Ideas para el ciclo político que viene. Martín D'Alessandro y Gabriela Ippolito-O'Donnell

A pocos días de una nueva elección elección presidencial, y probablemente del inicio de un nuevo ciclo político y económico, no son muchas las señales de la dirigencia política hacia la ciudadanía acerca de qué problemas estructurales vislumbran como prioritarios en nuestro país, y sobre todo, de qué diagnóstico ellos parten. Para salir del empobrecimiento del debate político la dirigencia podría nutrirse con provecho del legado que ha dejado el pensamiento de Guillermo O’Donnell, uno de los intelectuales y académicos más importantes que ha dado nuestro país. O’Donnell reflexionó y marcó gran parte de la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas durante cuarenta años, alrededor de tres ejes fundamentales.
En primer lugar, una dimensión importante de su obra estuvo dedicada a entender la naturaleza del Estado. Según O’Donnell, el Estado es una gran maquinaria de poder que tiende a regular la vida de las personas, con las que se relaciona mediante dispositivos conceptuales como las ideas de “nación”, “ciudadanía” y “pueblo”, a través de las cuales obtiene legitimidad, reconoce derechos individuales y repara a los desfavorecidos en la distribución de los recursos en una sociedad. En este sentido, el sistema legal es la cristalización de una determinada concepción de la vida en común de un país. Sin embargo, nuestra dirigencia política no parece tener una base sólida para pensar el Estado ni claridad intelectual para delinear los límites de esos tres conceptos.
Pareciera que la discusión se limita a si hay que idolatrar o no al Estado, pero no parece haber reflexión acerca de las complejas implicancias políticas, económicas y sociales de tales decisiones, ni acerca de cómo mejorar el proceso de producción, implementación y evaluación de las políticas públicas, tanto en el nivel nacional, como el provincial y el municipal. ¿Cómo se relacionan hoy esos diversos niveles? ¿Qué calidad tiene hoy nuestro Estado como productor de bienes públicos? ¿Con qué objetivos a nivel macro se elaboran e implementan las políticas?
En segundo lugar, los escritos de Guillermo O’Donnell, luego de estudiar en detalle el autoritarismo, influyeron decididamente en la forma de pensar la democracia en tanto régimen político en los países de la región y también más allá. Para O’Donnell, las reglas básicas de la democracia, como la existencia de elecciones libres, limpias, competitivas e institucionalizadas constituyen no un punto de llegada sino de partida desde el cual empezar a pensar la democracia. A pesar de que los sucesos de Tucumán ya han obligado a la política y a la Justicia a tomar medidas tendientes a que la democracia no pierda su sentido más básico, el del voto libre y el escrutinio limpio, el proceso democrático en su conjunto debería ser mejorado, más allá de ese imperativo inicial. O’Donnell fue uno de los politólogos que instaló en el mundo el concepto de “la calidad de la democracia”. Esto significa que los regímenes democráticos no son todos iguales por el hecho de compartir esos atributos básicos, sino que difieren en cuanto a, básicamente, la presencia, ausencia o deficiencia de mecanismos institucionalizados de control a los gobernantes y de búsqueda de acuerdos entre los actores políticos y sociales. Cuando estos mecanismos de control están ausentes y los gobernantes se autoconvencen de ser los salvadores de la patria, entonces las democracias son de baja calidad, y “delegativas”. ¿Qué entienden nuestros políticos por “democracia”? ¿Qué uso piensan hacer del poder político al que aspiran? ¿Bajo qué fundamentos se considerarán gobernantes legítimos?
En tercer lugar, también otro conjunto importante de ideas de O’Donnell debería ser atendido: aquel que se refiere a cuáles son las condiciones sociales básicas para que la democracia sea efectiva. En efecto, él consideraba que la democracia no puede profundizarse si cada ciudadano, cada miembro del demos, no tiene un acceso razonable y equitativo al ejercicio de sus derechos. Si una persona no puede satisfacer sus demandas básicas (comida, vestido, salud, vivienda), o no tiene una escuela cerca, o es torturada o amenzada por la policía, o estigmatizada por un juez, o reprimida de alguna forma por sus opiniones políticas, entonces esa persona es un ciudadano, o una ciudadana, “de baja intensidad”, y su vinculación con la democracia será, muy probablemente, problemática. ¿Cómo entiende la dirigencia política (y también la económica) argentina la dimensión real de estos problemas? ¿Qué tipo de relación pretende construir con los sectores desfavorecidos? ¿Qué acciones cree necesarias para garantizar todos esos derechos adquiridos?
El pensamiento de un intelectual lúcido y comprometido con la democracia y con sus congéneres puede ser una provechosa guía para pensar los problemas de nuestro país de manera integrada y coherente. Los sectores dirigentes podrían incrementar los beneficios de su labor si prestaran más atención a nuestros intelectuales más renombrados, porque la inmediatez de la lucha política y de las encuestas electorales es solo una parte de las responsabilidades que pretenden asumir.

Martín D'Alessandro y Gabriela Ippolito-O'Donnell son politólogos, autores del libro "La ciencia política de Guillermo O'Donnell" (Eudeba).