La era Macri. Alejandro Borensztein

La diputada Cerruti adora la causa nacional y popular. Mucho más, adora las cámaras de tv.



La pesca al lengue lengue se hace con una caña cualquiera a la que se le ata una simple tanza de 2 a 3 metros de largo con una plomada en la parte inferior y 5 ó 6 anzuelos chicos bien brillantes. Pueden ser dorados o plateados. Lo importante es que brillen.

La técnica consiste en subir y bajar suavemente la caña, desde un muelle o un botecito, para que el movimiento y el brillo atraigan a los peces y estos muerdan el anzuelo sin necesidad de colocar carnada alguna.

El arte depende básicamente de la muñeca del pescador y por supuesto de que haya algo de pique. Si no hay pique, por más que te pases el día subiendo y bajando la cañita, al final te volvés a casa con el balde vacío y terminás poniendo unos fideos.

El lengue lengue es la técnica ideal para enganchar pejerreyes. También kirchneristas.

Esto podría explicar lo que pasó el miércoles en el Congreso durante la interpelación al ministro Luis Caputo.

El tipo le mandó a la diputada Cerruti un papelito de morondanga pidiéndole simpáticamente que no meta a sus hijas menores de edad en el tema de las famosas offshores. Una canchereada de pescador. O sea, sacó la caña y empezó suavecito con el lengue lengue.

Cerruti, que adora la causa nacional y popular pero mucho más adora las cámaras de televisión, vio la oportunidad y salió a hacer un escándalo con un asunto que no tenía ninguna relevancia. O sea, ni siquiera había carnada, vio el brillito y se tragó el anzuelo.

Por dos minutos de fama, Cerruti arruinó la interpelación a Caputo con un escandalete que obligó al senador José Mayans, presidente de la comisión y peronista, a levantar la sesión.

Así Caputo se fue a su casa feliz, sin más preguntas y con el balde lleno de pejerreyes. A freirlos y a morfárselos con mucho limón, papitas y una cerveza bien helada mientras toda la oposición, incluído el kirchenrismo, se quedó puteando a Cerruti y al diputado Agustín Rossi que venía nadando detrás de ella y también picó de lo lindo.

Esta es una de la teorías de lo que pasó esa mañana. La otra es un poco más perversa.

Dicen los que creen en las teorías conspirativas que el grupete que trabaja para Durán Barba en el proyecto de mantener fuerte a Cambiemos, encabezado por Boudou, D’Elía, Moreno, Aníbal y algunas otras figuras, ahora sumó al elenco estable a la diputada Cerruti.

No está claro cual fue el cachet que ella cobró por su participación especial en este capítulo, ni tampoco sabemos si le tiró una anchoa a Agustín Rossi para que en el medio de la escena salte como un loco y colabore con el operativo “levantá la sesión y vámonos a casa”.

Pero en cualquier caso, la verdad no puede escapar a alguna de estas dos posibilidades: o fue por guita o se tragaron el anzuelo.No quiero pensar que haya sido de puro boludos nomás, porque en tal caso el nivel de la política argentina sería más patético de lo que pensamos.

La interpelación no daba para muchas vueltas. La única pregunta de rigor que un opositor serio debía hacer era: “oíme viejo, ¿cuanta guita más calculás que vamos a tener que pedir prestado?” La respuesta de rigor que un oficialista serío debía dar, también era sencilla: “mirá macho, vamos a tener que pedir toda la mosca que haga falta para tapar el agujero que dejaron ustedes”.

A esto se le podía haber sumado un debate serio sobre aquellos funcionarios como Caputo, Dujovne o Aranguren que guardan sus ahorros en el exterior. Todo en blanco y todo legal. Pero indefendible. ¿Si no la traés vos que sos parte del gobierno argentino, por qué me pedís que la traiga yo que vivo en Oklahoma?

Es obvio que un tipo que tiene mucha guita prefiere colocarla en bonos americanos custodiados en el JPMorgan de Nueva York, y no en una caja de ahorro del Banco Finansur de Cristóbal López. ¿Se entiende la diferencia? Tenés que estar loco para poner tu guita en manos de López y De Sousa en lugar de dejar que te la cuide Rockefeller. Pero alguna solución intermedia para los funcionarios con mosca debería haber.

Por ejemplo, yo propongo que los funcionarios del gobierno puedan tener su guita donde quieran, pero que estén obligados a colocar un buen porcentaje en bonos argentinos. De ese modo, cada vez que gasten un mango y cada vez que pidan prestado un dólar, la van a pensar dos veces.

Si la cosa sale bien, como todos queremos, el funcionario quedará como un patriota que tiene su guita colocada en activos argentinos, aunque esté en el exterior. Y además habrá hecho un gran negocio porque nuestros bonos pagan una tasa de locos.

Y si la cosa sale mal y se quema todo, se quema la de ellos también. Mala suerte. Lo justo es justo.

Es más, pensándolo bien, todos los políticos argentinos que tiene alguna capacidad de ahorro deberían hacerlo en Bonos del Tesoro Nacional. O sea, en lo que se denomina deuda soberana argentina.

Por ejemplo, el Compañero Massa se la pasa pidiendo que bajen los impuestos y suban las jubilaciones y los salarios. Vivísimo, yo también quiero lo mismo. Te voto con las dos manos. Pero eso significa cada vez menos recaudación, más gasto, más déficit, por lo tanto cada vez más deuda y finalmente cada vez más al borde del precipicio.

Si el tipo tuviera su guita colocada en bonos argentinos no andaría por ahí pidiendo baja de impuestos y suba de salarios tan graciosamente. De hecho, esta idea terminaría con el famoso Teorema de Baglini que dice que “el grado de responsabilidad de las propuestas de un político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”. Cuando esta en juego la tuya, la pensás dos veces antes de decir boludeces.

Lo mismo le cabe a Caputo: ¿Vas a colocar deuda? Colocá toda lo que quieras, pero comprala vos también, papi. Mostrame que estás seguro de que vas a poder honrar el compromiso poniendo tu propia guita en juego.

Ministro Dujovne, I have a dream: tu tarasca en bonos argentinos. No sé si van a tomar las medidas correctas, pero le juro amigo lector que esta gente no duerme más hasta sacar el país adelante.

Pero para llegar a que alguien proponga estas ideas, y tengamos un debate adulto, hace falta que las Cerrutis, los Rossis y los Kicillofes no rompan más la pelotas y dejen que los opositores serios laburen en paz.

¿Qué es un opositor serio? Alguien que entiende en que lugar de la historia estamos parados. Que sabe cuando es su hora y cuando no. Pichetto, Urtubey, el mismo Massa, Margarita.

La historia se mira desde un poco más lejos. Alfonsín marcó el rumbo. A él le debemos haber restaurado la democracia y haber convencido a la sociedad de que los problemas no se resuelven con golpes de estado.

Después vino la Era Menem que duró 10 años y dejó poco y nada. Luego le siguieron los 12 años de la Era Kirchner. Chiche bombón: 30% de pobres y un país vaciado. Ahora estamos en una nueva etapa. ¿Serán 8 años? ¿12? Nadie lo puede saber.

Mientras Cerruti ejercía la oposición gritando desaforada contra la violencia de género por un simple papelito que no decía nada, atrás de ella el diputado Agustín Rossi entraba a la inmortalidad con su frase: “¡¡¡¡Claramente en 2019 este accidente de la historia se va a terminar!!!”. Como les gusta comerse el anzuelo a estos muchachos. Pareciera que todavía no se dieron cuenta que, para bien o para mal, comenzó la Era Macri.

Usted me dirá, ¿y cómo? ¿esta va a ser la única nota del fin de semana que no diga nada sobra Natacha y Nachito? Silencio piadoso. Otros dos que vieron el brillito abajo del agua. Hágame caso amigo lector, no se deje encandilar. Es mejor ser un simple y humilde pescador de lengue lengue que un pelotudo que muerde un anzuelo sin carnada.