Olas y mareas de un mundo que cambia

por C. Mira

, Alemania. La producción de alimentos enfrenta un desafío enorme para los próximos años: responder al crecimiento de la demanda mundial con una menor superficie cultivable disponible que la que había a mediados del siglo pasado y con la exigencia de adaptarse al cambio climático, que supone un mejor uso de los insumos y los recursos como el agua. Los avances científicos y tecnológicos pueden ayudarla a responder a ese reto. Sin embargo, debe relacionarse con una sociedad que es más emocional que racional y tiene que convencerla de que ése es el mejor camino a seguir si se quiere mejorar la forma en la que se alimentará el mundo cuando, en 2050, haya casi 3000 millones de personas más que ahora.

Ésas fueron las principales ideas que se analizaron en el Farming Dialog, una jornada organizada por Bayer CropScience en su sede mundial en Monheim, Alemania, que contó con la presencia de productores, analistas y expertos de distintas partes del mundo.


Fue el presidente de la división agrícola de Bayer, Liam Condon, quien advirtió: "Vivimos en una época de posverdades o mentiras emotivas en la que el populismo y la polarización política ponen en peligro la aceptación de la ciencia moderna".

Según un estudio de opinión que realizó en julio pasado la propia compañía entre consumidores de diez países -desarrollados y en vías de desarrollo-, el 62% de la sociedad cree que los productos genéticamente modificados deben ser prohibidos, el 73% sostiene que los pesticidas tampoco deben utilizarse y un 67% afirma que las herramientas digitales no deberían aplicarse en la producción de cultivos. Al mismo tiempo, entre el 82 y el 93% de las personas creen que las innovaciones ayudan a que haya más alimentos y que sirvan para luchar contra el hambre y preservar el medio ambiente.


En esa visión contradictoria deben moverse las industrias de semillas y agroquímicos y los productores. En vez de esconderse o negar la realidad, la estrategia de las compañías ahora se orienta a la apertura del diálogo con la sociedad y a la transparencia. Y no lo hacen por las campañas de los movimientos ecologistas: sus propios accionistas se lo exigen. Éste fue un factor que también estuvo detrás del proceso de fusiones y adquisiciones en el que está embarcada esta industria.

En ese mar de corrientes que avanzan y retroceden, la producción de alimentos enfrenta, además, un desafío de enorme magnitud, como es el de la revolución digital. Durante el encuentro realizado en Monheim, el 50% de los participantes respondió en una consulta que se hizo de forma online que ése será el factor de crecimiento más importante de la tecnología agrícola en los próximos años. En segundo lugar de las preferencias, con el 34%, quedaron las técnicas de mejoramiento genético como factor central del cambio en marcha.


"Internet de las Cosas, la inteligencia artificial, el cloud computing (con el almacenamiento y el análisis de datos), los drones y la robótica, la edición genética y la microbiología están trayendo enormes cambios en la agricultura", dijo Adrian Percy, responsable global de investigación y desarrollo de Bayer.

La industria se está aliando con compañías y organizaciones que están desarrollando soluciones orientadas a aumentar la productividad. Por ejemplo, con drones y sensores hoy es posible aplicar herbicidas, insecticidas o nutrientes en las cantidades y en los lugares exactos donde se los necesita. Esto podría permitir una baja de costos para la producción, explicaron los expertos.

Pero ese cambio digital abre otros interrogantes a cada una de las partes de la cadena que atraviesa a todos los sectores de la economía. ¿Cómo se captura el valor de las innovaciones? Según Marc Reichardt, jefe de operaciones de Bayer, eso no está claro todavía y no hay una fórmula única de hacerlo. "Si se crea valor es lógico que sea compartido, pero la industria tiene que ser capaz de explicar cómo lo hace", señaló. "Y los productores tienen que estar tranquilos de que los datos que se vayan a obtener sean de ellos", añadió en referencia al debate sobre el destino de la información en los procesos de Big data. En la industria creen que probablemente la revolución digital les haga perder volumen de productos en venta, pero advierten que tienen que orientarse a los servicios cada vez más enfocados a las necesidades particulares de sus clientes. La competencia será cada vez más dura.