Trabas al biodiésel, un "cisne negro" para la soja argentina. Pablo Adreani



La medida proteccionista de Estados Unidos puede tener doble efecto negativo para los productores locales: caída en la demanda de soja por parte de la industria y menores precios en caso de una sobreoferta mundial de aceite para exportación.

La decisión del gobierno de los Estados Unidos de aplicar en forma provisoria un arancel de importación del 60 por ciento promedio al biodiésel procedente de la Argentina implica en la práctica una prohibición. La medida tomó por sorpresa a todo el sector agroindustrial que produce aceite de soja y luego lo procesa para exportar como biodiésel, y podrá tener implicancias negativas para nuestros productores por su potencial efecto bajista sobre los precios internos de la soja.
Entre la demora por parte de la Unión Europea en permitir el reingreso del biodiésel nacional y esta última medida aplicada por los Estados Unidos, parece una conspiración destinada a perjudicar la competitividad del sector agroindustrial y exportador de la Argentina. Nuestro país se había posicionado como el primer exportador de biodiésel del mundo, y ahora deberá enfrentar una situación muy difícil al no poder redireccionar sus ventas a nuevos destinos.
La medida debe ser tenida en cuenta para futuras negociaciones y para que nuestro país adopte una postura mucho más firme para defender a sus productores y empresas que generan inversiones y exportaciones genuinas con alto valor agregado.
Consecuencias
Veamos cuales pueden ser las primeras implicancias: en primer lugar, esta medida va a generar una mayor demanda interna de poroto de soja en los Estados Unidos, para su procesamiento en aceite y luego a biodiésel. Desde el punto de vista de mercado, los exportadores de granos deberán competir con una demanda adicional por su volumen de originación. Tendrá un impacto alcista en el precio del aceite de soja en su mercado local y, en consecuencia, en el precio del poroto de soja.
En cambio, en la Argentina el efecto sobre los precios de la soja en nuestro mercado interno podrá ser bajista, perjudicando en forma directa a los productores. Sucede que, al reducirse las exportaciones de biodiésel, las empresas deberán reorientar sus ventas de exportación al mercado de aceite de soja. Y por los volúmenes que están en juego, estamos hablando de una sobreoferta de aceite de soja en el mercado mundial de por lo menos un millón de toneladas.
Para tener una noción de esta cifra, equivale al 100 por ciento de las exportaciones de aceite de soja de los Estados Unidos. En otro orden, los americanos podrán reemplazar el biodiésel que no podrán importar de la Argentina, si aplicaran teóricamente todo el volumen de sus exportaciones de aceite de soja para ser procesados como biodiésel en su mercado interno. Como se ve, algo muy improbable y difícil de aplicar en la práctica.
En conclusión, esta medida proteccionista del gobierno americano beneficia en primer lugar a su industria de biodiésel y a sus productores, que podrán tener una mejora en el precio de venta de la soja. Y, como contraparte, será el consumidor americano quien deba pagar un mayor precio por el combustible al no disponer más de un biodiésel importado a un precio más competitivo.
Para los productores de soja de la Argentina, la situación es totalmente opuesta; la menor demanda de exportación de biodiésel podrá tener dos efectos directos negativos: caída en la demanda de soja por parte de la industria, con el consecuente efecto bajista y, en el caso de una sobreoferta de aceite para exportación, una caída en el precio internacional y un efecto adicional negativo para los precios que recibe el productor.
Fuentes gubernamentales indicaron que se estudia llevar adelante una negociación bilateral con Estados Unidos; recurrir a la OMC en queja o que “los privados se junten y entre contrapartes estén dispuestos a explorar un acuerdo, para autorregularse o convenir cómo seguir”.