
campaña. Además, más allá del efecto de las lluvias sobre los rindes
productivos, éstas vuelven a complicar el estado de los caminos rurales
cuando ya las cosechadoras están calentando motores. En suma, la soja
resulta la protagonista de un acto de malabarismo entre los riesgos
climáticos y de precios.