Natacha Jaitt, ¿candidata a vice? Carlos M. Reymundo Roberts LA NACION

Las tres noticias más importantes de la semana fueron que Lula va preso, que liberaron a Puigdemont y que Natacha Jaitt todavía anda suelta.

No solo suelta. Estuve estudiando su perfil intelectual y psicológico y llegué a una conclusión. Repasemos. Se cree una diosa, es zarpada, habla hasta por los codos, tiene una lengua viperina, tira tuits incendiarios, es malísima y disfruta siéndolo, rompe las reglas, monta shows mediáticos, se contradice una y otra vez, le encanta la guita y tiene el tic de arreglarse el pelo. ¿La conclusión? Creo que es la mejor candidata para acompañar a Cristina en la fórmula del kirchnerismo residual en las elecciones del año próximo.

En serio lo digo: no hay muchas personas, en el mercado político argentino, que reúnan esas condiciones. Probablemente Cris y Máximo estén avanzando en esta línea, sobre todo después de haber visto cómo se le plantó al sistema judicial en Comodoro Py y cómo escapó corriendo. Veo ahí un ADN contestatario, desafiante y rebelde que seguramente hace las delicias de los Kirchner. "Soy prostituta, y de las caras", proclama orgullosa, un desenfado que nos remite al de su compañera de fórmula cuando se presentaba como "abogada exitosa", "arquitecta egipcia" y "madre de todos los argentinos". Sospecho que Parrilli ya debe haber recibido la orden: "Che, idiota, reunite con esta mina y averiguá cuánto pide". Ojalá se concrete el encuentro, para completar la saga histórica: San Martín-Bolívar, Perón-Balbín, Jaitt-Parrilli.

En tiempos de fuerte declinación del centimetraje de la causa nacional, popular y hotelera, Natacha consigue no solo que la inviten a lo de Mirtha y conducir la mesa, y que el video en YouTube de ese programa tenga miles de reproducciones, sino que desde hace una semana todos estemos hablando de ella. Y que un grande como Claudio Escribano le dedique un artículo, aunque para ponerla como ejemplo del declive de los estándares morales y culturales de la sociedad. Pensemos, además, que Cristina siempre tuvo a su lado a parlanchines desvergonzados, a personajes tan poco comprometidos con la verdad como Aníbal Fernández, Capitanich y Boudou. ¿Por qué no darle una oportunidad a Nati, cuya única vinculación con la verdad es que una vez googleó la palabra para conocer su significado? Sí, a Nati, que tiene expertise en misiones de Inteligencia; altas misiones, diría yo, porque no es fácil andar persiguiendo gente por las calles.

Lilita Carrió dijo, precisamente, que lo de la Jaitt es una operación de Inteligencia en contra del Gobierno. Tengo mis dudas. Lo peor de esta historieta es que enchastró todavía más, con información falsa, el espeluznante caso de abuso de menores en clubes de fútbol. Y por momentos pienso que en realidad es una operación del Gobierno: durante esta entretenida semana, el escandalete sirvió, por ejemplo, para dejar en segundo plano el tercer aumento de las naftas desde que empezó el año (aunque también es cierto que son tantas las cosas que aumentan que las subas se tapan unas a otras). Sirvió, además, para relegar a las páginas interiores de los diarios la noticia de que la caída en el consumo ha puesto a Carrefour en serios problemas, lo cual, a su vez, deja a Sergio Massa sin su principal caballito de batalla: los supermercados son unos angurrientos que se quedan con toda la guita. Y el affaire Jaitt sirvió, finalmente, para amparar la presencia del ministro de Finanzas, Luis Caputo, en la comisión bicameral de la deuda externa. Respecto de este episodio existe otra duda: no se sabe si lo del mensaje que le mandó a Gabriela Cerruti fue un error suyo o una jugada maestra de Durán Barba, porque al final se habló más de ese insignificante papelito que de los papelitos que el ministro, ahorrista precavido, atesoraba en paraísos fiscales. O de los papelitos de deuda que estamos acumulando. Lo que sí se sabe es que Cerruti conquistó el campeonato mundial de magia: convirtió un mensaje inofensivo en una proclama machista, una amenaza a su seguridad, un atentado contra la libertad de expresión y una violación a los derechos humanos. Tenía ganas de mandarle un mail para felicitarla, pero me dio miedo de que me acusara de facho, nazi, agente de la CIA, exterminador de pueblos originarios y terrorista de Estado Islámico.

Sin querer ponerme en sociólogo (para eso está Eduardo Fidanza, unas páginas más adelante) ni en filósofo (para eso está Luis D'Elía), mi reflexión es que los países tienen las Natacha Jaitt que se merecen. Lo cual no es necesariamente grave. En Estados Unidos gobierna Trump, en Italia todavía está vivito y coleando Berlusconi y España parió a una generación de independentistas catalanes más truchos que el título de máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Quiero decir: carguemos a Natacha sobre nuestras espaldas con cristiana resignación, así como Venezuela carga a Maduro, que es infinitamente más pesado, y como la Justicia brasileña se cargó a Lula. Además, siempre hay formas de compensar: podemos enorgullecernos de que nuestro suelo dio frutos como Francisco, como la reina Máxima y como el rey Messi. ¡Que el árbol Natacha no nos impida ver el bosque!

Pensemos en que esta chica arrebatada de hoy puede mañana ser nuestra vicepresidenta.