Precios, producción y la discusión que va más allá del mercado. P. Adreani

Las mayores ventas de soja norteamericana, en teoría con impacto alcista sobre Chicago, no pudieron con los informes de una cosecha cada vez mayor en Brasil. La firma AgroConsult está estimando ahora la producción de soja brasileña 2016/17 en 113,3 millones de toneladas, un aumento del 18% con respecto a los 96,3 millones de toneladas de la cosecha anterior. Mientras que la superficie de siembra aumentó solamente el 2%, pasando de 33,3 millones de hectáreas a 33,9 millones.


El rinde promedio nacional de soja en Brasil ya supera los 3300 kilos y se acerca al rinde promedio de soja en EE.UU. Un reciente informe publicado en Field Crops Research (Investigaciones sobre Cosechas Agrícolas), con datos obtenidos en Iowa, Nebraska, Kentucky y Arkansas indica que el rendimiento por hectárea en las zonas analizadas aumentó en 32 años un 80%. En aquellas zonas que se caracterizaban por la baja productividad y las condiciones inadecuadas del cultivo la producción de soja no aumentó desde 1972. Primera conclusión, el desarrollo de las nuevas sojas con amplia variedad de genes aptos para cada una de las distintas condiciones agroecológicas expresan su mayor productividad en aquellas zonas consideradas con mayor potencial. La mejora genética de soja en los Estados Unidos es producto de los miles de millones de dólares invertidos en investigación y desarrollo, que van logrando cada vez mejores variedades, y ahora es Brasil quien sigue los pasos de los norteamericanos.

Todo este análisis cobra importancia cuando proyectamos el aumento de la demanda mundial de soja para la próxima década. Y los principales países que van a poder abastecer el crecimiento de esa demanda, Brasil y la Argentina, pues los Estados Unidos reconoce que no puede aumentar en forma significativa su producción global. Ahora bien, los productores de nuestro país, en las actuales condiciones, no podrán tener acceso a las nuevas variedades de soja, con mayor potencial de rendimiento y resistentes a una gran diversidad de agroquímicos específicos mientras las empresas proveedoras de esa tecnología no tengan la garantía que podrán cobrar y recuperar las millones de dólares invertidos para su desarrollo. Es decir no van a poder competir de igual a igual versus los productores de Brasil y EE.UU. Los farmers norteamericanos y de Brasil saben muy bien que la única forma de competir es lograr mayor productividad. En cambio, en la Argentina seguimos discutiendo si hay que pagar o no la tecnología, cuando esta cuestión ya no se discute ni siquiera en Mozambique, donde la FAO ayudó a intensificar la producción de semillas.


El autor es director de AgriPac consultores