Los costos de volver a la ganadería. Ignacio Iriarte

Hay una vuelta de la agricultura a la ganadería, pero es muy lenta. No se da en la zona núcleo, sino principalmente en las áreas más recientemente incorporadas a los cultivos de cosecha, que sufren triplemente: por las fuertes variaciones climáticas, por los bajos precios de los granos y por el insólito peso de los fletes.
En general, el obstáculo para volver a la ganadería es siempre el mismo: la enorme inmovilización de capital que se necesita hoy para realizar esta actividad. Pero muchos productores viven de otra cosa (profesionales, empresarios, comerciantes, industriales) y disponen del capital necesario para volver a armar una estructura ganadera: alambres, mangas, puestos, aguadas, praderas, verdeos o silaje.
Un asesor calculó recientemente el gasto necesario para volver a la invernada es de 300 dólares por hectárea, a lo que habría que agregar otros 900 dólares de hacienda, a razón de dos novillitos o terneros por hectárea. El que intenta volver a la ganadería, además, se encuentra con otro obstáculo casi insalvable: el problema de la falta de personal calificado para una explotación ganadera mínimamente tecnificada.
A diferencia de hace un años atrás, se conocen contratos de capitalización, tanto de engorde o recría, como de cría. El dueño del campo pone un verdeo o pradera, y el inversor, que puede ser un criador, un feedlotero o un fideicomiso, aporta el ternero o novillito. Pero la vuelta a la ganadería por ahora es muy lenta, a nivel macroeconómico, casi anecdótica.
Candidatos
Los equipos económicos de los principales candidatos a presidente han dejado de hablar de la carne vacuna; hasta hace pocos meses, mostraban la política ganadera K como el compendio de todos los errores en que se puede incurrir. Se habla de la baja de retenciones para el trigo, para el maíz y para casi todos los productos regionales, pero nada se dice ahora de la carne vacuna.
Un industrial nos afirma que el atraso cambiario es enorme, y que en el corto plazo una quita o reducción sustancial de las retenciones para la carne vacuna tendría un efecto positivo selectivo: beneficiaría a los frigoríficos sin generar el impacto que podría causar una devaluación general que, rápidamente, se trasladaría a los salarios, a la energía y a los gastos generales.
Según el industrial, el problema es que sólo con una quita de retenciones el sector no sería competitivo. Porque todos nuestros competidores (Brasil, Australia, Uruguay) y nuestros compradores (Rusia, Unión Europea, Chile y ahora China) han venido devaluando este año. El novillo en la Argentina, a través del tipo de cambio neto para la carne vale hoy 60 por ciento más en Brasil.
“Tanto en el caso de la quita de retenciones, como en el de una eventual devaluación, sospechamos que de producirse, todos los exportadores aumentaremos nuestras compras de novillos y vacas, y esa presión sobre el mercado traerá subas generalizadas en el valor del ganado, estando en pocas semanas en el punto de partida nuevamente”, observó el industrial. Un sindicalista, por su parte, dijo: “Se trata de devaluar sin afectar el poder de compra de los salarios y eso es imposible. Al ganadero que tiene puesta toda su esperanza en una devaluación le recuerdo que en el corto plazo afectará también el poder de compra de los asalariados, que por mucho tiempo seguirán siendo 85 a 90 por ciento de la demanda por sus haciendas. No sé cómo hemos llegado a este punto, pero no será fácil de salir de esta situación: vamos derecho a quedarnos sin reservas en el Banco Central y todos sobreestiman la capacidad y posibilidad que tenemos de endeudarnos”.