El proteccionismo europeo vuelve a mostrar su cara. C. Mira


Ganaderos franceses celebraron en los últimos días el supuesto abandono del Mercosur a exigir una cuota libre de aranceles para el ingreso de carnes vacunas en la Unión Europea en las discusiones por el demorado acuerdo entre los dos bloques comerciales.

Estas expresiones de euforia comenzaron a inquietar a algunos ganaderos argentinos. Para llevar tranquilidad, el canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, dijo en el Foro Mercosur del Carne, que se reunió la semana anterior en Montevideo, que la carne no está excluida de las negociaciones por el tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. No obstante, reconoció que hay un fuerte lobby de los ganaderos franceses para frenar los intentos de apertura.

Los temores no están infundados. En mayo pasado hubo una reunión técnica entre negociadores de ambos bloques y la carne, junto con el etanol, quedó excluida de la oferta comunitaria. Nin Novoa informó que este mes habrá una nueva reunión en Bruselas y allí se insistirá por la carne.

Los exportadores argentinos, que siguen de cerca las negociaciones, interpretan que la diplomacia europea se mueve con cautela para no irritar a los productores, pero que finalmente aceptará que la carne ingrese en la desgravación arancelaria. Confían en que el año próximo, cuando se deban adoptar las definiciones políticas sobre el contenido del acuerdo, la Argentina tendrá la presidencia pro témpore del Mercosur y ejercerá su peso favorable.

Para el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Miguel Etchevehere, es "impensable" que la carne no entre en la lista de productos con rebajas arancelarias como parte del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. Por el contrario, cree que hay una avidez externa por el regreso de la Argentina al mercado global. El ruralista fue parte de la delegación del sector privado que acompañó a los funcionarios del Ministerio de Agroindustria en la reunión del Grupo de los 20 (G20) que se realizó en China hace diez días. No está mal que la dirigencia rural siga de cerca los devenires diplomáticos. Otros sectores económicos, como la industria, son reacios a avanzar en los tratados comerciales. Y su capacidad de presión frente a un gobierno que tiene al pragmatismo como principal bandera no es para despreciar.

En el último intercambio de ofertas con la Unión Europea, en 2004, el Mercosur había pedido una cuota con arancel cero de 300.000 toneladas, por distribuir entre los cuatro miembros del bloque (Brasil, 42,5%; la Argentina, 29,5%; Uruguay, 21%, y Paraguay, 7%). La Unión Europea, en cambio, había contraofertado 100.000 toneladas. Por la política antiexportadora que llevó el gobierno kirchnerista no sólo no se avanzó en aquellas negociaciones sino que se favoreció el crecimiento en el mercado mundial de las carnes de otros países como Paraguay. Con habilidad, Asunción reclamó en el bloque una mayor proporción de cuota debido al retroceso argentino. Por ahora, el Mercosur no saldó esa discusión. Otro servicio prestado por Guillermo Moreno a productores e industriales extranjeros.

El volumen que reclama el Mercosur no incluye la cuota 481 ni la Hilton.

Estas discusiones, que pueden parecer tediosas, revelan que la Argentina volvió a jugar el verdadero partido, el que no debió haber abandonado por la concepción retrógrada de la política que impulsó el kirchnerismo. Si se quiere atraer inversiones que generen trabajos genuinos, con mano de obra calificada y sueldos en blanco, la salida exportadora es esencial. No significa esto desatender el mercado interno: al contrario, la evidencia económica demuestra que los países que adoptan al comercio internacional como herramienta estratégica alcanzan el desarrollo.