Un plan rector para los caminos rurales. Patricio J. Watson - Productor agropecuario.

Cada año, el programa de obras debe contemplar los objetivos a alcanzar en cada uno de los departamentos.

Los caminos rurales se han convertido en una obsesión para los que diariamente los sufrimos. Hace ya varios años que planteamos la problemática a las autoridades provinciales y, evidentemente, las soluciones no aparecen.

A pesar de contar con dos ministerios con atribuciones específicas –el de Vivienda, Arquitectura y Obras Viales, y ahora el de Agricultura–, la Provincia avanza en muchas direcciones pero deja atrás tal vez una de las más importantes: la infraestructura vial primaria y secundaria por la que salen de los campos la producción de granos y carnes con tanta importancia económica que merecen mayor atención.

Colapso. Al estado actual de las redes camineras provinciales se lo puede calificar de colapso; es casi imposible circular con camiones que lleven más de 25 mil kilos y esto gracias a que no llovió en el último mes.

Seguramente esta situación va a mejorar durante el invierno, dándonos una sensación de mejora que termina con la llegada del próximo verano. El trabajo de mantenimiento que realizan los Consorcios Camineros no alcanza. A pesar de tener fondos específicos el dinero no les llega en tiempo y forma por lo que en la mayoría de los casos funcionan con aportes privados.

Los productores, como todos los contribuyentes, pagamos en fechas preestablecidas los impuestos; por qué, de la misma manera, no se respetan los cronogramas de pagos a los Consorcios. Da la impresión que esos fondos específicos se utilizan para otros fines y luego, tarde y devaluados, vuelven para cancelar compromisos vencidos.

El sistema hace agua literalmente; tal vez sirvió en sus comienzos pero, para los actuales volúmenes de producción, los arcaicos caminos de tierra sin mejoras (levantes y consolidaciones) son totalmente inviables y sólo a través de un programa de mejoras y replanteos será posible adecuarlos a las necesidades.

Plan rector. Para poder llevar adelante un programa vial en esta extensa provincia, y para no caer en las arbitrariedades que vemos a diario, es absolutamente necesaria la creación de un plan rector de obras en el que, claramente, deben figurar los objetivos a alcanzar cada año en todos los departamentos. No es posible ser justos en la adjudicación de obras si no se respetan las prioridades establecidas en un plan previo dado a conocer públicamente al comenzar el año.

También es comprensible que las contingencias climáticas pueden alterar el orden establecido, porque lo primero es la atención de lo urgente; pero, por lo que uno puede observar, al no haber un plan, las contingencias --que son cada vez más frecuentes y devastadoras--, en parte se deben a que cuando no ocurren, no se hacen las obras para prevenirlas.

La Provincia debiera dejar de gastar tanto dinero de los contribuyentes en publicitar sus obras y, en cambio, hacernos conocer de antemano cuáles son los programas de obras viales. La competitividad provincial tiene que ser motivo de desvelo para las autoridades, pero no es así. Nadie planifica en esta área, se corre la vaca de atrás y, lo que es peor, se van dando soluciones a los que llegan primero, para decirlo elegantemente.

Con muy poco sería posible comenzar a mejorar y a salir del atolladero; sólo con que se adjudiquen y ejecuten algunos kilómetros de caminos levantados y enarenados para todos los pueblos cada año, en poco tiempo podrían circular camiones con su carga completa; esto que parece nada es la diferencia entre Argentina y Estados Unidos en este tema.

Fondos automáticos. En promedio, para gran parte de la provincia, con 20 kilómetros para cada lado, perpendiculares a las rutas que unen los pueblos, es suficiente para comenzar a mejorar la paupérrima situación. Establecer un sistema casi automático para la llegada de fondos a los consorcios camineros con financiación proveniente de los impuestos provinciales evita las sospechas y transparenta las gestiones.

Trato de explicar que estos temas, más allá del pedido a las autoridades, no afectan sólo y directamente a la producción agropecuaria y los pocos que siguen viviendo en los campos, sino que, indirectamente, a toda la población.

Sin caminos adecuados, se transportan menos kilos por HP, se gasta más combustible por tonelada, se contamina el doble, aumentan las roturas de los camiones y, en definitiva, el aumento de costos de flete perjudica al conjunto de la sociedad.



Fuente: Agrovoz - Autor: Patricio J. Watson - Productor agropecuario.