La realidad de la situación de los productores exclusivamente agrícolas en la Argentina es muy heterogénea, influenciada principalmente por la relación calidad/riesgo del ambiente en el cual produce y, además, por el régimen de tenencia de la tierra y por la ubicación a puerto desde donde se produce (flete).
El primer punto fuerte sobre el cual se analiza el negocio agrícola es en función de la calidad del ambiente en producción. Un ambiente de alta productividad reduce el riesgo de la actividad al ofrecernos un piso de rinde limítrofe a su indiferencia de costos, ésta es básicamente la respuesta al por qué se pagan altos alquileres en buenos ambientes. Hago esta salvedad ya que bastantes actores del sector confunden la óptica de éste análisis. El error es pensar que el alquiler alto está formado fundamentalmente por la alta potencialidad de producción que ofrece ese lote, situación que no es tal, ya que "lo que se paga es el menor riesgo de quebranto".
La lógica de las empresas de la zona agrícola núcleo, que utilizan y utilizaron éste tipo de estrategia, interpreta al negocio de arrendamiento con las siguientes equivalencias/consecuentes: buen ambiente=alto arrendamiento=menos riesgo=más costos=menos margen.
Ahora bien, si esos buenos ambientes productivos comienzan a tornarse riesgosos, ya sea por anegamientos dentro del campo como así también por sus accesos complicados durante gran parte del año, la ecuación anterior empieza a modificarse. Esos ambientes dejan de ser seguros, entonces, ya no pago dentro del alto arrendamiento la seguridad de cosecha cercana a su indiferencia. En estos tipos de ambientes hoy ya sus alquileres bajaron y varios ya se están trabajando con acuerdos a porcentaje.
En este ejemplo queda claramente expresada la íntima relación entre el tipo de ambiente y el costo de arrendamiento. Si consideramos que alrededor del 60% de la superficie de la Argentina se encuentra en producción por manos de inquilinos, este ítem con su determinante peso dentro de los costos de producción es el que hace la diferencia entre las expectativas y las realidades de cada actor de la producción agrícola.
Por ejemplo, un productor en un ambiente promedio de 3000 kilos de soja por hectárea, si es propietario y con un flete de 170 kilómetros, tendrá un margen bruto para un paquete de costos de la zona igual a 325 dólares por hectárea (con soja vendida a US$ 244, sin pasar por estructura e impuestos). Ahora bien, si ese mismo productor es inquilino y paga 15 quintales de soja por hectárea de arrendamiento, pasa a perder 41 dólares por hectárea.
De esta manera demostramos la heterogeneidad de escenarios económicos que podemos encontrar en una misma región, como entre Inriville y Corral de Bustos, en el sudeste cordobés, donde abundan los ejemplos de encontrarnos a tan sólo dos kilómetros de distancia a productores con realidades muy contrastantes. Situaciones en las cuales, por un lado, lograron una muy buena producción en campo propio y no sufrieron inconvenientes con los anegamientos, contra otro agricultor al que se le inundó el campo, está con escasa producción por esos inconvenientes y paga alquiler.