Un país para desarmar: nada que esperar mientras los siervos sigan colonizados mentalmente por la corporación estatal argentina

Contrastes fuertes con la situación presente en naciones vecinas.
Un país para desarmar: nada que esperar mientras los siervos sigan colonizados mentalmente por la corporación estatal argentina
Una corporación conformada por políticos millonarios, pseudoempresarios acostumbrados a cazar en zoológicos, sindicalistas vitalicios y empleados públicos por derecho sagrado necesita parasitar a los siervos del sector privado para preservar sus privilegios y reproducirse.
Eso sólo es posible porque los siervos –tal como sucedía en el Medioevo– perdieron la batalla cultural: se han convencido de que no existe otro orden posible de las cosas.
Pero quizás –tal como ocurrió durante el Renacimiento– en algún momento puedan aparecer personas que comiencen a hacerse las preguntas correctas (algo que, obviamente, no sucederá dentro de los muros de la corporación estatal porque la vida en ese ámbito es extremadamente cómoda).
Imagino a un cuyano preguntándose cómo sería vivir con las reglas de juego de una nación como Chile, que, con quince Tratados de Libre Comercio (TLC) vigentes, logra duplicar la facturación argentina de exportaciones de vinos varietales.
También a un patagónico, haciendo cuentas, sobre cómo sería vivir en una región exportadora de hidrocarburos que se autoabastece de energía gracias miles de turbinas eólicas, además de imaginar cómo producir más manzanas para abastecer a la creciente demanda internacional (Chile, con un territorio pequeñísimo, exporta un volumen de esa fruta ¡nueves veces superior al argentino!).
Un salteño quizás algún día pueda preguntarse cómo sería vivir en las mismas condiciones presentes en Bolivia, una nación con una inflación anual del 3,4% en la que no se cobran derechos de exportación a los productores de soja.
Un entrerriano, si no estuviese tan ocupado en sobrevivir con lo que le queda del producto de su esfuerzo, seguramente podría tomarse el trabajo de averiguar cómo sería vivir en Uruguay, una nación que, además de no practicar la pedofilia tributaria, cuenta con un gobierno que hace lo imposible por ayudar a sus industrias exportadoras (hasta incluso haciéndose cargo del desfalco bolivariano con la venta de lácteos al gobierno venezolano).
Los ciudadanos de las provincias de Córdoba y Santa Fe, si no tuviesen que pagar tributo a la corporación estatal, probablemente tendrían un nivel de vida similar al de los suizos gracias a un complejo agroindustrial que es uno de los más dinámicos del mundo.
Mucho del desasosiego presente en el sector privado argentino es en realidad pobreza autoinflingida. En la actualidad puede parecer increíble que en 1987 haya habido un debate nacional para sancionar la “Ley de Divorcio”. Quizás algún día nos preguntemos cómo hubo tanta gente que se dejó esclavizar tan dócilmente a cambio de nada.
Ezequiel Tambornini