Argentina, con brotes verdes; Brasil, con plantas maduras. Alejandro Rollán

Cuando Argentina y Brasil formalizaron en 1991 el acuerdo de integración regional, que constituyó el Mercosur, las expectativas del empresariado ubicado a ambos lados de la frontera era que, más tarde que nunca, las asimetrías entre ambos países se iban a disipar. A más de 25 años de su puesta en marcha, aquel anhelo inicial parece hoy una quimera.

Sobran ejemplos para confirmar la hipótesis de que Argentina y Brasil, más allá del vínculo regional y de algunas semejanzas en su matriz productiva, son divergentes. La política cambiaria de los últimos 10 años ha sido tan antagónica entre ambas naciones, casi comparable con la rivalidad futbolística.

En 2005, el dólar equivalía a tres pesos argentinos, lo mismo que en Brasil; 11 años más tarde, el tipo de cambio en Argentina ronda los 16 pesos y en Brasil supera levemente los tres pesos. La inflación que en Argentina este año rondará el 20 por ciento, en el vecino país tendrá menos de un dígito: cuatro por ciento.

“Para producir una máquina, hoy Argentina es un 15 por ciento más cara que Brasil”, confiesa un empresario cordobés que tiene sus pies ubicados a ambos lados de la frontera.

Asimetrías en el campo

En el agro, las asimetrías también son marcadas. El 30 por ciento de retenciones que aún pesan sobre la soja argentina coloca al productor brasileño en mejores condiciones, a pesar de que sus costos de producción son mayores.

Actualmente, hacer una hectárea de soja en campo propio en el sur de Brasil tiene un costo de alrededor de mil dólares. No obstante, con la mayor productividad exhibida en la actual campaña, los números cierran de manera positiva. Entre los fabricantes de maquinaria agrícola brasileños no hay dudas de que el balance económico del productor agrícola, salvo excepciones, es positivo y que la crisis ya pasó.

El tamaño de ambos mercados también representa una diferencia sustancial. En materia de ventas de maquinarias, los estados más agrícolas de Brasil nada tienen que envidiarle a toda la demanda argentina, desde Ushuaia hasta la Quiaca.

La escala es una variable que influye al momento de decidir la radicación de las inversiones. Ante tan marcada diferencia, no es casual el interés de empresas argentinas, muchas de ellas cordobesas, de instalarse en el vecino país. Sin embargo, el objetivo anhelado por muchos en los últimos años fue concretado por muy pocos. “Brasil es una tentación, pero también es exigente. Para vender aquí, hay que producir con más del 60 por ciento de mano de obra y de insumos brasileños”, resumió otro industrial de la maquinaria agrícola, con más de 10 años de presencia en Brasil.

Bajo este escenario regional, las empresas se hacen su propia composición del lugar. Miran a la Argentina como el combustible para crecer en sus negocios, pero a Brasil como el motor para mantenerlos y darles impulso.