La carne, al fondo en la lista de los aumentos de precios. Ignacio Iriarte

Desde noviembre del año pasado, los indicadores del ciclo ganadero revelan que la fase de retención se está ralentizando. Este enfriamiento, agregado a los desastres naturales de los últimos meses, que habrían incrementado la mortalidad, se expresó en los datos de stock ganadero a marzo último, que registraron un aumento de sólo 700 mil cabezas, cuando a mediados del año pasado se llegó a esperar un incremento de cerca de dos millones de cabezas a marzo del 2017.
En los cuatro primeros meses del año en curso, faena de vacas crece (1,2 por ciento), que ya fue alta el año pasado, crece fuerte la faena de vaquillonas (18 por ciento) y la de terneras (10 por ciento). En lo que va de 2017, la faena total crece un cinco por ciento con respecto al año pasado, pudiéndose proyectar una faena anual para 2017 del orden de los 12,4 millones de cabezas que, con un peso medio de 225 kilos, daría una producción de carne de 2,79 millones de toneladas.
Pese a este incremento en el volumen de carne disponible, el mismo no alcanzaría más que para un consumo de 59 kilos y exportaciones de 300 mil toneladas. Creciendo el stock ganadero al 1,4 por ciento, como lo hizo a marzo último, y creciendo la población humana al uno por ciento, la recuperación de la producción per cápita se hace muy lenta, persistiendo la escasez.
Sin reacción
El faltante, sin embargo, no se expresa en los precios reales de la hacienda por la caída de los ingresos reales de la población y por la superoferta de sustitutos, por el lado del consumo. Y por el fuerte atraso cambiario y la falta de novillos, por el lado de la exportación. Si en algún momento de los próximos meses o años mejorara sensiblemente el ingreso real de la población, o el tipo de cambio recupera terreno en términos reales, quedará a la vista que los 64 kilos per cápita (totales) de carne vacuna que produce la Argentina son insuficientes. El crecimiento del consumo se hará a expensas de la exportación o viceversa. Está muy mal el consumo y está muy mal la exportación; por eso los precios reales del ganado tienen un recorrido acotado.
De acuerdo con Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, que elabora desde el año 2012 un Indice de Precios al Consumidor, desde octubre del 2015 -poco antes que asumiera la actual administración- hasta mayo de 2017 los seis principales cortes vacunos (asado, picada, paleta, cuadrada, cuadril y nalga) crecieron entre 43 por ciento y 53 por ciento, mientras que el pollo subió 50 por ciento; la fruta (manzana, banana, naranja), entre 59 y 70 por ciento y la papa un 70 por ciento. En el mismo período, el aceite de girasol sube 127 por ciento, la cerveza el 71,3 por ciento y la leche un 67 por ciento.
Carne rezagada
La mayoría de los alimentos y bebidas, entonces, en los últimos 18 meses, ha subido más o bastante más que la carne, lo que ratificaría la idea generalizada que el precio de la carne, aún después de los aumentos de marzo último, ha subido menos que los restantes precios. Sólo un puñado de alimentos (harina, facturas, cebolla) ha subido menos que la carne vacuna. Por otro lado, son fuertes los aumentos registrados en el teléfono (62 por ciento), gas (147 por ciento), agua (283 por ciento) y electricidad (580 por ciento), que reducen el ingreso disponible de las familias. Los alquileres (49 por ciento), los servicios educativos (53 por ciento), el transporte (56 por ciento) y las expensas (66 por ciento) han subido en forma más “moderada”. En el cambio de precios relativos, que desde hace un año y medio experimenta la economía argentina, los precios de la carne al mostrador parecen atrasados con respecto a muchos otros bienes y servicios.