La devaluación y la baja de retenciones no tuvieron gran impacto. Frenar la inflación es el principal reclamo.
La devaluación no es un remedio mágico para todas las actividades productivas, como erróneamente se supone. La corrección cambiaria producida con la salida del cepo, en diciembre pasado, favoreció a una serie de productos transables que tienen su suerte atada al mercado internacional, como la soja y el resto de los cultivos extensivos. Pero lejos quedó de haber resuelto la situación de muchos otros productores.
Un relevamiento realizado por los corresponsales de Clarín en Mendoza, Misiones y Neuquén muestra que muchas economías regionales están lejos todavía de haber levantado cabeza, a pesar de que sus ingresos por exportaciones puedan haber mejorado algo por el efecto combinado de un mejor tipo de cambio y la quita de retenciones que iban del 5 al 10%.
La mayor queja de los productores de esas regiones extrapampeanas es que no siempre esa mejoría llega a sus manos, ya sea porque no cuentan con mercados de referencia como los de los granos o porque la distorsión de la cadena es tal que exportadores e industriales se apoderan de la diferencia. Esto es palpable en el negocio de las peras y manzanas del Alto Valle de Río Negro, por ejemplo. Pero también en la lechería, donde la cadena comercial se queda con la mayor rentabilidad en toda la cadena.
Los tambos se han visto afectados además por una fuerte suba de los costos de producción debido al salto de los precios de los granos. Esto afecta también a los productores de pollos y cerdos, que han comenzado a quejarse por el retorno de las importaciones, al igual que el sector maderero.
El mayor reclamo al gobierno, sin embargo, es por el desenfreno de la inflación y la saga de tarifazos. En muchas regiones este cóctel elevó en pocos meses los costos salariales y productivos, a punto tal de que se han licuado los potenciales beneficios de la devaluación y de la quita de retenciones.
La devaluación no es un remedio mágico para todas las actividades productivas, como erróneamente se supone. La corrección cambiaria producida con la salida del cepo, en diciembre pasado, favoreció a una serie de productos transables que tienen su suerte atada al mercado internacional, como la soja y el resto de los cultivos extensivos. Pero lejos quedó de haber resuelto la situación de muchos otros productores.
Un relevamiento realizado por los corresponsales de Clarín en Mendoza, Misiones y Neuquén muestra que muchas economías regionales están lejos todavía de haber levantado cabeza, a pesar de que sus ingresos por exportaciones puedan haber mejorado algo por el efecto combinado de un mejor tipo de cambio y la quita de retenciones que iban del 5 al 10%.
La mayor queja de los productores de esas regiones extrapampeanas es que no siempre esa mejoría llega a sus manos, ya sea porque no cuentan con mercados de referencia como los de los granos o porque la distorsión de la cadena es tal que exportadores e industriales se apoderan de la diferencia. Esto es palpable en el negocio de las peras y manzanas del Alto Valle de Río Negro, por ejemplo. Pero también en la lechería, donde la cadena comercial se queda con la mayor rentabilidad en toda la cadena.
Los tambos se han visto afectados además por una fuerte suba de los costos de producción debido al salto de los precios de los granos. Esto afecta también a los productores de pollos y cerdos, que han comenzado a quejarse por el retorno de las importaciones, al igual que el sector maderero.
El mayor reclamo al gobierno, sin embargo, es por el desenfreno de la inflación y la saga de tarifazos. En muchas regiones este cóctel elevó en pocos meses los costos salariales y productivos, a punto tal de que se han licuado los potenciales beneficios de la devaluación y de la quita de retenciones.