Un campo unido para la nueva etapa. Manuel Alvarado Ledesma

Si por algo resulta interesante la historia económica es por la enseñanza que nos entrega para actuar sobre el presente y para vislumbrar el futuro.

Arturo Frondizi, al asumir la presidencia de la Nación en 1958, encontró un mercado con múltiples tipos de cambios, regulación de precios, tarifas atrasadas y una variada gama de restricciones al comercio interno y exterior. El desafío para regularizar el sistema económico era enorme. En pos de ello, consiguió acordar con los organismos internacionales para aumentar las reservas al tiempo que se dirigió a unificar el mercado de cambios y normalizar el clima de negocios para incentivar la inversión interna y extranjera. De esta forma, luego de algo menos de dos años, el país se puso en marcha.
¿Es posible que hoy se repita tal escenario? Sin dudas que lo es. Sobre todo porque ahora, a diferencia de aquellos años, los términos de intercambio para nuestro país se muestran, pese a todo, mucho más favorables.
La salida del cepo no es cosa gratuita. En lo inmediato, los problemas serán graves y las soluciones, mal interpretadas. Pero fue imprescindible hacerlo para volver a crecer.
Sin embargo, en la actualidad y desde comienzos del siglo, existe un factor desaprovechado: la demanda mundial de alimentos- que permitirá un notable rebote económico finalizando el 2016. Pero para ello, hay que poner en marcha la maquinaria, algo que acaba de comenzar.
Con crisis globales o sin ellas, y aún con desaceleración económica e incrementos en la oferta, el mundo continúa bajo la presión de los gigantes asiático -conocido como "Chindia" (China+India)- que seguirá aumentando la demanda de alimentos, fundamentalmente de alto contenido proteico.
Como la industria cárnica en tal región exige el aporte de granos, la producción de éstos requerirá una actividad creciente en los pocos países, donde está el nuestro, en condiciones de lograrlo. Así también exige el desarrollo de eslabones aguas arriba, a través de la industrialización de insumos y bienes de capital, y de eslabones aguas abajo, mediante la elaboración de alimentos destinados al consumo final.
Este es el gran factor que riega de venturosas esperanzas para la Argentina.
Pero no todo será un lecho de rosas. La sombra de fuerzas adversas, dentro del propio país, se alista para corporizarse. Veamos.
Ciertamente, la experiencia mundial enseña que las economías relativamente abiertas logran incrementar sus tasas de crecimiento. Pero al abrirse, surgen ganadores y perdedores. Y la Argentina no es una excepción.
Los últimos, mediante sus batallones de lobbies, intentarán frenar el cambio de la estructura económica. Dado que son muy pocos y concentrados en comparación con aquellos que resultan ganadores -el resto de la sociedad-, el embate de los perdedores resultará mucho más fuerte.
En esta suerte de puja, el campo argentino debe tomar parte mediante un adecuado marketing político a fin de concientizar a la sociedad sobre vital papel de la agricultura y la ganadería, para la nueva etapa económica.
Para ello se requiere formar una visión conjunta que permita actuar solidariamente en pos del objetivo trazado. Vale recordar las enseñanzas del economista y sociólogo Mancur Olson al explicar que los lobbies cuentan con mucho dinero y poder para empujar las decisiones en materia de política económica en favor de sus propios intereses.
El campo unido -únicamente, unido- puede tener suficiente peso para neutralizar las fuerzas negativas, en tanto y en cuanto opere sobre el análisis de la realidad lo más imparcialmente posible.