Cantero: “El Gobierno de Cristina estuvo a punto de caer en ese momento”

El exdiputado nacional y extitular de la Comisión de Agricultura de la Cámara Baja, Alberto Cantero, dijo que la dirigencia agropecuaria traicionó a los pequeños productores. “Amenazaron a mis nietos”, relató.

El exdiputado Alberto Cantero era el representante fuerte del kirchnerismo en el sur de la provincia cuando estalló el conflicto con el campo el 11 de marzo de 2008. Pero además ocupaba un lugar que sería clave durante el proceso de confrontación del gobierno de Cristina Fernández con el sector agropecuario: era el presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados.

Protagonizó durante largas semanas cruces con dirigentes rurales de la zona hasta que terminó siendo declarado “persona no grata” por parte de la Sociedad Rural de Río Cuarto. La pelea por la Resolución 125 del Ministerio de Economía que conducía Martín Lousteau había lanzado a miles de productores a las rutas, que organizaron piquetes para garantizar el paro total del sector en rechazo a la medida que denunciaban como confiscatoria. Cantero asegura que el Gobierno de Cristina estuvo a punto de caer en el momento más álgido del conflicto, cuando la discusión llegó al Congreso de la Nación.

“El conflicto tiene cuatro etapas. La primera comienza el 11 de marzo de 2008, cuando me entero por una cronista de Ámbito Financiero que acababan de sacar una resolución con las retensiones móviles. Lo llamé al secretario de Agricultura, Javier de Urquiza, para preguntarle cómo había sacado eso. En ese momento, nosotros estábamos terminando 8 proyectos de ley sobre política agropecuaria. Pero me dijo que él se acababa de enterar, que había salido de otro lugar la resolución. Había salido de Economía”, recuerda ahora el exdiputado desde el cubículo que ocupa en la Universidad Nacional, donde atendió a PUNTAL.

“El análisis primario había sido correcto porque el mundo atravesaba una crisis financiera, los fondos volaban a las commodities y los precios de los granos subían. La soja superó los 600 dólares y entonces ajustar la retención para cuidar los precios internos era una política totalmente correcta. Lo que ocurrió fue que la 125 estaba mal hecha, además de no haber tenido una buena explicación para toda la comunidad, ni haber acordado mínimamente lo que se iba a hacer.

¿Qué estaba mal?

La ecuación estaba mal calculada. Sobre esa resolución, con dirigentes rurales muy importantes de Río Cuarto, trabajamos para corregirla. La etapa del Poder Ejecutivo terminó a fines de abril de 2008, un mes y medio después del inicio. Fue un período en el que se fueron aplicando cambios, muchos propuestos por nosotros, y muchos acordados con dirigentes rurales. Mientras, se fue generalizando la protesta en las rutas. Y yo les decía que el clima estaba muy complicado. Que no era sólo un productor agropecuario, sino que había empresas muy grandes que armaban piquetes en 10 minutos. Era mucho más delicado, más grave.

¿Eso le decía a funcionarios del Gobierno?

Sí, sí. A la propia Presidenta le dije que todas las modificaciones que habían hecho no estaban dando resultados y le pedía que lo pasaran al Congreso. Que entrara por Diputados porque nosotros teníamos experiencia.

¿La Presidenta escuchaba?

Sí, claro. Tan es así que lo envió a Diputados. Allí comienza una segunda etapa. Nosotros la orientamos a que se mantuvieran así las retenciones porque lo imponía la situación del país y de los alimentos. Pero con una clara diferenciación: el productor del interior y el tamaño de cada uno.

Su proyecto diferenciaba por distancia a puerto y capacidad de producción...

Exactamente. Porque no hay que perder de vista que el 80% de los productores son chicos o medianos. La mitad son chicos y alrededor del 30% eran medianos, medidos por producción. Ese fue uno de los ejes que discutimos sobre los errores que tenía la 125 y que fuimos subsanando. Planteamos esas modificaciones de fondo sobre el proyecto del Ejecutivo. Por eso el chico pagaba la mitad y trigo y maíz no pagaban. El mediano pagaría lo mismo que hasta ese momento, y los grandes un poco más. Y agregamos la compensación de flete al productor chico, es decir que iba a cobrar el precio FOB, lo que implicaba una redistribución de fondos muy grande. Unos 5 mil productores grandes financiaban a 50 mil chicos; y el puerto financiaba al interior. En ese momento llamamos a toda la dirigencia, de distintos ámbitos, para expresarse en Diputados.

¿Eso fue con un guiño del Ejecutivo?

No, eso no tenía el respaldo del jefe de Gabinete -Alberto Fernández- ni del ministro de Economía, Martín Lousteau. Porque la compensación, la segmentación y la eliminación de retenciones a algunos granos significaba la redistribución del 40% de los recursos que se iban a recaudar.

¿Había diferencias con Fernández y Lousteau?

El jefe de Gabinete, tres días antes de tratar el proyecto, llamó al jefe de bloque, Agustín Rossi, para decirle que eso no podía salir. Ahí les ofrecí mi renuncia a la Comisión de Agricultura. Porque la pelea adentro era dura y, afuera, cuando yo cruzaba tres provincias, no le podía hacer entender a ninguno de los piquetes que realmente estábamos haciendo una cosa que transformaba el agro del interior. No me aceptan esa renuncia y me dicen que me quede hasta que se trate. Esa fue la indicación expresa del jefe de Gabinete. Yo le dije que me quedaba pero si avanzábamos con mi proyecto. Fue durísimo.

¿Y entonces?

Llegó el día del tratamiento, comienza la sesión y el proyecto no aparecía. Y eso era porque había una reunión de la conducción del bloque, de seis personas, donde discutimos el tema. A Rossi le decían por celular que no podía salir el proyecto mío y que dejara las cosas como estaban. Pero la conducción del bloque respaldó en contra de la opinión de Fernández y Lousteau.

Lo bancaron...

Sí, pero porque había conciencia de que si no tratábamos eso y lo aprobábamos, con el nivel de movilización que había en ese momento se caía el Gobierno.

¿Esa era la sensación que tenían?

Sí, si se perdía la elección se caía. Y los números finales del proyecto los acordé con Eduardo Buzzi, presidente de Federación Agraria, hoy asesor de Macri. Pero en ese momento representaba a quienes nosotros beneficiábamos con el proyecto que cambiaba la 125. Incluso me reuní en el departamento de Federación en Callao y Corrientes. Cuando acordamos, firmé el despacho. Eso termina con la votación y el proyecto que gana por seis votos. Después desde el Ejecutivo nos felicitaron y nos convocaron a una reunión a Olivos, pero yo no fui porque me vine a Río Cuarto porque mi familia estaba amenazada, y por eso hice las exposiciones en la Policía Federal.

¿Néstor participaba de las reuniones y discusiones con el Ejecutivo?

No, a Néstor, con quien tenía un muy buen diálogo, lo vi recién el día del tratamiento en el Senado. Que allí se abre la tercera etapa. Claramente las entidades del campo operan ahí sobre varios senadores. E incluso a través de algunos gobernadores. En ese momento Buzzi abandona el acuerdo y se muestra por el rechazo, que era lo que quería Lousteau, el ministro de Economía, que prefería que quedara todo como estaba. Luego llega el “voto no positivo” de Cobos.

¿Qué piensa de ese voto?

En mi fuero íntimo, aunque no tengo pruebas, sólo sensaciones, creo que fue acordado con el ministro de Economía o con el jefe de Gabinete. Uno se quedó con la gloria política y los otros con mucha más recaudación. Pero puedo estar equivocado. Después vino un llamado de Buzzi, cinco días después, admitiéndome que el proyecto era bueno y preguntándome cómo volver a instalarlo. La respuesta fue muy dura, una mala palabra, que no importa.

¿Y después?

Después arranca la última etapa. Recién en 2015 el Gobierno toma partes del proyecto de progresividad, con reintegro de retenciones a productores chicos. Fueron 7 años que los productores no percibieron esos fondos.

¿Pero si el proyecto era bueno el campo no lo hubiese tomado?

Hoy creo que la dirigencia del campo de aquel entonces traicionó al pequeño y mediano productor al salir a romper el proyecto. Coincidía la dirigencia rural con el ministro Lousteau, y hoy están en espacios políticos comunes. Durante 7 años le anularon la posibilidad de que les compensaran el flete al puerto y más de la mitad de las retenciones. Y hoy estamos en un proceso inverso de transferencia de pequeños a grandes.

Pero quedó como que el conflicto le servía políticamente al Gobierno, o bien que no entendió nunca cómo funciona el campo...

No lo de servirle políticamente no, porque no lo necesitaba. Enemigo no. Lo que sí, había asesores cercanos que no pertenecían al Ministerio de Agricultura pero que tenían impacto en las decisiones en política económica que no conocían al campo y estuvieron equivocados en algunas cosas.

¿Le quita responsabilidad a la expresidenta?

Absolutamente. A la Presidenta la respeto y es un orgullo para el país tener una dirigente de esa envergadura. Pero la responsabilidad de la dirigencia agropecuaria de generar una política de desestabilización de un gobierno antes que priorizar una política de apoyo al productor chico nadie lo podrá negar.

¿Cómo vivió en lo personal ese tiempo?

Lo sufrí por la familia porque uno puede entender todo. El escrache un sábado durante dos horas dando vueltas a mi casa puteándome. Yo no estaba, estaban mi suegra y mi esposa. Mi suegra, chacarera. Después vinieron amenazas y roturas del frente de la casa. Incluso había dirigentes políticos que les daban cobertura a estos energúmenos que de democracia no entendían nada; diciendo que el que no vota lo que el campo quiere no podrá volver a su pueblo.

¿Valió la pena?

Sí, claro. Cuando se conoció la 125 y vi la reacción tuve en claro que había riesgo de colapso institucional.
Gonzalo Dal Bianco