Tasas más altas, una trampa para el campo Horacio Busanello

Dos años de tasas altas, más de un billón de Lebacs, un endeudamiento creciente y un déficit fiscal duro de roer resultaron en una inercia inflacionaria que se está transformando en un doloroso círculo vicioso.

El Banco Central ha dejado girones de credibilidad al incumplir sus metas inflacionarias pero es consistente en su estrategia de subir la tasa de interés para contener el aumento de precios. Un enorme costo para la economía donde falta un aliado en la reducción del déficit fiscal (primario, intereses y cuasifiscal).


La estrategia de subir la tasa de interés a niveles del 30% de cara a un target del 8-12% para el año entrante es un duro mensaje para el mercado.

Las elevadas tasas de interés no solo ralentizan la recuperación económica sino que pasan a formar parte de los costos de las empresas que tratan, en la medida de lo posible, de trasladarlos a sus clientes.


No es un proceso muy diferente al que enfrentan los comercios e industrias cuando reciben aumentos de tarifas (luz, gas, electricidad, agua, teléfono) o de impuestos/tasas municipales (inmobiliario, ABL, tasas viales, etcétera). Estos aumentos retroalimentan, en distinta medida, la inflación.

Así podemos diferenciar a aquellos productos que por la naturaleza de su demanda o por la formación de precios permiten trasladar parcial o enteramente estos costos frente a otros que no lo pueden realizar y deben ceder parte de su rentabilidad.


Los productores de granos están claramente dentro de esta última categoría, ya que su influencia en la fijación puntual del precio de la soja, maíz, trigo y otros es muy baja. Algo similar sucede con otros productos agropecuarios como peras, manzanas, naranjas, vegetales, huevos, tomates y distintos tipos de carnes (vacuna, porcina, aviar).

Los productores agropecuarios están atrapados en una dinámica donde no son actores que puedan aumentar el precio de sus productos pero sus costos suben por la tasa de interés, las tarifas, impuestos y la dinámica inflacionaria de la economía.

Niveles de tasas del 30% que pretenden anclar la inflación en el 12% reflejan lo difícil de la tarea y generan incertidumbre en los actores del mercado que buscan protegerse de la presión impositiva, las tarifas y el costo del dinero. A mayor incertidumbre mayor tendencia al aumento de precios.

Si el gasto público no muestra signos de reducción que permitan bajar dramáticamente el déficit fiscal y desacelerar el endeudamiento, entonces estos niveles de tasa terminaran convirtiéndose en parte del problema y no de su solución.