70 años de populismo

por Jorge Bertolino Economista (Universidad Nacional de Rosario)

Ya que se ha puesto de moda calificar como populistas a diferentes regímenes políticos de nuestro país y del resto de América Latina, en esta nota intentaremos delinear sus principales rasgos económicos, soslayando los aspectos políticos ya que estos no forman parte del campo de estudio principal del economista.  

Populismo es un término de gran ambigüedad que se utiliza habitualmente en contextos políticos y de manera peyorativa para designar el sistema o las políticas que utilizan la demagogia y el voluntarismo como herramientas principales  en la búsqueda de sus objetivos,
utilizando un conjunto de políticas temporalmente inconsistentes, que aportan beneficios transitorios en el corto plazo, comprometiendo o anulando las posibilidades de crecimiento genuino en el  largo, que son las que permiten  incrementar sostenidamente el  bienestar de la población.  

Existe una amplia bibliografía sobre el tema en la que, en el caso argentino, se adopta generalmente un enfoque episódico, analizando aisladamente diferentes períodos de su historia económica, a los cuales se denomina "experiencias populistas de redistribución de ingresos", en las que bajo una ideología nacionalista se busca desarrollar políticas económicas compatibles con las aspiraciones de las mayorías populares. Se persigue el propósito de redistribuir el ingreso en favor de los asalariados, utilizando principalmente como instrumento el ajuste de los salarios nominales por encima de la inflación, a fin de obtener un incremento en el poder de compra de los mismos.

Un ingrediente importante de estas políticas es el mantenimiento de la sobrevaluación cambiaria y la imposición de retenciones a las exportaciones agropecuarias. Un tipo de cambio efectivo bajo para el sector productor de alimentos incrementa la cantidad de éstos que pueden comprar los asalariados. Esto induce un atraso relativo en la producción y la inversión del sector y serios inconvenientes en el sector externo, como se verá más adelante.

En el primer Gobierno peronista, esto fue exacerbado con la creación del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), que tenía el monopsonio de granos, aislando los precios internos de los internacionales, comprando a un precio más bajo a los productores que el vigente en el exterior.

También se ha utilizado el congelamiento de las tarifas públicas y de los precios y salarios con el objetivo de mantener reducida la inflación y no perjudicar el objetivo redistributivo. Finalmente, en el frente monetario, en parte como consecuencia de lo anterior y en parte por la equivocada idea de que "un poco de inflación es buena para la actividad económica", se produjo una expansión del dinero y del crédito, mediante la centralización de los depósitos y el direccionamiento de los préstamos a tasas de interés inferiores a la inflación.
Las condiciones previas necesarias para la instrumentación exitosa durante un período inicial de estos "episodios populistas", en términos de nivel de actividad y redistribución a favor de los asalariados, son las siguientes:

·         Términos de intercambio altos. Durante los períodos estudiados los precios de los productos agropecuarios que nuestro país exporta eran significativamente más altos que los promedios históricos.

·         Buenos niveles de reservas internacionales previas, a fin de sostener el inconsistente sistema cambiario. Sin estas no habría tal "período inicial exitoso".

·         Capacidad productiva ociosa, como consecuencia de flujos inversores previos. De esta manera, inicialmente los salarios pueden crecer por encima de la inflación, permitiendo obtener temporalmente los objetivos redistributivos.

En cuanto a los resultados de las experiencias estudiadas, las inconsistencias en las políticas aplicadas, tras un período inicial exitoso, generaron crecientes y acentuados desequilibrios en los mercados, que hicieron insostenibles en el largo plazo los avances obtenidos en materia de redistribución de ingresos.

La deficiente asignación de recursos económicos desembocó invariablemente en ajustes de mayor o menor envergadura, dependiendo de la magnitud de los desajustes acumulados. Los problemas económicos que tornaron inviables la continuación de estos modelos empezaron a manifestarse en la balanza comercial y la inflación.

La escasez de divisas es el origen de importantes perturbaciones inflacionarias, debido a que las recurrentes crisis externas impulsan repetidas devaluaciones de la tasa de cambio. El costo para la economía argentina a que condujeron estas políticas fueron: el comienzo de nuestra historia inflacionaria y la imposibilidad de financiar internamente, sin un costo inflacionario elevado la totalidad del déficit fiscal, originando de esta manera la necesidad de endeudarse externamente, ocasionando un incremento incesante de ese endeudamiento y las sucesivas crisis que luego provocara. El envilecimiento del sistema monetario y las profundas crisis fiscales trajeron graves consecuencias para las generaciones futuras, manteniendo al país en un estancamiento inversor que retrasó sensiblemente la estructura económica nacional.

El populismo genera adicción en los receptores de dádivas y prebendas. La sociedad se narcotiza y demanda dosis crecientes de beneficios, sin reparar en la imposibilidad de sostener el despilfarro más que en el corto plazo.
 
El caso criollo
 
Si bien otros países han sucumbido a la tentación del populismo, sólo el nuestro persiste en el error, mientras el resto del mundo ha ido corrigiendo el fenómeno a través del aprendizaje traumático de sus pueblos. Las crisis producto del populismo ocurrieron tanto con gobiernos militares como civiles, y con gobiernos de distintas corrientes ideológicas de cada partido, poniendo así de relieve que no se trata de un fenómeno atribuible a una corriente partidaria o de pensamiento determinada, sino a rasgos más profundos de la sociedad y de la política argentina.
 
Una alternativa
 
Descripto el enfoque episódico, proponemos una alternativa ligeramente diferente: postulamos la existencia de un modelo populista cíclico, que se caracteriza por la expansión permanente del gasto público. Cuando se traspasa el límite máximo de gasto compatible con una baja inflación, es decir, el límite máximo financiable, incluyendo entre las fuentes de financiamiento un impuesto inflacionario no creciente a tasas explosivas, las variables nominales tienen un crecimiento vertiginoso, lo cual genera una crisis. Pero esta crisis no significa la finalización del modelo. Se trata simplemente de la ruptura del límite superior del "ciclo populista". La inflación licua el gasto y los salarios, y la economía vuelve a funcionar normalmente, lista para iniciar un nuevo ciclo alcista del gasto público.

La cadena causal propuesta funciona de la siguiente manera: el excesivo crecimiento del gasto  hace imposible su financiación genuina y, a raíz de ello, se incurre en desequilibrios fiscales crecientes que se monetizan rápidamente. Recordemos que, en el contexto descripto, la emisión no se considera inflacionaria sino más bien un lubricante para la actividad económica. El aumento de precios resultante se reprime mediante controles y prohibiciones. Por temor al incremento de la inflación, la autoridad monetaria fija la variación del tipo de cambio por debajo de ella. En este ambiente de inflación reprimida y atraso del tipo de cambio, la crisis es inminente, y es consecuencia de la falta de sostenibilidad del sector externo. Sobreviene una devaluación por agotamiento de reservas que, como dijimos anteriormente, baja el gasto público medido en dólares y reconstituye los equilibrios macroeconómicos básicos que permiten un período de tranquilidad, hasta que el gasto público comienza nuevamente a incrementarse y el ciclo recomienza.
 
¿Cambiamos?
 
El populismo no es un rasgo exclusivamente argentino. Muchos países pudieron alejarse de él mediante un bipartidismo que impone un mecanismo superior de superación de la dicotomía entre acumulación y crecimiento, por un lado y distribución y estancamiento por falta de inversión, por el otro. La existencia de un partido "acumulacionista" y otro "distribucionista", permite que, alternadamente, puedan generar crecimiento con equilibrio social, evitando los excesos en uno y otro sentido. La tragedia argentina es la falta de un sólido partido "acumulacionista".

El gobierno actual tiene una oportunidad única de ocupar ese lugar vacante, ya que  es difícil imaginar un momento más propicio para salir de la dinámica populista e ingresar definitivamente en la senda que nos lleve a convertirnos en un  país rico con gente próspera y feliz. Contando con un inmejorable marco externo que nos provee buenos precios para nuestra producción agropecuaria y abundancia, disponibilidad y bajo costo del capital, como nunca antes, es posible torcer décadas de decadencia.

Para ello será necesario profundizar el rumbo elegido, que es el correcto, aprovechando el espíritu negociador que el principal bloque opositor manifestara recientemente por medio de uno de sus líderes legislativos, para negociar leyes que permitan llevar a la práctica las medidas en estudio que incrementen significativamente la rentabilidad empresaria, único motor de la inversión y el empleo en la economía capitalista actual. Será necesario disminuir la presión impositiva y el costo laboral no salarial, incentivar la contratación por parte de las empresas privadas del personal estatal redundante, trabajar más en la reducción del gasto público no social, otorgar incentivos al crecimiento del mercado de capitales, acentuar la reforma de la legislación de riesgos de trabajo, por citar las cuestiones pendientes más importantes.

Eliminada parcialmente la incertidumbre electoral, es la hora de las reformas estructurales para bajar lo que suele denominarse "costo argentino", que es el gran factor que impide la ola de inversiones que tanto se demora.  Si perdemos esta oportunidad,  deberemos esperar a que se repitan estas favorables condiciones, o realizar un esfuerzo mayor en ausencia de ellas. Si persistimos en el error una y otra vez, cuando nos equivoquemos suficiente cantidad de veces y ya no quede margen para volver a hacerlo, habrá llegado el momento de converger definitivamente hacia nuestro verdadero potencial, que está entre los cinco o diez países más ricos e importantes del mundo. Si nuestro momento no es ahora, lo será en algunas décadas o quizás en algunos siglos. El problema es que, como decía Keynes, para ese entonces estaremos todos muertos.