No fue magia, fue Josecito. Luis Novaresio

Un escándalo grotesco. El caricaturesco descubrimiento de José López demuestra que había un modo de ejercer el poder para hacerse del dinero público a través de licitaciones públicas con amigos inescrupulosos.

Tres ancianas monjas, un repartidor de pollos inquieto, un monasterio semiabandonado y un ladrón angurriento en estado de desesperación revoleando dinero por sobre una ligustrinas terminaron con la fábula de la redistribución de la riqueza. Patético final el de José Francisco López para la épica K al sepultar de manera grotesca y grosera el discurso de quienes defendían impúdicamente un supuesto modelo nacional y popular, noqueando a los que con buena fe defendieron un proceso político que prometía ser distinto. En esto tiene razón la ex presidenta Cristina Fernández en su post de Facebook , más propio de un adolescente que de un estadista, en el que niega de manera pueril con un "yo no fui". El señor de los bolsos con casi 9 millones de dólares es una trompada en el estómago a tantísima gente, muy joven, que creyó que algo nuevo había nacido en 2003. Respecto de los funcionarios, desde ella en adelante, argüir desconocimiento, irresponsabilidad o inocencia es de un desparpajo personal inaudito.

El caricaturesco descubrimiento de este personaje es mucho más que las manos en la masa del latrocinio. Es demostrar, como muchas veces se dijo, que había un modo de ejercer el poder basado en cooptarlo en su totalidad, aniquilar cualquier control y hacerse del dinero público con la a través de licitaciones amañadas con amigos inescrupulosos. El presunto combate contra los monopolios de la era K no fue más que la constitución de capitalismo de amigos. Así fue en los trenes que se estrellaron en Once, así con Sueños Compartidos de alguna Madre de Plaza de Mayo (no todas), así en Tucumán con los Alperovich, en Formosa con Isnfrán o en Santa Cruz con Lázaro Baez.

Si hacerse de todo ese dinero es vil, haberlo sustraído de rutas (dinamitadas en estos años), hospitales o infraestructura en general es vergonzoso. Porque entendámoslo: lo hecho en estos 12 años es una escasísima parte de lo que desapareció.

Cristina Kirchner no puede alegar que no sabía. Cuando ella rindió en la facultad derecho administrativo aprendió de la responsabilidad funcional de los secretarios de Estado respecto de un presidente. U omitió los controles en un caso tan grosero, o los consintió. El actual ministro de infraestructura Guillermo Dietrich presentará esta semana una ampliación de su denuncia penal que demuestra que hubo una asociación ilícita entre distintos integrantes del Poder Ejecutivo y empresarios del sector para robar dinero. Hay que decirlo: Elisa Carrió tenía razón cuando hace varios años apuntó contra Julio de Vido y José López. Lo dijo en su escrito en el juzgado de Julián Ercolini a donde irá a parar la causa del ocultador nocturno de dinero en convento de monjas.

Daniel Rafecas se puso a trabajar seriamente. Pensaba imputar a López de enriquecimiento ilícito. Sin embargo, su jugada era esperar que hablara y abrir la figura penal al lavado de dinero. En ese caso no tendría más remedio que unificar el proceso en el de su juez colega. ¿Podría arrepentirse el detenido? El fiscal Federico Delgado cree que sí. "La trascendencia institucional de lo denunciado lo amerita", le dijo a este cronista el viernes. "Y en ese caso sería interesante citar a la ex presidenta para que diga qué sabe del dinero que se intentó ocultar", agregó.

El acto procesal de defensa no se cumplió. Rafecas no pudo salir de su asombro cuando José López llegó a su despacho. El tucumano diputado de Parlasur lucía estupendo en el subsuelo del tribunal y en el ascensor, pero al poner un pie en tercer piso del edificio empezó a actuar una crisis alucinatoria con medidos golpes de la cabeza contra la pared. Y lo hizo muy mal. Un funcionario del Juzgado Federal número 3 dijo que parecía un borracho de película clase B que se tambalea ni bien pone los labios en el vaso de whisky. Lo pintoresco (por buscar algún calificativo) es que López clamaba por llamar a su esposa y a sus hijos antes de ser indagado. Luego de una decena de intentos a teléfonos móviles y fijos, el imputado reconoció llorando: "Ni mi esposa me quiere atender".

En este aspecto tiene razón, no hay metáfora. No sólo su cónyuge le retiró sus embajadores. El estado de desesperación que lo llevó a ese raid disparatado hacia el convento de General Rodríguez nació de no conseguir que anteriores aliados le cortaran el teléfono. Primero fue un secretario de la ex presidenta. Luego, un empresario que reside en una ciudad balnearia de la provincia de Buenos Aires con quien solía acordar los "retornos" quien le dijo que no lo llamase más. Por fin, un abogado con estudio jurídico en la calle Paraguay de la Capital que le dijo que podían allanarlo. No era cierto. ¿Operación de inteligencia desocupada? No importa. López no tuvo ningún intervalo lúcido. Se asustó ante la amenaza de la llegada de la ley y salió a buscar el escondite tradicional de su dinero. Tradicional porque ya había sido usado antes. La Iglesia Católica no puede hacerse ahora la desentendida y no recordar que al monasterio asistían para oficios religiosos (sic) el ex ministro de Planificación, la hoy gobernadora de Santa Cruz y Daniel Scioli. En breve, de hecho, habrá novedades sobre este último, que tendrá que explicar algunos aspectos opacos de Vialidad Provincial y de Lotería de la provincia. Será un caso muy grave.

El kirchnerismo ha decidido usar, otra vez, su estrategia con los caídos en desgracia: los abandonan. No saben, no contestan. Lo hizo con Amado Boudou y con Ricardo Jaime, por ejemplo. El lema de la historia que sostiene que los primeros traidores de hoy son los obsecuentes de ayer funcionó al pie de la letra. Es verdad que hay un conjunto de ex funcionarios que no se enriquecieron ni avalaron este robo descarado. Un ex ministro de Cristina, quizá el joven más mimado de la mandataria, le dijo en off a este cronista horas antes de que estallara el monasterio gate que jamás defendería al delincuente que manejaba la obra pública. Fue textual.

Los que están manchados por esta corrupción salieron al público a refrescar los presuntos casos de corrupción del macrismo. Panamá papers, incompatibilidades ministeriales, primos que se benefician con licitaciones y tanto más. Desde ya que hay que investigar esto. Y ahora. No es justo que la lucha contra la corrupción sea siempre hacia atrás. Pero habría que recordarles a los indignados K que el delito penal del opositor no extingue el propio. Y, especialmente, que mucho de lo que se invoca es incomparable con haber fundado una ingeniería destinada solamente a rapiñar los fondos públicos que se estiman en algo similar a todo lo pagado en los últimos 5 años por deuda externa para provecho propio, de sus familiares y amigos. Eso es corrupción de Estado, plan sistemático de desaparición de bienes de todos los argentinos.

La ex presidenta, dicen, está preocupada. Su partido ya la abandonó. Se trituró la lealtad de legisladores en el congreso y entre los gobernadores, sólo su cuñada la respalda. Los jueces, los que por años durmieron, se han despertado azuzados por el clamor popular. Es una metáfora el ver llegar la guillotina del desprecio ciudadano para los que fueron cómplices en su sordera y ceguera. Habría que ver si sobreviven. Por ahora, sería bueno que trabajen y que no se les entorpezca su labor con apartamientos que apenas favorecen a los investigados.