Los sectores productivos ante la expectativa de un cambio de ciclo. M. Lamothe

El principal objetivo del gobierno es concluir su gestión sin sobresaltos y generando un clima de optimismo en los votantes. Esta determinación de política ha provocado diversos impactos en los sectores productivos de la economía generando grandes perdedores, pero también algunos beneficiados.

La posibilidad de observar una corrección de los principales desequilibrios macroeconómicos antes de fin de año ha sido descartada. Quien resulte ganador en las urnas será el que resuelva la tarea inminente de implementar un ajuste en el esquema tarifario, redefinir la política de comercio exterior y posiblemente, realizar una corrección del tipo de cambio. Un menú complejo.

Mientras tanto, la coyuntura se balancea entre evitar una escalada de la inflación, garantizar la estabilidad cambiaria e impulsar el consumo mediante diversos programas que sustenten el ánimo positivo. Así, hasta diciembre tendremos un escenario compuesto por un tipo de cambio casi fijo, continuidad de restricciones a la importación y al giro de dividendos; incremento de la demanda local por mayor consumo público y privado; reducción de las compras externas y precios bajos para los commodities agropecuarios.

Esta conjunción de variables afecta de manera distinta a los sectores de la economía con saldos favorables y rojos, de acuerdo a las características de cada actividad. Los ganadores son aquellos que orientan su producción al mercado interno, especialmente si no dependen de las importaciones. En este perfil encontramos los servicios, la producción de calzado, textiles e incluso, de electrodomésticos, aunque en este caso continuarán las dificultades para acceder a insumos de fabricación externa. En menor medida, también presentarían una mejora los sectores ligados a la construcción, como la producción de minerales no metálicos y materiales.

En cambio, las economías regionales atraviesan una situación compleja, afectadas por la pérdida de competitividad y la reducción de su potencial exportador. En un dilema sin perspectivas, los productores deben decidir entre ajustar la producción o vender a un precio inferior, resignando rentabilidad. La industria vitivinícola (con una caída de 9,3% en las exportaciones durante el primer bimestre) y los productores de frutas, tanto peras y manzanas en Río Negro como cítricos en el norte del país, lideran la lista de los perjudicados.

Entre los sectores más afectados se encuentra también la industria automotriz, que tras una caída de la producción de 21,2% en 2014, se encamina hacia otro año que terminaría con una merma de 7%. Este rubro enfrenta grandes dificultades por la menor demanda de Brasil que prevé una contracción de 13,3% en las exportaciones.

Pero también hay efectos dispares como los que exhiben la producción agropecuaria y la de alimentos y bebidas. Por un lado, la industria láctea se encamina a otro año negativo, producto de la pérdida de rentabilidad generada por el derrumbe del precio de la leche en polvo en el mercado internacional y los controles de precios, en el interno. A su vez, la baja de precios internacionales en los granos, la apreciación cambiaria y las restricciones a la exportación impactan negativamente en los márgenes de los productores agrícolas, que en campos arrendados sólo tienen saldo positivo con el cultivo de soja.

Las actividades relacionadas a la explotación de hidrocarburos tienen una coyuntura especial. El derrumbe de los precios internacionales del crudo afecta las inversiones por lo que la producción de petróleo mantendría su tendencia decreciente. En cambio, gracias al impulso de YPF y el programa Gas Plus, se observa una recuperación que redundaría en una mayor disponibilidad de gas para la industria.

Ante este escenario, es clave entender que 2016 será un período clave para los diferentes sectores y las regiones. Es claro que muchos esperan algún cambio en este nuevo ciclo, especialmente luego de los últimos dos años en los que la política funcionó como un esquema de transición. Como describimos anteriormente, ciertos sectores, y especialmente las economías regionales despiden el año en una situación crítica producto de la fuerte pérdida de competitividad sumada al recorte en la demanda de sus mercados de destino, especialmente Brasil y a los precios de las commodities que no oxigenaron el panorama.

Los diferentes actores tienen la expectativa de que se van a observar cambios, sobre todo porque el esquema actual no es sostenible y consideran que si el nuevo gobierno quiere una economía de crecimiento deberá apuntar sus estrategias a apalancar la inversión. Para ellos, las variables son lógicas: se necesita reacomodar los precios relativos (tipo de cambio y tarifas), desarmar el esquema de control cambiario y de comercio exterior y simultáneamente, consensuar la definición de instituciones regulatorias creíbles y sostenibles.

Es claro que la evolución de los distintos sectores en el próximo ciclo estará condicionada por el gradualismo de las nuevas políticas y la capacidad de espera que posea cada uno. Pero en el mediano plazo, los desafíos son cruciales y estarán focalizados en cómo transformar esos sectores en realmente competitivos, más allá de lo que determina hoy la coyuntura de costos.