La carne gusta más con incentivos que con prohibiciones

La medida oficial de reducir por 90 días el peso mínimo de faena de las terneras busca estimular la recría de novillos.

Se suele decir que los argentinos somos hijos del rigor y que para inducirnos a determinadas conductas es mejor castigar la no realización que estimular la concreción. Y no siempre los resultados son los buscados.
A casi 15 años de haber sido implementada, la prohibición que tienen los frigoríficos de faenar animales bovinos por debajo de determinado peso ha demostrado con resultados que sus efectos no fueron los esperados. Es por ello que muchos eslabones de la cadena de ganados y carnes sostienen que es el momento para modificar la norma y estimular la producción.
El límite mínimo al peso de faena comenzó a regir en 2005; fue durante la gestión del entonces secretario de Agricultura de la Nación Miguel Campos, con la intención de impulsar la producción de más carne; una iniciativa que el propio Gobierno nacional se encargó de neutralizar, durante los años posteriores, con la aplicación de controles de precios y desincentivos al comercio.
Lo concreto es que luego de más de una década de vigencia, el peso medio de la res faenada no aumentó: se mantiene en niveles similares: entre 220 y 227 kilos de carne. Incluso hubo años, como 2009, cuando lo producido llegó a 210 kilos.
La Federación de Industrias Frigoríficas de la República Argentina (Fifra), entidad que agrupa a frigoríficos de Córdoba y Santa Fe, es crítica de la medida. Considera que no cumplió con el objetivo deseado y que es momento de introducirle algunas modificaciones que favorezcan a la producción.
Su propuesta de cambio llegó a la Mesa de Ganados y Carnes que preside el presidente Mauricio Macri. Allí, y ante un escenario dominado por la sequía, el Gobierno decidió reducir por 90 días el peso mínimo de las terneras para faena de 300 a 260 kilos. De esta manera, y hasta el 30 de junio, los frigoríficos serán castigados con una caución de 10.116 pesos por cada res de ternera que los controladores fiscales detecten por debajo de los 143 kilos.
Razones
A simple vista, enviar a faena animales más livianos, en especial hembras, puede resultar contraproducente: se está sacrificando la futura fábrica de terneros, sostienen sus detractores.
Desde la otra vereda se refuta ese razonamiento y se defiende la medida.
Desde Fifra, sostienen que el porcentaje de hembras dentro de la faena nacional está en un nivel de equilibrio y que no muestra signos de liquidación. A partir de esta conclusión, aseguran que la reducción en el peso de faena de las terneras es conveniente por dos motivos.
En primer lugar, las terneras se “sobre engrasan” antes que los terneros, lo que obliga a un proceso de recría mayor para evitar pérdidas en el rendimiento y para alcanzar el kilaje mínimo de 300 kilos.
Por otro lado, la reducción de peso generaría más demanda de los feedlots por las hembras que los criadores no quieran retener, y llevaría a que los machos entren en el proceso de recría, lo que generaría un crecimiento en la oferta de novillitos pesados y novillos. De esta manera, aseguran sus propulsores, se incrementaría el peso medio de faena a través de incentivos y no mediante restricciones.