Las cinco decisiones “climáticamente inteligentes” para la campaña 2016/17

El director del Centro de Investigaciones en Recursos Naturales (Cirn) del Inta, Pablo Mercuri, explicó cuáles podrían ser las mejores estrategias para enfrentar un año de “Niña débil” o neutro.
 
Entre las diferentes variables que cada productor debe evaluar cada temporada para definir sus estrategias de siembra, el clima siempre aparece entre las prioritarias. Por eso, la jornada Soja con Sustentabilidad contó con un capítulo especial al respecto, a cargo del director del Centro de Investigaciones en Recursos Naturales (Cirn) del Inta, Pablo Mercuri.

“Clima 2016/17: Tomando decisiones climáticamente inteligentes”, fue el título de la exposición de Mercuri en el que abordó las previsiones para el próximo ciclo, que aún no encuentran una tendencia definida.

¿Niña o neutro?

Del análisis de Mercuri se desprende que, como si se tratara de una ecografía que no deja precisar el sexo del bebé, las imágenes satelitales que vienen desde el Pacífico no traen certeza sobre si la campaña agrícola transcurrirá finalmente bajo la influencia de La Niña, como se esperaba.

“No hay ninguna evidencia de que vayamos a una Niña, con déficit de precipitaciones. Hasta el momento, vemos que climáticamente el año funcionaría normal, con un oceánico Pacífico que se movería entre la neutralidad o una Niña débil que, de producirse, volvería a la neutralidad allá por los meses de noviembre y diciembre”, explicó Mercuri a Agrovoz.

En un probable escenario de neutralidad, los registros de precipitaciones se moverían en valores históricos, con algunos meses –como pueden ser noviembre y diciembre– con algo de déficit.

Decisiones inteligentes

Bajo ese diagnóstico, Mercuri planteó cuáles serían algunas “decisiones inteligentes” que los productores podrían tomar.

Analizar el agua disponibe. El experto sugirió evaluar cuál es el horizonte superficial y, luego, en profundidad, del recurso hídrico en cada lote para, a partir de allí, evaluar los pronósticos estacionales y de mediano plazo y tomar decisiones. Dijo al respecto, por ejemplo, que un año “Niña” podría favorecer a zonas inundadas.

Densidad, ciclos y fechas. Un año con más o menos lluvias puede servir para proyectar de qué manera plantear la densidad de plantas o evaluar si conviene sembrar ciclos largos o cortos en función de en qué momento se podrían dar las precipitaciones. “En promedio, en los años Niña los rindes son más bajos. Hay que evaluar bien las fechas de siembra. Años con buena disponibilidad de agua, como éste, por ahí favorecen a los ciclos largos y de esa manera prevenir la posible merma de lluvias en verano”, planteó Mercuri.

La fertilización, también. Según Mercuri, los niveles de aplicación de nutrientes también deben evaluarse con atención en campañas con comportamiento Niña, ya que además de llover menos los períodos de días sin precipitaciones se amplían. “Es clave tener en cuenta eso para no perder efectividad en las aplicaciones”, dijo el especialsta.

Dispersión del riesgo. Todo lo anterior redunda en que esta campaña favorece una estrategia de dispersión del riesgo, lo que “implica combinar fechas de siembra, entre tempranas y tardías para escaparle a los meses de noviembre y diciembre, que serían con restricciones hídricas. Además, combinar materiales y densidades de siembra”, insistió Mercuri.

Más seguridad de cosecha. Otro factor a considerar es que, al contrario de lo sucedido este año, 2017 presentaría mayor seguridad de cosecha, al no esperarse excesos hídricos significativos. “En años Niña, no hay otoños llovedores. Que no nos confunda la memoria de corto plazo del exceso hídrico para la toma de decisiones. Quizás haya que pasar de un planteo de sacarnos el agua de encima, a una de conservarla”, recomendó el climatólogo.