Resiliando. Como el Ave Fénix

Héctor Huergo

La resiliencia es la capacidad de los seres humanos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Todo un hallazgo de los directivos de AAPRESID, que asumieron con bueno reflejos el riesgo de convocar su 24 Congreso anual conjugando el verbo “Resiliar”.

Más de 4.500 inscriptos y presenciales, más otros centenares que lo siguieron por internet, acudieron a la cita en Rosario. Desde hace muchos años, con la gestión de los pioneros encabezados por el gigante Victor Trucco, es el gran think tank del agro, tanto por lo que pasa adentro de las múltiples salas, donde transcurren los talleres y conferencias, como en el hormigueo de los pasillos. Un net working potente y envidiable, con la presencia de los principales actores de los bionegocios, desde los directivos de las empresas proveedoras de tecnología, productores, profesionales, contratistas y la parafernalia de medios que descubrieron la veta del agro como medio de vida.

La agroindustria resilió lindo. No solo sufrió la exacción de una enorme porción de la renta, trabando las posibilidades de un desarrollo natural, sino que recibió un durísimo golpe emocional. Se lo acusó de mezquindad, se organizó desde el Estado un discurso anti campo y anti agroindustria. Pero los chacrers y sus proveedores están ahí, vivitos y coleando. Y listos ahora para retomar la Segunda Revolución de las Pampas.

Entre 1996 y 2008 la producción se había duplicado en volumen y cuadruplicado en valor. La superficie cultivada con los principales cultivos, en particular soja, había crecido un 50%. El otro 50% fue intensificación, que significa mayores rindes por hectárea. Encima, con precios internacionales en alza. El país, por primera vez en muchas décadas, se hizo viable. Tuvo la oportunidad de sostener el superávit comercial, se pudo achicar la deuda externa.

Fue la soja. Pero no como un maná que llovía de pronto sobre las pampas. Fue la soja de la siembra directa, la biotecnología, y la revolución organizacional con el sistema de contratistas (los “sin tierra” de Enrique Seminario), los fondos de inversión agrícolas, los pooles de siembra. Creando competividad. Una demostración palmaria: en la explanada de acceso a los salones del Congreso, una profusión inédita de máquinas de última generación. Nunca hubo tanto fierro en Aapresid. Cosechadoras nacionales e importadas. Pulverizadoras nacionales e importadas. Pero lo más notable fue que el implemento emblemático, las sembradoras, sólo hubo máquinas de producción nacional. ¿Por qué?

Porque nadie compite hoy con el diseño argentino en máquinas de siembra directa. Competitividad al palo.

El mundo desarrollado sigue con la agricultura del siglo XX. La era del petróleo barato, la falta de conciencia ambiental, el no debate sobre las emisiones de CO2 de los combustibles fósiles. Ni del mucho más impactante tema de la materia orgánica de los suelos, cuya destrucción significó enviar a la atmósfera más carbono que el petróleo y carbón juntos. En la vieja Europa, el arado y otros instrumentos de tortura de los suelos siguen cubriendo los pabellones de las grandes exposiciones, casi una exhibición obscena de que siguen en la edad de hierro.

Aquí, se usa un tercio del fierro que hace veinte años. AAPRESID mostró que la producción puede crecer sin tocar el suelo más que lo necesario para poner una semilla a germinar. Nuestros suelos están secuestrando carbono, bajando a tierra lo que el hombre puso en el aire con las técnicas del pasado. Y además, SD significa reducción del consumo de combustible. Una pasada donde antes hacían falta cuatro o cinco.

Hay nuevos desafíos. Los planteamos semana a semana, y también en esta edición de Clarín Rural. Pero, confirmamos en AAPRESID, el campo es resiliente. Como el Ave Fénix, revive desde sus cenizas.