Un buen momento para comenzar a volver a la normalidad Pablo Docimo


No es intención, en esta nota, hablar de lo ocurrido aquel 9 de julio de 1816, ni de nuestros doscientos años de historia como nación. Tampoco es intención hablar de lo simbólico que tiene esta celebración en particular, ya que se trata nada más ni nada menos que del Bicentenario.

El punto central al que me quiero referir es al que no solo a mi, sino a la inmensa mayoría de los argentinos nos llamó, gratamente, por cierto, la atención. Y es la sustancial diferencia que vimos entre esta celebración respecto a lo que veníamos viendo durante la década kirchnerista.

Lo primero que debemos resaltar es que quedó claramente demostrado que no era tan difícil realizar un acto sin llevar gente paga, en micros, también pagados por nosotros, por supuesto, extorsionados por los punteros de turno, y sin choripanes. En este punto, seguramente alguien va a decir que a las celebraciones que organizaba el kirchnerismo mucha gente iba por convicción, de manera voluntaria y espontánea, y es real; pero seamos honestos, todos sabemos que quienes recibían algún tipo de ayuda social debían justificar su asistencia.

Un detalle importantísimo. El Bicentenario costó diez veces menos que el del kirchnerismo. El Gobierno gastó menos de US$ 5 millones en los festejos. Sin embargo, en 2010, la versión K costó más de 41 millones de dólares. ¿A alguien le llama esto la atención?

Sin embargo, esta estafa, un más de las tantas a las que nos tenían acostumbrados los K, no es lo más importante.

Lo mejor de esta celebración es que volvimos a conmemorar las fechas patrias como lo que verdaderamente son, y no en actos políticos partidarios, al mejor estilo fascista, con banderas de La Cámpora y con agrupaciones políticas disputándose un lugar privilegiado frente al palco.

Es lo más destacable, volver a ver una celebración de una fecha patria sin que sea convertida en un acto político, berreta y autoritario, con gente llevada en micros por un choripán.

De hecho hágase usted mismo esta simple pregunta: ¿Cuánto tiempo hacía que en un acto patrio no veía pibes con guardapolvos blancos?

Quedaron atrás, además, esos maratónicos discursos de Cristina dando lecciones de moral, tratando de cipayos, golpistas, y gorilas vendepatria a quienes no estaban de acurdo con el modelo.

Volvimos a tener actos patrios, y no fiestas en las que uno no sabía si se trataba de una gigantesca kermese o una celebración de carnaval fuera de temporada, donde teníamos que soportar artistas de dudoso y cuestionable talento que cobraban astronómicas sumas de dinero en nombre del modelo Nacional y Popular.



Perlas kirchneristas

Como no podía ser de otra manera, el kirchnerismo tuvo que dar la nota, y lo hicieron haciendo lo único que pueden hacer, diciendo estupideces.

En primer lugar, se quejaron de la Presencia del Rey de España. ¿Se puede ser tan necio y ver todo tan al revés? ¿Se puede ser tan ignorante y no darse cuenta de que era eso, precisamente lo correcto?

Luego, se quejaron por la presencia de militares. Sin embargo, es muy llamativo que personas que tienen como ídolos, principalmente, al general Perón, los comandantes Castro, al comandante Ernesto "che" Guevara o el coronel Chávez, por citar algunos ejemplos, se quejen de que haya desfiles militares.

Pero lo más ridículo fue que algunos parlamentarios de la oposición manifestaran críticas a la falta de pedido de autorización al Congreso Nacional para el ingreso de tropas extranjeras al país. De todas maneras, desde el propio Ministerio de Defensa aclararon que se trata de personal que, si bien detenta estado militar, no ingresa al país portando más armas que sus instrumentos musicales, constituyendo un hecho sin precedentes no solo desde el punto de vista militar sino también cultural.

Sin embargo, los militantes k tuvieron la posibilidad de celebrar su propio Bicentenario con su líder. De forma casual y un tanto íntima, podríamos decir, ya que como el mal clima cambió los planes de la ex presidente Cristina Kirchner, no pudo regresar a Río Gallegos, y terminó encabezando un acto en la víspera del Bicentenario, en el que no faltaron las ironías, las críticas al Gobierno y una curiosa referencia a "la grieta", pero... ¡desde la caja de una camioneta! Eso sí, cuando le pidieron que se quedara hasta la medianoche junto a los militantes, la sinceridad pudo más y lanzó un "olvidate".

Para finalizar, lo único que se me ocurre decir es que hay una generación que acaba de descubrir lo que es tener Patria, y celebrar como corresponde el aniversario de una fecha tan simbólica, como la de su nacimiento.